Sentido común



Cuando era seminarista, recuerdo que un amigo mío que estudiaba Medicina me dijo: «Casi en la primera clase, se nos enseña que no hay enfermedades sino enfermos y que los enfermos son personas» a lo que le respondí: «Pues a nosotros en Teología Moral se nos dice: «Recordad siempre que la Iglesia es Madre y tiene sentido común».


Varias de las polémicas de Jesús con los escribas y fariseos tuvieron por motivo la defensa que Jesús hace del sentido común. Especialmente molestaba a sus adversarios que Jesús curase en sábado. Una actuación típica de Jesús en este sentido es la curación del hombre de la mano paralizada: «Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y poder acusarlo. Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: ‘Levántate y ponte ahí en medio’. Y a ellos les pregunta: ‘¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?’. Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: ‘Extiende la mano’. La extendió y su mano quedó restablecida» (Mc 3,1-5). Para Jesús estaba muy claro que «el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27).


En nuestro mundo actual, con frecuencia los hombres actuamos contra el sentido común y nos alejamos así de Dios. Especialmente claro es esto en el Islam, en el que la ley islámica no respeta los derechos de las mujeres y se llega a aberraciones como lapidar a los homosexuales, ejecutar a las adúlteras y degollar a los no musulmanes que visitan La Meca o Medina, sus ciudades santas, o el que no esté mal visto el matar a los no creyentes. Pero como poderosos caballeros son don Dinero y don Petróleo, acabamos de ver a todos los políticos importantes occidentales presentarse en Riad para la coronación del nuevo rey de Arabia Saudí, a pesar que en pocos países se respetan menos los derechos humanos que acabo de mencionar, así como el de la libertad religiosa. Por cierto deseo elogiar a la señora Obama que apareció vestida a lo occidental, negándose a hacer el juego a los opresores de las mujeres. En el judaísmo adopta la falta de sentido común adopta formas más divertidas, como no poder apretar en sábado el botón del ascensor, mientras en el relativismo y positivismo estamos ante cosas peores, como el derecho al aborto y otros disparates, porque como el hombre necesita creer en algo, quien no cree en Dios acaba creyendo en horóscopos y otras supersticiones.


Pero no nos creamos que a nosotros los católicos no nos sucede nada de esto. Recuerdo que un día un profesor de Moral nos explicó que había encargado a un alumno un trabajo sobre cuantos pecados mortales podía hacer un sacerdote diciendo Misa, trabajando sobre la base de cinco textos bastante clásicos. El alumno encontró una media de noventa por texto y ciento treinta y dos pecados distintos, con lo que el profesor concluyó irónicamente: «un sacerdote que tenga cierto interés en salvar su alma, está demasiado preocupado en salvar su alma, para que todavía le quede tiempo en ocuparse de decir bien la Misa», No nos extrañe por ello que cuando a san Juan XXIII le preguntaron que por qué convocaba el Concilio, contestase: «Para que entre un poco de aire fresco en la Iglesia».


La necesidad de reforma de la Teología Moral la proclamó así el Concilio: «Téngase especial cuidado en perfeccionar la Teología Moral, cuya exposición científica, nutrida con mayor intensidad por la doctrina de la Sagrada Escritura, deberá mostrar la excelencia de la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos en la caridad para la vida del mundo» (Optatam totius nº 16). Y es que, como se suele decir en Teología, «Ecclesia semper reformanda», es decir la Iglesia debe estar en permanente estado de renovación y conversión, aunque como dijo la beata Teresa de Calcuta, la primera reforma de la Iglesia, debe empezar por uno mismo.


Termino con una constatación: la falta de sentido común se extiende por todas las edades, incluidos los niños. Tengo una sobrinilla de diez meses que está empezando a hablar, pero que en vez de decir lo que tiene que decir, o sea progenitor A y progenitor B, se ha metido en los vericuetos de lo políticamente incorrecto y está diciendo mamá y papá.


P. Pedro Trevijano



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