Las vísperas, la eucaristía, la procesión y la octava, «imprescindibles para que la fiesta sea auténtica»
Miles de pamploneses han salido a la calle este domingo, 7 de julio, para arropar a San Fermín en el Día Grande las fiestas. La multitudinaria procesión ha realizado su tradicional recorrido por las calles del Casco Antiguo, en el que no han faltado las calurosas ovaciones y los emotivos cánticos dirigidos al ‘santo morenico’. En una mañana calurosa, gigantes, kilikis y cabezudos esperaban poco antes de las 10 horas a la corporación municipal, vestida de gala, que se ha dirigido hacia la Catedral para recoger al Cabildo.
07/07/13 7:37 PM | Imprimir | Enviar
(EP/InfoCatólica) A continuación, bajo el repicar de las campanas de la Catedral la comitiva encabezada por el edil más joven del Ayuntamiento, el concejal de NaBai Aritz Romeo, ha iniciado su marcha hacia la iglesia de San Lorenzo para recoger la imagen del Santo. Desde la iglesia de San Lorenzo, la procesión ha comenzado el trayecto por el Rincón de la Aduana para adentrarse en la calle San Antón, rebosante de pamploneses vestidos de rojo y blanco, que la han recibido con sonoras ovaciones, dando color a los balcones y a las calles del Casco Antiguo. En la comitiva, con la comparsa por delante, la Cruz de San Lorenzo y la Cruz Arzobispal, los gremios de carpintería y labradores, la Hermandad de la Pasión y Congregación Mariana, clarineros y timbaleros, dantzaris y txistularis municipales, la imagen del Santo, seguida del Cabildo catedralicio, la bandera de la ciudad y los maceros, la corporación municipal, la escolta de gala y La Pamplonesa cerrado el desfile. La primera ‘paradica’ ha tenido lugar en torno algo antes de las 11.30 horas en la Plaza del Consejo, donde la Coral Santiago de la Chantrea ha entonado la jota ‘Al Glorioso San Fermín’, en homenaje al Santo. El segundo ‘momentico’ se ha producido en el pocico de San Cernin, alrededor de las 11.35 horas, donde se le ha dedicado el tradicional ‘Agur Jaunak’, al tiempo que dos ramos de rosas han sido depositadas para venerar al Santo. Seguidamente, a petición del arzobispo, se ha rezado un Padre Nuestro. La procesión ha continuado su camino de vuelta a San Lorenzo entre jotas, silencios, aplausos y gritos de ‘Viva San Fermín’. Pasadas las 12 horas ha comenzado la misa en honor al Santo, oficiada por el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez. «SINCERA DEVOCIÓN Y AMOR» Tras saludar a los fieles en la iglesia abarrotada, el arzobispo ha pronunciado la homilía en la que ha deseado a los pamploneses que sean «días de alegría, convivencia, hospitalidad, paz y homenaje público y fervoroso, expresión de fe auténtica, de sincera devoción y amor grande a nuestro santo obispo y a la Iglesia». Según ha indicado, «el pueblo de Pamplona, siguiendo una tradición ya antigua y muy arraigada acude fervoroso a los actos de culto en honor de San Fermín», las vísperas, la eucaristía, la procesión y la octava, «imprescindibles para que la fiesta sea auténtica», ha dicho.» Algunas veces hay en torno a las fiestas tantas actividades lúdicas de esparcimiento que puede quedar difuminada la esencia central y generadora de la misma fiesta que es la celebración litúrgica», ha expuesto, para añadir que «cuando ésta queda en un plano de insignificancia peligra la fiesta como tal y se convierte en algo que es un sucedáneo adulterado». El arzobispo Francisco Pérez ha invitado así a los pamploneses a «mantener» las «tradiciones con autenticidad evangélica y con profundidad de fe». Ha indicado, además, que «este año celebramos la fiesta de San Fermín en medio de las celebraciones del año de la fe» y ha señalado que «es una ocasión propicia para hacer un llamamiento a la vivencia de las tres grandes virtudes cristianas de las que San Fermín fue ejemplo y testimonio» como la fe, la esperanza y la caridad. «Su práctica le sirvió a nuestro santo para superar las dificultades que tuvo que vivir como cristiano, misionero y obispo», ha añadido. En la homilía, monseñor Pérez ha sostenido que «honrar a San Fermín debe significar para unos, crecer en el ardor de su fe, para otros, motivo de recuperarla en todo su esplendor si quedó débil o lejana por el abandono, y finalmente otros pueden sentirse llamados a conocerla en profundidad».
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