¿Tienen sentido común nuestros parlamentarios?

El pasado nueve de Septiembre se realizaron dos votaciones muy importantes. Una, en el Senado, sobre la minireforma de la Ley del Aborto. Se aprobó, casi por unanimidad, como ya había sucedido en el Parlamento, a favor de que el aborto sea un derecho y también la educación afectivo sexual con perspectiva de género. La segunda fue en el Parlamento Europeo de Bruselas. Se pretendía imponer la ideología de género en los colegios de la Unión europea. El resultado fue 408 a favor, 236 en contra y 40 abstenciones. Quedó claro que todos nuestros Partidos del arco parlamentario están a favor del aborto y de la ideología de género.

Dejemos hoy el aborto. En concreto ¿qué es la ideología de género?

La ideología de género pretende ¿educar? a nuestros niños y adolescentes, saltándose el derecho de los padres a hacerlo según sus principios y valores. El objetivo de esta ideología es abolir la identidad sexual. Hay que enseñar a nuestros chavales, ya desde la Primaria, que pueden decidir libremente si quieren ser chicos o chicas. Además no hay ningún criterio discriminante entre lo lícito y lo ilícito, lo normal y lo anormal, siendo, por tanto, permisibles y moralmente iguales todas las relaciones sexuales voluntarias, significando para ellos el ser responsable el tomar precauciones contraceptivas a fin de evitar embarazos no deseados y siendo el placer el principal objetivo de la sexualidad,que cada uno puede tratar de alcanzar según le venga en gana. Ya en el 2012 decían nuestros Obispos en su documento «La verdad del amor humano»: «60. No se detiene, sin embargo, la estrategia en la introducción de dicha ideología en el ámbito legislativo. Se busca, sobre todo, impregnar de esa ideología el ámbito educativo. Porque el objetivo será completo cuando la sociedad –los miembros que la forman– vean como «normales» los postulados que se proclaman. Eso solo se conseguirá si se educa en ella, ya desde la infancia, a las jóvenes generaciones».

En esta ideología, la fornicación es un derecho del niño, del joven y de cualquiera, porque el fin de la sexualidad es el placer y si él o ella tienen sus órganos sexuales es para usarlos cuando y como les venga en gana, evitando, eso sí, las enfermedades venéreas y los embarazos. Estamos ante un libertinaje que está arruinando muchas vidas impidiéndolas el acceso a la madurez que se requiere para poder tener una familia estable.

La ideología del géneroquiere terminar con la opresión de la mujer por el hombre, considerando al matrimonio monógamo como la principal expresión de esta dominación. La lucha de clases propia del marxismo pasa a ser ahora lucha de sexos, siendo el varón el opresor y la mujer la oprimida. El matrimonio es la institución de la que se ha servido el hombre para oprimir a la mujer. El matrimonio y la familia son dos modos de violencia permanente contra la mujer y por tanto instituciones a combatir La mujer no debe tener relaciones socialmente legitimadas como el matrimonio, sino que debe ser autosuficiente y evitar establecer dependencias exclusivas.

Ante esto Benedicto XVI dice: «Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia».

En cuanto a la Biblia se expresa así: Salmo 14,1: «Dice el necio en su corazón: «No hay Dios». Se han corrompido, hicieron cosas abominables, no hay quien haga el bien». Isaías 5,20: «¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal!; que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad». Y San Pablo a los Romanos 1,22 y 26-28: «Alardeando de sabios, se han hecho necios… Así pues, Dios los ha entregado a pasiones vergonzosas. Sus mujeres han cambiado las relaciones naturales del sexo por usos antinaturales; e igualmente los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se han abrasado en deseos de unos por otros. Hombres con hombres cometen acciones ignominiosas y reciben en su propio cuerpo el pago merecido por su extravío. Y por haber rechazado el verdadero conocimiento de Dios, Dios los ha dejado a merced de su depravada mente, que los impulsa a hacer lo que no deben».

Pregunto: ¿Tienen sentido común nuestros parlamentarios?

Pedro Trevijano, sacerdote

Publicado originalmente en la Hoja diocesana de Logroño, Pueblo de Dios

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