Estos días he recibido mi libro “Relativismo e ideología de género”, publicado por Libros Libres en su colección Voz de Papel. El libro será presentado el próximo 14 de Diciembre en la Parroquia San Pablo Apóstol de Logroño por mi todavía Obispo, don Juan José Omella, en uno de sus últimos actos en mi diócesis, antes de marchar a Barcelona, y por su editor Álex del Rosal. El título del libro señala la problemática a la que deseo hacer frente, la originada por el relativismo y la peor de sus consecuencias, la ideología de género, basada no sólo en el relativismo, sino también en el marxismo.
El relativismo se basa en la famosa frase: “Nada hay verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. José Luis Rodríguez Zapatero expresó muy bien lo que es el relativismo en dos frases: “la libertad os hará verdaderos”, en abierta contraposición con la frase de Jesucristo “la verdad os hará libres” (Jn 8,32), así como con su afirmación “La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deja ser un vestigio del pasado”. Para mí la existencia de una Verdad objetiva es algo fuera de duda y voy a poner dos ejemplos: Dios existe o no existe, pero una de las dos es indiscutiblemente verdadera, o, en el otro caso, una mujer o está embarazada o no lo está, o sí o no, lo que es evidente es que no está solo un poquito embarazada.
Con la ideología de género sucede lo mismo. Es ridículo estar cambiando y mucho más continuamente de sexo. En el mundo del deporte lo tienen muy claro. Si tus cromosomas son XY, por mucho que pretendas que eres una mujer, ¿a que no te dejan competir en atletismo femenino? Y si ya como pretende el Instituto de la Mujer, organismo oficial dependiente del Ministerio de Sanidad, que en nuestras escuelas los retretes sean unisex, que el Día del Padre o de la Madre sen sustituidos por el Día de las Familias, para que quepan también las familias homosexuales, sin olvidar la promoción del Día del Orgullo Homosexual, todo ello me hace pensar que hay gente que no es más tonta porque el listón está a una altura difícilmente alcanzable. Si a ello añadimos que a los niños de ambos sexos hay que enseñarles a masturbarse y se les regalan condones, creo que estamos ante casos claros de corrupción de menores.
Sobre la fornicación y la promiscuidad, ¿qué vamos a decir? Es un derecho de todos. Y si se produce un embarazo para eso está el aborto, que es otro derecho. Recuerdo lo que me dijo un sacerdote, a quien un proabortista le había echado en cara su oposición al aborto. El cura le respondió: “Ustedes van provocando desastres y luego se desentienden de esas personas. Cuando ya están destrozadas a nosotros nos toca intentar paliar y arreglar los daños que Ustedes han ocasionado”.
Y queda el tema del matrimonio y de la familia. Yo siempre había creado que el matrimonio era el lugar para que un hombre y una mujer compartiesen sus vidas, se ayudasen mutuamente y creasen el ambiente adecuado para la crianza y educación de sus hijos. Pues no, la ideología de género concibe la pareja humana como un ámbito de conflicto, transformando lo que debe ser una relación de amor, en una relación de conflicto. La relación entre los sexos no se basa en el amor, sino en la lucha permanente. La sexualidad es una relación de poder y el matrimonio es la institución de la que se ha servido el hombre para oprimir a la mujer. El matrimonio y la familia son dos modos de violencia permanente contra la mujer y por tanto instituciones a combatir.
Increíble, pero cierto. Yo también, cuando me explicaron por primera vez lo que era la ideología de género, creí que se estaban riendo de mí. Pero esta mentalidad está haciendo estragos y ya ha conseguido que nuestro Parlamento y Senado hayan aprobado prácticamente por unanimidad la ideología de género. Para desmontar esta trama ideológica, para despertar a la Sociedad, para poner mi granito de arena contra lo políticamente correcto y para tranquilizar mi conciencia, diciéndome: “he hecho lo que tenía que hacer”, he escrito este libro.
Pedro Trevijano, sacerdote
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