El amor y la acogida de la Iglesia versus la locura del ISIS

(AsiaNews/InfoCatólica) Dolor y sufrimiento al recordar los dramáticos momentos de la huida, que siguió al avance de los milicianos del Estado islámico (EI, ex ISIS) sobre Mosul y sobre la Llanura de Nínive. Las casas de los cristianos fueron marcadas por los yihadistas, los familiares fueron dejados morir a sus espaldas, su dinero y bienes fueron expropiados. Pero, al mismo tiempo, tienen un deseo de empezar a vivir nuevamente,  alimentado por la razonable esperanza ofrecida por la Iglesia, que ha sabido acogerlos «con mucho amor» y que «no nos ha hecho faltar nada». Son los testimonios recogidos por el padre Samir Youssef, en un diálogo que adquiere la forma de entrevista con cuatro refugiados en representación de tantos otros credos y etnias; se trata de Zanel, un yazidí originario de Sinjar; Emad, un cristiano oriundo de Mosul; Abad, de la comunidad de los Sabeos de Qaraqosh y de  Omar Abu Lukman, un árabe musulmán de Sinjar.

El padre Samir es párroco de la diócesis de Zakho y Amadiya (Kurdistán), y cuida de 3.500 familias de refugiados cristianos, musulmanes y yazidíes, que han abandonado sus hogares y su tierra para huir de los yihadistas. El sacerdote está a la vanguardia desde el verano de 2014, cuando comenzó la emergencia. Con él y los obispos iraquíes,  AsiaNews quiere relanzar la campaña «Adopta un cristiano de Mosul» en ocasión de la Navidad, para ayudarlos a conseguir kerosén, zapatos, vestimenta para el invierno, y el sostén para que los niños puedan asistir a la escuela. A continuación, la primera parte de los testimonio y relatos.

P. Samir —Empecemos por el principio, desde la llegada del Estado islámico. ¿Pueden contar cómo y por qué huyeron?

Zaenl  —En un primer momento buscamos refugio en la montaña de Sinjar, donde nos quedamos por un cierto período. Luego, el 3 de agosto de 2014, decidimos irnos de allí, siguiendo un camino muy difícil y tortuoso. Mi hermano, que padecía una discapacidad, murió en la montaña, porque ya no podía llevarlo más conmigo, siendo que ya tenía a mi madre anciana y a mis niños para transportar. Nos habíamos sentado para descansar, para intentar recuperar el aliento, cuando de repente llegaron los hombres del Estado islámico. Por eso tuve que dejar a mi hermano y llevé conmigo a mi mamá, mientras mi mujer se ocupaba de los niños. Luego supimos que mi hermano había muerto. Y después de algunos días, llegamos a Enishke.

Emad —Era el 30 de junio de 2014 cuando los milicianos del Estado islámico entraron a la ciudad de Mosul. Al principio no hicieron nada, pero después de 20 días comenzaron a escribir en los muros de nuestras casas la letra «N» (ن), la inicial de «nazareno», es decir, cristiano, y con esto nos obligaron a escapar. Salimos en nuestro automóvil y poco antes de abandonar la ciudad, cerca de la zona de Shalalat, unos milicianos del ISIS nos detuvieron y nos hicieron bajar del auto. Estábamos yo, mi, mi mujer y mis dos hijas. Tomaron el automóvil, nuestro dinero y el oro y nos abandonaron en la calle. También nos amenazaron, diciendo que si no les entregábamos el dinero se llevarían a nuestras hijas. Luego comenzamos a caminar, tomamos un taxi que nos llevó hasta Bashiqa, por lo tanto a Qaraqosh, luego seguimos hasta Duhok, hasta llegar finalmente a Enishke. Gracias [a la Iglesia] que nos ha dado una casa.

Abas —Era la medianoche del 6 de agosto de 2014 cuando escapamos de Qaraqosh, sin poder llevar nada con nosotros. Pensaba que podría regresar luego de algunos días, pero no fue así. Llegamos a un lugar cerca de Erbil donde había mucha gente, todos se habían escapado del ISIS. Luego de algunas horas, logramos entrar a Erbil, pero la situación era muy difícil, los hoteles estaban repletos. Finalmente encontramos un hotel, pero después de algunos días se nos acabó el dinero. A continuación, a través de un amigo que nos ayudó, logramos llegar aquí, a Enishke, y queremos darles las gracias por habernos acogido. La Iglesia y la gente del pueblo realmente nos recibieron con mucho afecto. 

Omar Abu Lukman —Mi familia y yo, mis hijas casadas y sus maridos, sumábamos en total 18 personas. El 8 de agosto de 2014 escapamos de Sinjar, no quisimos colaborar con ellos. En nuestro camino de huida, unos milicianos del ISIS nos detuvieron y se llevaron a mi hijos y a mi nieto. Un mes más tarde, supimos que mi nieto estaba enfermo y que murió; mi hijo, en cambio, fue asesinado. Permanecimos en el desierto y pasamos allí la primera noche luego de nuestra huida. Al día siguiente, recorrimos a pie un largo trecho, hasta que nos topamos con un automóvil. El conductor aceptó llevarnos luego de pagarle un millón y medio de dinars (cerca de 1200 dólares), y esto sólo para llevarnos hasta Badreke, cerca de Duhok. Y luego llegamos aquí.

P. Samir —¿Cómo han transcurrido estos dos años y medio, y cuáles han sido las mayores dificultades encontradas? ¿Y la Iglesia los recibió bien?

Zaenl  —La Iglesia nos recibió con mucho amor, no nos ha hecho faltar nada. Ustedes, todas las demás organizaciones humanitarias, sus amigos. Luego de que perdimos todo, ustedes no han donado todo lo que necesitábamos, nos han dado esperanza. Hemos vuelto a creer que hay esperanza en la vida.

Emad  —Cuando llegamos estábamos desesperados, pero gracias al encuentro con el padre Samir hemos hallado un lugar donde dormir, una casa. Desde el primer día, la Iglesia nos dio de comer, nos dio ropa para vestirnos, nos hizo sentir bien. Tenía miedo por mis hijas, pero nos garantizaron seguridad; realmente sentíamos paz y un amor hacia nosotros. Y ustedes han seguido ayudándonos.

Abas —Hablo no sólo en nombre mío, sino en nombre de todas estas 400 familias de refugiados que están aquí, y digo la verdad cuando afirmo que la Iglesia local, junto a la comunidad cristiana de Enishke, han hecho algo inolvidable, histórico. Jamás nos olvidaremos de todo lo que han hecho y están haciendo por nosotros. Sólo la Iglesia se ocupa de nosotros, y nadie más lo hace sino ella.

Omar Abu Lukman —Desde hace más de dos años y medio, después de tantos sufrimientos, ser acogido. El Estado islámico ha tratado de separarnos, pero ustedes nos han unido. Ustedes no han hecho diferencias entre cristianos, musulmanes, yazidíes. No nos han hecho faltar nada. Hemos sentido y vivido la fraternidad y el amor. Ustedes han compartido su pan con nosotros. Que Dios os recompense.

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