(AICA) El pontífice recordó que «el profeta Isaías nos invita a llevar el consuelo de Dios a nuestros hermanos» y señaló que para volver a Dios «hay que eliminar los obstáculos que nos detienen, preparar un camino llano y ancho, un camino de liberación y esperanza que se extiende por el desierto».
Asimismo, señaló que San Juan el Bautista retoma las palabras de Isaías y llama a la conversión y a abrir «un camino de esperanza en nuestros corazones».
En este sentido, Francisco aseguró que el cristiano necesita hacerse pequeño para este mundo, «como lo fueron los personajes del Evangelio de la infancia».
«Aquellos pequeños y simples que encontramos alrededor de Jesús que nace: Zacarías e Isabel, ancianos y marcados por la esterilidad; María, joven muchacha virgen prometida como esposa a José; los pastores, que eran despreciados y no contaban nada. Son los pequeños, hechos grandes por su fe, los pequeños que saben continuar esperando. Y la esperanza es una virtud de los pequeños. Los grandes, los satisfechos no conocen la esperanza; no saben qué cosa es», subrayó.
«Son ellos, los pequeños con Dios, con Jesús los que transforman el desierto del exilio, de la soledad desesperada, del sufrimiento, en un camino llano sobre el cual caminar para ir al encuentro de la gloria del Señor. Por ello, invitó el Papa Francisco: ¡Dejémonos enseñar la esperanza!», concluyó.
El Papa dirigió luego un saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica, a quienes exhortó a que le pidan al Señor «la gracia de trasformar el desierto de nuestra vida, de nuestro sufrimiento y de nuestra soledad, en un camino llano que nos lleve al encuentro con el Señor y con los hermanos».
El Pontífice dedicó unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados, al señalar que el tiempo litúrgico del Adviento es una ocasión de particular gracia para reflexionar sobre nuestro camino al encuentro del Señor, y pidió que la Virgen María, cuya fiesta de la Inmaculada Concepción se celebra mañana, sea «el modelo para la preparación interior a la Navidad» para que «el corazón de cada uno se convierta en cuna que acoge al Hijo de Dios, rostro de la misericordia del Padre, con la escucha de su palabra, las obras de caridad fraterna y la oración».
Al concluir la audiencia, el Papa recordó que en los próximos días se celebran dos jornadas importantes de las Naciones Unidas: El 9 de diciembre es la jornada contra la corrupción y el 10 de diciembre la de los derechos humanos.
«Son dos realidades –explicó– estrechamente unidas. La corrupción es el «aspecto negativo que debemos combatir, comenzado por la conciencia personal y vigilando los ámbitos de la vida civil, especialmente sobre los que están más en riesgo».
«Los derechos humanos son el aspecto positivo, para promover siempre con decisión renovada, para que nadie sea excluido del efectivo reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona humana», puntualizó, y concluyó: «El Señor nos sostenga en este doble compromiso».
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