(AIN) El padre Richard Kitengie Muembo, rector del Seminario mayor de teología Cristo Rey [Grand Séminaire Theologicum Christ-Roi] de Malole destruido y quemado parcialmente por milicias rebeldes al gobierno el pasado 18 de febrero, acompañado del Padre Apollinaire Cibaka Cikongo, secretario ejecutivo de la Asamblea de los Obispos de Kananga (ASSEPKA) visitaron la sede internacional de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en Alemania para referir los sucesos y pedir ayudas para restablecer el seminario en Kasai central y reiniciar los cursos de teología tan pronto como la situación en la región congoleña lo permita.
«Nosotros nunca pensamos que íbamos a ser objeto de los ataques. Todo vino porque los grupos milicianos seguidores del fallecido jefe tradicional Kamwina-Nsapu quisieron instalar su base de operaciones en el recinto del seminario, a lo cual nos negamos. Intentamos buscar una solución pacífica y de diálogo pero por desgracia las autoridades de la zona decidieron usar la solución militar para concluir el conflicto, lo que llevó a los rebeldes a atacar por su parte nuestro seminario el sábado 18 de febrero. Gracias a Dios como veíamos que las cosas se estaban poniendo mal habíamos trasladado ya a los seminaristas», relata el padre Richard.
«Los 77 seminaristas entre 21 y 27 años originarios de siete diócesis del país lo han pasado muy mal. Huyeron con lo puesto por dos días y fueron acogidos por familias donde al final tuvieron que permanecer tres semanas hasta que pudieron ser evacuados, algunos como se informó en los medios de comunicación con la ayuda de la Misión de la ONU en la República Democrática del Congo (MONUSCO)», corrobora el padre Apollinaire que también es miembro del profesorado de Cristo Rey. El seminario mismo fue saqueado, destruido y en parte quemado. También la comunidad de religiosas carmelitas ha tenido que abandonar por ahora su monasterio de clausura que se encuentra a 400 metros del seminario.
En julio de 2016, Jean-Pierre Kamwina Nsapu Pandi, jefe tradicional de una tribu local, impugnó el poder del gobierno central llamando a la insurrección y atacando a la policía local acusada de abusos de poder y también a comunidades rivales. El 12 de agosto Kamwina Nsapu fue asesinado por las fuerzas de seguridad, lo que movilizó a sus seguidores cuyos enfrentamientos con el poder central. Lo que empezó como un pequeño movimiento de oposición al gobierno se ha convertido en una batalla campal que según los últimos reportes de MONUSCO ha acabado con la vida de mínimo 400 civiles y un significante número de miembros de de las fuerzas del orden.
El 31 de marzo, un grupo de estos mismos milicianos atacó la ciudad de Lwebo, a doscientos kilometros al oeste de Malole, saquearon y quemaron el obispado, además de prender fuego a las oficinas de la coordinación de las escuelas católicas y al noviciado donde se forman religiosas, profanando por último la catedral de San Juan-Bautista. Esta dimensión de los ataques es nueva. «La iglesia católica goza de mucho prestigio en el país porque nunca se ha alineado con ninguno de los grupos políticos, ahora se la intenta meter en el conflicto. La Iglesia media desde diciembre del año pasado para lograr un acuerdo de transición entre gobierno y oposición.» – explica el padre Richard.
En un comunicado publicado el 25 de febrero, la ASSEPKA culpaba entre otros a la mala gestión de los asuntos administrativos del poder tradicional que ha sido manipulado y politizado y las frustraciones de una región que durante mucho tiempo se ha visto marginada y el desempleo que sufren muchos jóvenes como causantes de la violencia en la región. «Hemos oído también de prácticas de supersticion: reclutan a jovenes y niños, les dan un brebaje y un baño ritual y les hacen creer que son inmunes a las balas e inmortales. Así, como drogados, cometen actos de barbarie», apunta el padre Apollinaire.
La crisis del Kasayi producida por las milicias de Kamwuina Nsapu en el sur del país es uno de los cinco violentos conflictos que sufre la República Democrática del Congo. En el último llamamiento de la Conferencia Episcopal Católica al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fechado el 20 de marzo de 2017 se nombran cuatro partes más del territorio nacional donde se violan los derechos humanos: El Norte, donde sigue actuando el LRA (Lord Resistence Armee); Kivu del Norte en el Este del país; la provincia de Tanganika con enfrentamientos entre las comunidades batwa y luba y por último, el Centro del país incluida la capital Kinshasa debido a las tensiones políticas con vistas a las elecciones presidenciales.
Aunque la situación por el momento no lo permite, los dos representantes presentaron a la fundación pontificia ACN un proyecto de reconstrucción de las estructuras dañadas por el saqueo y el incendio para que – una vez se den las condiciones – la reapertura del seminario sea inmediata: «La esperanza nos hace trabajar, no nos vamos a quedar sentados, queremos que nuestros seminaristas puedan acabar el curso que está a medias, el siguiente seminario está a 400 kilómetros y no tienen infraestructuras además de que por la situación del país y por motivos de seguridad no podríamos trasladar a los estudiantes allí. Pedimos también a todos los benefactores y amigos de la institución oraciones por la paz en nuestro país.»
Junto con la solicitud de ayuda el padre Richard hace un llamado a la comunidad internacional: «La situación de la Iglesia Católica en la República Democrática del Congo es la situación de todo el pueblo congoleño. La población está en parte escondida en la selva, los colegios no funcionan, hay hambre… Nosotros soñamos con el final de esta guerra absurda. Todos los depredadores del mundo vienen a explotar este país. El que usa hoy en día los medios de la tecnología está usando un poco de la sangre del pueblo congoleño» resalta el sacerdote haciendo referencia al coltán, mineral de color negro compuesto de columbita y tantalita que se utiliza entre otros para las baterías de dispositivos móviles, GPS y ordenadores. El coltán es uno de los llamados ‘minerales de sangre’ por ser explotado mediante graves violaciones de derechos humanos y usado para financiar a grupos armados y perpetuar los conflictos.
«La humanidad es una, usamos los beneficios y eso está bien, pero deberíamos también actuar ante el sufrimiento. El sufrimiento de los congoleses es el sufrimiento del mundo. Juntos podemos acabar la guerra, hay que salir de la indiferencia, romper el silencio. Decir NO a la violencia, a la industria de la muerte, a las fábricas y la venta de armas. La tecnología está para mejorar la vida, no para quitarla. Usémosla para hablar de la cruda realidad en el Congo, para pedir oraciones y apoyo internacional para que se respeten la vida y los derechos humanos», corrobora el padre Apollinaire.
Ayuda a la Iglesia Necesitada ha dedicado más de 3,3 millones € en 2016 a proyectos en la República Democrática del Congo. En el pasado año la fundación ayudó a 41 seminarios en el país, beneficiando a un total de 1.229 seminaristas.
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