(El Mundo/InfoCatólica) Francis Wolff (1950, Ivry-sur-Seine) es uno de los pensadores más importantes del presente. Filósofo -una eminencia en filosofía antigua- y profesor emérito de la École Normale Supérieure de la Universidad de París, es defensor de una definición neoaristotélica del hombre.
Wolff alerta en su nuevo libro (Tres utopías contemporáneas, editorial Erasmus) del peligro de las dos grandes ideológicas actuales: el posthumanismo y el animalismo.
De la entrevista concedida a El Mundo, destacamos su postura sobre el animalismo:
Toda utopía se apoya en un 'nosotros'. Y, como usted señala, uno de los grandes problemas hoy es que no sabemos quiénes somos...
Exactamente. En 2009 escribí un libro titulado Notre humanité (Nuestra humanidad), y la conclusión es que ya no sabemos qué es la humanidad. Uno de los motivos es la caída de las religiones tradicionales, que definían de una manera absolutamente estricta la diferencia entre el hombre, dios y los animales.
No sólo las religiones, también la filosofía griega...
Así es. Para Aristóteles había tres tipos de seres vivos: los dioses vivientes inmortales, los seres vivientes mortales e irracionales y el hombre. Ésa era la tradición del pensamiento occidental. Pero con la caída de las religiones se han borrado los límites entre el hombre y el animal y entre el hombre y el robot, entendido éste como el nuevo dios de la contemporaneidad. Otro de los motivos que han contribuido a que no sepamos qué es la humanidad es el desarrollo de las neurociencias.
¿En qué sentido?
La ciencia reina del siglo XX era la física. Pero desde comienzos del siglo XXI asistimos al triunfo de la biología, las biotecnologías y las neurociencias. Con su desarrollo se difumina la diferencia entre inteligencia humana e inteligencia artificial, entre conciencia humana y conciencia animal. Para un biólogo, un cerebro es un cerebro, no se puede distinguir la razón humana de la razón animal. En los últimos 15, 20 años se ha impuesto la idea de una continuidad entre los animales y los hombres y sobre eso, entre otras cosas, se sustenta la ideología animalista. Cuando discuto con chavales de 15, 16 años, me resulta difícil explicarles que hombres y animales son dos entidades completamente distintas, porque se ha impuesto esa idea de continuidad. En Notre humanité yo recopilaba las definiciones de 'hombre' desde la antigüedad hasta hoy, y preveía el desarrollo de dos nuevas ideologías: el posthumanismo, que sueña con un nuevo 'yo' que triunfe sobre su animalidad y la mortalidad, y el animalismo. Y es exactamente lo que ha acontecido.
¿Cómo definiría a los seres humanos?
Yo creo que no podemos abandonar del todo la definición tradicional del hombre como animal racional. Pero con un matiz: la racionalidad no puede ser entendida sólo en el sentido de facultad de raciocinio, porque esa facultad la tienen los robots, sino en el sentido del 'logos' griego, de diálogo. Lo que nos caracteriza como humanos es la facultad de raciocinio dentro de un diálogo entre personas. Ese diálogo es la base de la definición del ser humano y de la ética de la humanidad. La comunidad humana es por definición una comunidad ética.
El filósofo francés señala algunas consecuencias peligrosas del animalismo:
El riesgo del posthumanismo es la posibilidad de transformar la diferencia de clases en diferencia de especies. Y el animalismo, que a primera vista ofrece un aspecto muy generoso, también es peligroso. Si se transformara en un programa político supondría la prohibición absoluta de comer carne y pescado, de fabricar cosas de cuero... Algo absolutamente totalitario.
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