(Domradio/InfoCatólica) Según el obispo, la Iglesia, en sus dos mil años de historia, siempre ha sido moldeada por el zeitgeist, el «espíritu de los tiempos», en el que se ha encontrado.
La reforma de la iglesia no se trata de comenzar desde cero, sino de recordar que «incluso hoy, el llamado zeitgeist no es solo un fenómeno negativo».
«El Espíritu Santo todavía puede trabajar en él, con él y a través de él, y decirnos algo como Iglesia», afirmó Mons. Feige.
Por lo tanto, los cristianos no deben ser escépticos desde el principio «si algo no está de acuerdo con nuestra propia convicción», subrayó el obispo, y añadió que «la gracia de Dios también opera fuera de los muros de la iglesia».
El prelado recordó que Concilio Vaticano II acuñó el término «signos de los tiempos» para designar la obra oculta de Dios en la historia humana.
Los sacerdotes deben «escuchar con gusto a los seglares, considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiempos», tal y como enseña el concilio su «Decreto sobre el ministerio y la vida de los sacerdotes», Presbyterorum ordinis (9).
Ese fue un desafío asumido por la gran «Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno» del Vaticano II, Gaudium et spes, que insistió en el «deber» que tiene la Iglesia de «examinar los signos de los tiempos e interpretarlos en la luz del evangelio».
«En un lenguaje inteligible para cada generación», la Iglesia debe responder «a las preguntas perennes que los hombres hacen sobre esta vida presente y la vida por venir, y sobre la relación de uno con el otro», por lo que para la Iglesia «es necesario conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza.», enseñó Gaudium et spes (4).
Tal visión de la realidad es «cualquier cosa menos una 'adaptación barata al espíritu de la época', como habrás oído decir», insistió Feige, instando a sus fieles a «diferenciarse muy bien y no demonizar las iniciativas de reforma desde el principio».
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