P. Gerard Timoner, el maestro de la Orden de Predicadores: «Nunca como ahora ha habido tanta gente sin evangelizar»

(ECCLESIA) El pasado verano se convertía en el primer filipino superior general de los dominicos. Por primera vez, esta orden mendicante, con siglos de historia y fundada en la Europa medieval, pasaba a ser dirigida por alguien nacido en el sudeste asiático. Fray Gerard Francisco P. Timoner, OP será el maestro de la Orden de Predicadores (así se llama este cargo en los dominicos) hasta 2029. Una de sus primeras decisiones ha sido la de aprender español «para escuchar a los hermanos, más que para hablarles», y por eso pasó 2 semanas en Madrid durante el mes de febrero, recibiendo clases en una academia de idiomas mientras convivía con los frailes del convento situado en la calle Conde Peñalver, muchos de ellos antiguos misioneros en Extremo Oriente. Durante su estancia, ECCLESIA aprovechó para entrevistarle en el convento de Atocha, donde se encuentra la curia de la provincia de Hispania.

—¿Qué es lo primero que se le pasó por la cabeza al ser elegido?

—No lo esperaba. Mi primer pensamiento era cómo decirles «no» sin ofenderles, pero mis hermanos me dijeron que estarían ahí para ayudarme. Tuvimos misa, pedimos guía al Espíritu Santo… fue muy difícil. En Filipinas un médico no opera a un miembro de la familia por la responsabilidad que es dejar a un amado en las propias manos. Soy fraile como los demás, pero ser maestro de la Orden es una responsabilidad muy grande. Pero mis hermanos me animaron y me hicieron darme cuenta de que tenía que aceptar.

—¿Qué hacía en la curia?

—Era el socio del maestro para la región Asia-Pacífico, un territorio que comprende desde Paquistán hasta Nueva Zelanda. Es la región más amplia en términos geográficos. Incluye países como China, Vietnam o Japón. Solo China e India son más de dos mil millones de personas.

«¿Cómo se gestiona tal número de vocaciones en Asia? Lo primero es dar la mejor formación posible».

—En el año 2001, los dominicos eligieron a un maestro argentino, Carlos Azpíroz. Luego en 2013 el cónclave eligió Papa a Francisco, también argentino. ¿Cree que podría ser el anticipo de un Papa filipino?

—Un fraile francés me lo preguntó antes. Sería un paralelismo interesante, ¿por qué no? También es cierto que antes la Orden eligió a un maestro de la orden asiático, el beato Buenaventura García Paredes, aunque hubiera nacido en España. ¿Está la Iglesia inclinándose hacia Asia? Más bien, si algo así sucediera, me gustaría verlo, porque ahora la Iglesia se ha vuelto universal y los líderes pueden venir de cualquier sitio del mundo.

—En Europa disminuye el número de católicos y de vocaciones a la vida consagrada. En Asia, la tendencia es la contraria.¿Cómo se gestiona el crecimiento?

—En la Orden, la provincia con mayor crecimiento es Vietnam, que tiene 400 frailes y 1.000 hermanas dominicas apostólicas. ¡Imagínate! En un país con un 7% de cristianos. ¿Cómo se gestiona tal número de vocaciones? Lo primero es dar la mejor formación posible a los que entran. Es lo mismo que preocupaba a los frailes en los años 50 y 60 en España, cuando había tantas vocaciones. La pregunta es cómo gestionar la gracia que el Señor nos ha dado. Por otro lado, he estado casi dos semanas en España y he visto muchos jóvenes en la Iglesia del Santo Rosario de Conde Peñalver, en un día normal, un buen número de jóvenes profesionales.

—También es cierto que habla  de una parroquia concreta, ¿se puede generalizar?

—Es posible, pero no es que no haya ninguno como había esperado según el prejuicio que tenía antes de venir, sino que, además, me he encontrado a varios jóvenes recientemente convertidos. Es muy interesante porque sus padres decidieron no llevarlos a la Iglesia. Hay un número significativo de gente de treinta años y menos que no es que dejaran la Iglesia, sino que ni siquiera llegaron a entrar en primer lugar, porque sus padres decidieron no llevarles. Es un área de evangelización.

—Fue provincial de Filipinas y luego vivió en Roma. Tiene la visión de Oriente y Occidente, ¿cuál cree que es el reto más importante para los dominicos a día de hoy?

—La renovación de nuestra vocación como predicadores del Evangelio. Eso implica todos los aspectos de nuestra vida: vida en común, observancias, estudio, servicios, el balance delicado entre la vida común y el ministerio, porque a veces el servicio nos lleva fuera de la vida común, y a la vez tenemos una vida conventual que nos hace ser lo que somos como dominicos. El segundo reto es, por supuesto, ser capaces de estar seguros de que todo lo que hacemos es para construir el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Es nuestro propósito, era el propósito de santo Domingo de Guzmán y san Francisco de Asís. ¿Cómo construir la Iglesia?

—Siendo filipino, la situación en su país con las políticas de Duterte es, cuanto menos, polémica. ¿Qué opina de ellas?

—No se trata de política, sino del mandamiento «no matarás», el respeto a la vida; los asesinatos que están sucediendo son terribles. En otros sitios del mundo, han podido controlar el problema de la droga por otros medios. Además, después de tantos años, las drogas siguen circulando por Filipinas de manera rampante.Eso nos dice que el método no es efectivo. Por último, cualquier jefe de Estado tiene que respetar la religión, a todas las confesiones. Pero él ha mostrado en público que es muy irrespetuoso. Lo mínimo que podemos decir es que están siendo malos tiempos en Filipinas.

—¿Por dónde podría ir la solución?

—En todo el mundo, seguro que lo has visto, hay gobiernos o jefes de Estado sin humanidad básica siendo elegidos. Criticamos a estos líderes, pero han sido elegidos por el pueblo. Son un reflejo, hasta cierto punto, de lo que la gente es. Para mí, eso es lo más preocupante.

—¿Cree que tiene que ver con el predominio de las emociones en nuestra sociedad?

—Sí, o es una racionalidad de otro tipo lo que está sucediendo.

«Me gustaría ver el nombramiento de Auza como un fruto de los misioneros españoles que cruzaron el Atlántico, México y el Pacífico».

—¿La orden dominicana, teniendo uno de sus pilares en el pensamiento intelectual, puede aportar algo positivo?

—Claro, muchos frailes están en universidades, y la Orden tiene universidades. Deberían ser lugares en los que debatir todas estas cuestiones con interlocutores diferentes a nosotros que no suelen venir a la Iglesia. La esfera pública debe darse en la universidad.

—Precisamente, una de las universidades dominicas más prestigiosas es la de Santo Tomás de Manila.

—Sí, fui profesor allí, en el seminario central, y los seminaristas no están separados de los laicos con los que van a servir. Crecen en una atmósfera compartida.

—En esa universidad estudió el actual nuncio apostólico en España, ¿llegó a coincidir con él?

Bernardito Auza es de una promoción anterior a mí, pero cuando yo era rector del seminario y visité Estados Unidos, él estaba ya en la ONU como secretario de la delegación vaticana. Le conocí entonces, en Nueva York. Además, él va a todas las reuniones de antiguos alumnos.

—¿Cómo definiría al nuncio?

—Nunca lo he conocido como profesor o seminarista. Pero es evidente, si la Santa Sede le eligió para ser parte de la delegación de Naciones Unidas, significa que tiene capacidad para las relaciones internacionales. Fue luego nuncio en Haití, y después en las Naciones Unidas, el espacio de todos los espacios. Ahora ha sido destinado a España, un país que importa mucho a la Santa Sede. Y justo ahora, cinco siglos después, el nuncio en España es filipino, como si la fe que nos fue compartida es, en cierta manera, llevada de vuelta. Me gustaría ver el nombramiento de Auza como los frutos de los misioneros españoles que tuvieron el valor y la heroicidad de cruzar el Atlántico, después México, y luego el Pacífico. Imagínatelo, en sus viajes no había jet lag.

España, área de evangelización

—En sus 2 semanas en España, ¿cuáles han sido sus impresiones?

—Es mi primera vez. Madrid la una ciudad muy organizada y limpia. He visitado algunos conventos y el monasterio de las hermanas contemplativas de Santo Domingo el Real. Me ha impresionado mucho ver cómo frailes, que no eran jóvenes, trataban de ser buenos servidores. Uno, por ejemplo, estaba en las misiones antes de que yo naciera. Tenía el prejuicio de que las iglesias iban a estar vacías, ¡pero no es cierto!

—El Papa ha publicado Querida Amazonía. La tradición de los dominicos desde Montesinos con la defensa de los pueblos indígenas llega hasta hoy, en la selva amazónica

—Todo lo que es importante para la Iglesia lo es para la Orden Dominicana. El Santo Padre nos ha mostrado que cuando habla de las periferias, habla de esta en concreto y la hace central. Para los dominicos en España la Amazonía es central, por tantos misioneros que tienen. El vicariato apostólico de Puerto Maldonado, en la selva, es el único que a día de hoy tienen confiado los dominicos en todo el mundo, aunque antes haya habido alguno más.

—¿Cuál piensa que puede ser el mayor reto para la Iglesia hoy en día?

—Creo que lo primero, ad intra, es la unión real, porque hay divisiones. El Cuerpo de Cristo está herido por estas polémicas. Creo que es una pérdida de tiempo estar debatiendo de todo esto con tanto trabajo por hacer, tantos servicios que tenemos que dar como Iglesia.

—¿Y ad extra?

—Intenta hacer el experimento mental: En ningún otro momento de la historia universal había habido tanta gente que no había escuchado el Evangelio. Hoy día hay más gente que no ha escuchado el Evangelio incluso que cuando vivían los apóstoles, porque hoy día hay miles de millones en la Tierra. El trabajo por hacer para la Iglesia es tremendo.

—Qué balance haría de los nueve años de su predecesor, Bruno Cadoré?

—El capítulo de Roma le pidió ayudar en la reestructuración de la Orden, y lo ha hecho muy bien. Creo que mi trabajo es una continuación de ello, centrarme más en formación, no solo en la inicial sino en toda. Es lo que la Iglesia universal ha hecho en la Ratio Formationis Institutionalis, que ve la formación como un proceso continuo, desde el principio hasta la muerte, porque mucha gente pensamos que la formación está no solo desde que se entra al seminario hasta la ordenación, sino durante toda la vida.

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