(Gaudium Press) La violencia que afecta incluso a los sacerdotes, la corrupción y los graves males morales como el aborto fueron destacados por el purpurado, quien puso especial énfasis en el avance de la ideología de género en la sociedad, la cual calificó como una «pretensión diabólica».
Tras recordar el reinado de Cristo sobre el universo, el cardenal cuestionó: «¿Por qué, pues, los cristianos vivimos con miedo? ¿Por qué de pronto nos parece que la batalla final la va ganando el Príncipe de este mundo?». Diversas realidades contrarias a la fe y las estructuras de pecado del país fueron denunciadas por el Cardenal, quien recordó el deber de realizar un anuncio profético que guíe a la sociedad lejos de las cosas que la separan de Dios.
«A toda esta decadencia moral y humana, ahora se agrega un nuevo pecado al que el Papa emérito Benedicto XVI llamó 'el pecado de la rebeldía de la criatura contra su Creador'», explicó el Cardenal. «Una perversión que se le conoce como 'ideología de género'», que niega un principio de fe fundamental, e incluso una verdad biológica: 'Y Dios los creó hombre y mujer, hombre y mujer los creó'«. El aceptar los postulados de esta teoría significa no aceptar la sexualidad humana como don de Dios, sino manipularla según la propia elección. «Hoy se pretende enmendar la plana a Dios, es tanto como decir: tu creación no está bien, y yo la voy a corregir, yo te voy a enseñar lo que es bueno y malo, porque yo soy conocedor del bien y del mal, es la pretensión diabólica de pretender usurpar el lugar de Dios y corregir su creación».
El purpurado recordó a los sacerdotes que no se pueden callar y observar «cómo el mal y su ideología satánica empieza a contaminar a las familias, y sobre todo a los niños y jóvenes«, y menos aún contaminarse con esas ideas propuestas como un supuesto progreso. ¡Cuidado con la corrupción de nuestra conciencia y la de quienes nos han sido confiados! Atentos a la perversión, que no es otra cosa sino aquello que dice el profeta Isaías: 'Ay de los que llaman mal al bien y bien al mal'».
Sobre estas realidades, el cardenal Rivera invitó a los sacerdotes a vivir con esperanza. «Cristo es el es el Alfa y el Omega, el principio y el fin, y nosotros, sus sacerdotes, debemos tener plena confianza en su victoria final», exhortó. «Queridos sacerdotes: fortalezcan a su pueblo con esta esperanza, no desfallezcan ni cedan al desánimo, no claudiquen ante el avance del mal y el triunfo de los malvados; anuncien y defiendan en todas partes la verdad del Evangelio».
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