Hay elogios que matan (Marciano Vidal y Amoris Laetitia)

La semana pasada, tuvo lugar en Madrid la celebración de las “II Conversaciones” de la editorial PPC (propiedad de los marianistas) y del Instituto Superior de Pastoral (perteneciente a la Universidad Pontificia de Salamanca).

El orador más conocido fue el redentorista Marciano Vidal, famoso porque, siendo profesor en varias universidades, propuso una doctrina moral heterodoxa conocida como la “moral de actitudes”. Esta moral tiene como núcleo principal la idea de que la unión con Dios, el estado de gracia, no se pierde con los pecados, por muy graves que sean, siempre que se mantenga una “actitud” u opción fundamental hacia Dios. Por resumir, se trata de una especie de luteranismo secularizado, en el que la justificación por la fe del reformador alemán se sustituye por ese concepto vago y difuso de opción fundamental, que todo lo justifica y que convierte los pecados más graves en equivocaciones irrelevantes y sin consecuencias. En ese sentido, enseñó durante años, por ejemplo, que la masturbación, el uso de anticonceptivos, la esterilización o las relaciones homosexuales, entre otras cosas, no tenían por qué romper la comunión con Dios.

Fray Marciano aprovechó el caos posconciliar para difundir sus heterodoxias a diestro y siniestro con gran éxito, ya que su moral secularizada resultaba muy atractiva en una época en la que la obsesión era amoldarse como fuera al mundo. Por desgracia, tanto los obispos como sus superiores mantuvieron silencio durante años, mientras sus obras, especialmente el libro Moral de actitudes, se difundían por todas partes, especialmente en seminarios y universidades católicas, haciendo un daño irreparable a la conciencia moral de una generación entera de sacerdotes, teólogos y obispos (cuyos frutos estamos recogiendo ahora).

A pesar de estas miserias de la debilidad humana, Dios no abandonó a su Iglesia. Ese triunfante ambiente de subjetivismo y confusión en sustitución de la moral católica de siempre se topó con un obstáculo inamovible en forma de la encíclica Veritatis Splendor, esa estupenda encíclica odiada por todos los heterodoxos en materia de moral porque dejó al descubierto los errores de sus desviaciones. En ella, San Juan Pablo II reiteró la moral tradicional de la Iglesia, basada en la Revelación y en la verdad objetiva, y condenó los errores contra la misma, como el subjetivismo, la moral de la opción fundamental, el consecuencialismo moral, el relativismo cultural o la autonomía de la conciencia respecto de la ley divina. Reafirmó asimismo el principio moral católico fundamental, presente ya en los mandamientos de la ley de Dios, de que existen acciones intrínsecamente malas, que no se pueden justificar en ninguna circunstancia. Fue un golpe terrible contra las desviaciones de las décadas anteriores, incluidas las del propio Marciano Vidal.

En este nuevo ambiente, la Congregación para la Doctrina de la Fe se ocupó finalmente de los errores de Marciano Vidal de forma específica. Sus conclusiones sobre las obras más importantes del redentorista mostraron, como no podía ser menos, que la moral de Marciano Vidal era básicamente un compendio de todos los errores de su época: “no consigue conceder normatividad ética concreta a la revelación de Dios en Cristo”, es una ética influida por la fe “pero se trata de un influjo débil, porque se yuxtapone de hecho a una racionalidad secularizada enteramente proyectada sobre un plano horizontal”, “no se resalta suficientemente la dimensión vertical ascendente de la vida moral cristiana”, “grandes temas cristianos como la redención, la cruz, la gracia, las virtudes teologales, la oración, la bienaventuranzas, la resurrección, el juicio, la vida eterna, además de estar poco presentes, no tienen casi influjo en la presentación de los contenidos morales”, “papel insuficiente” de la Tradición y el Magisterio moral de la Iglesia”, “concepción deficiente de la competencia moral del Magisterio eclesiástico” y se “separa críticamente” de la doctrina de la Iglesia (Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, Congregación para la Doctrina de la Fe, 22 de febrero de 2001). En particular, señalaba que el libro de Marciano Vidal no aceptaba “la doctrina tradicional sobre las acciones intrínsecamente malas y sobre el valor absoluto de las normas que prohiben esas acciones”, un error que, como veremos, resulta especialmente relevante hoy en día.

La Congregación decidió que sus libros “no pueden ser utilizados para la formación teológica” y que Fray Marciano debía “reelaborar especialmente Moral de Actitudes” (que ya iba por la octava o novena edición y había sido traducido a multitud de lenguas) “bajo la supervisión de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Española”.

En apariencia, el P. Vidal se sometió al dictamen de la Congregación, aunque a regañadientes. Unos días después, sin embargo, volvía a proponer sus tesis heterodoxas en dos conferencias organizadas por la Conferencia Española de Religiosos (lo que motivó que Santiago Martín escribiera un artículo con el título “¿Tomadura de pelo?”). El mandato de aceptar la supervisión de la Conferencia Episcopal en una nueva edición de su libro Moral de Actitudes se solucionó fácilmente no volviendo a editar ese libro en particular y promoviendo las mismas tesis contenidas en sus otros libros.

Sorprendentemente (o quizá no tanto), en la conferencia de la semana pasada Antonio Ávila, el Director del Instituto Superior de Pastoral comenzó elogiando al P. Vidal precisamente por sus posiciones heterodoxas, dejando claro que consideraba un mérito que hubiera sido corregido por la Congregación para la Doctrina de la Fe y que se haya mantenido en sus trece a pesar de esa corrección: “Es un gran sabio, misericordioso como persona y como moralista, y una persona libre, aunque tuvo que pagar por ello un precio alto”.

Notemos ya desde el principio la trampa: “misericordioso” es siempre el que dice a los demás que pueden seguir pecando. Al que adultera, se masturba, usa anticonceptivo, tiene relaciones homosexuales o comete cualquier otro pecado grave, el “misericordioso” le dirá que no pasa nada, que puede seguir caminando por la senda ancha que lleva al infierno, porque todo da igual. No parece importarles a estos seudomoralistas que el concepto de misericordia de la Iglesia haya sido siempre, desde el mismo Cristo, el contrario: la verdadera misericordia es sacar del pecado, no dejar que el prójimo se hunda en él.

Con estos antecedentes, uno pensaría que la conferencia sería más bien prescindible, pero no fue así. Al contrario, como veremos, la conferencia de Marciano Vidal fue clarividente y, a mi juicio, contribuyó enormemente a clarificar la situación actual de la enseñanza de la moral en la Iglesia.

Dejaremos a un lado la parte más mezquina de la conferencia, como el indisimulado júbilo por el supuesto desaire sufrido por el Card. Müller al no ser elegido para presentar la exhortación postsinodal, las burlas contra varios obispos españoles o el hecho de calificar a sus oponentes teológicos como aquellos que “quieren seguir en la dinámica del poder”. O la vergonzosa desfachatez de señalar como “innovación” de Amoris Laetitia la “integración positiva de la sexualidad”, que, en su opinión, era “lo más llamativo para el pueblo, la mayor innovación” de la exhortación. Puesto que no cabe suponer la ignorancia en un profesor de moral, resulta indudable que se trataba de un desprecio intencionado a la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, como si esa síntesis teológica no integrara “positivamente” la sexualidad ni la Iglesia lo hubiera hecho nunca en dos mil años de historia hasta que llegó el propio Vidal.

En cualquier caso, como era previsible, durante la conferencia Fray Marciano se reafirmó en sus errores, empezando por reiterar su apoyo a los métodos anticonceptivos artificiales y su rechazo a la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI. Asimismo, explicó que no hay problema en que los divorciados en una nueva unión comulguen, a condición de que “no se ofendan derechos de terceros” (olvidando que el adulterio, por su propia naturaleza, siempre es una injusticia contra el cónyuge, al margen de lo que diga o piense el propio cónyuge, cf. Catecismo de la Iglesia Católica 2381), que “la nueva situación sea más cristiana y más correcta” (como si un pecado mortal como el adulterio pudiera ser “más cristiano y más correcto”; es decir, pura moral de actitudes), que “no haya escándalo en la comunidad” (omitiendo decir que, si no hay escándalo cuando alguien adultera es porque heterodoxias como las del propio Vidal han deformado previamente la conciencia de esa comunidad) y que “no se quiera comulgar por prestigio social” (condición meramente de relleno, porque se puede decir lo mismo de cualquier comunión).
Por supuesto, para el redentorista “la decisión es del creyente laico, sin que esté ni siquiera obligado a acudir al diálogo pastoral con el sacerdote”, porque el sacerdote no tiene un medidor de actitudes y opciones fundamentales. El propio creyente laico tampoco tiene ese medidor, claro, pero esto es una ventaja, porque así puede inventar lo que quiera sobre el asunto y seguir pecando en paz, que es de lo que se trata.

¿Por qué me parece importante esta repetición de antiguas heterodoxias ya condenadas? Porque la conferencia de Fray Marciano estaba dedicada a la exhortación postsinodal Amoris Laetitia, con el título “Amoris Laetitia: hacia un nuevo paradigma eclesial del matrimonio.Con particular atención a las situaciones especiales”. El redentorista no escatimó los elogios al texto de la exhortación: “este texto maravilloso del Papa Francisco", “uno de los más valiosos” del Papa, “mirada realista", “otra manera de escribir", un “castellano precioso”, etc. Hay amores (y elogios) que matan, sin embargo y con sus elogios a Amoris Laetitia, lo que consiguió Marciano Vidal fue señalar graves carencias de la exhortación postsinodal.

De una forma que sería inconcebible para cualquier católico de una época anterior a la nuestra, el redentorista afirmó que Amoris Laetitia introduce “un nuevo paradigma eclesial (teológico-pastoral) de matrimonio”, superador de lo enseñado por los padres de la Iglesia y los teólogos y el magisterio de la Edad Media, Trento y todas las épocas posteriores hasta Marciano Vidal y Amoris Laetitia. Esto, que al P. Vidal le parece un elogio, ya que su postura consiste en el rechazo de la moral de la Iglesia, en realidad es una terrible acusación desde un punto de vista católico. En efecto, la autoridad del Papa y de la Iglesia está destinada precisamente a custodiar el depósito de la fe recibida, explicándolo cada vez mejor y profundizando en él, no a innovar y a cambiar ese depósito. Como explicó el entonces cardenal Ratzinger, “la autoridad del Papa está vinculada a la Tradición de la fe […] No es ilimitada; está al servicio de la sagrada Tradición”. Si un Papa negase la Tradición que ha recibido, estaría destruyendo con ese mismo acto su propia autoridad.

Asimismo, dijo Fray Marciano en su conferencia, con una contundencia brutal, que “Amoris Laetitia es la contra Veritatis Splendor, es decir un texto que deseábamos como reparación a ese otro que frenó la renovación de la Teología moral del Vaticano II”. Recordemos que, como quedó claro en el dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para Marciano Vidal la “renovación de la Teología moral” es un sinónimo de abandono de la moral de la Iglesia y su sustitución por la amoralidad del mundo de hoy. Es muy significativo, por lo tanto, que vea en Amoris Laetitia su misma intención de cambiar la moral de la Iglesia por otra nueva, completamente distinta.

Aunque en otro momento y de forma bastante incoherente, el redentorista dijo también que el cardenal Coccopalmerio había demostrado que no había oposición entre Veritatis y Amoris, lo cierto es que dedicó el resto de la conferencia a mostrar que, en realidad, sí que creía que existía esa oposición, al señalar en Amoris Laetitia sus mismas posiciones morales… que fueron condenadas de plano por Veritatis Splendor. Por ejemplo, al afirmar que “los divorciados vueltos a casar pueden comulgar” no lo hizo por su propia autoridad, explicó que con ello no hacía más que basarse en la carta de los obispos de Buenos Aires (la “única posible” según el propio Papa). Ponía así de manifiesto que la interpretación de Amoris Laetitia promovida de los obispos de Buenos Aires, Malta y Alemania, entre otros, está en la línea de su propia moral heterodoxa y frontalmente en contra de la encíclica Veritatis Splendor de San Juan Pablo II. Esta oposición se manifiesta de forma especial en lo referente a la negación de la existencia de acciones intrínsecamente malas, en particular el adulterio, ya que para considerar que una situación adulterio puede ser “más cristiana y correcta” es absolutamente necesario negar que esa acción sea intrínsecamente mala.

En ese sentido, yendo más allá de ambigüedades y afirmaciones de circunstancias, el redentorista deja clarísimo que, a su juicio, la argumentación de Amoris Laetitia adolece de los errores condenados por la Veritatis Splendor y que son precisamente los del propio Marciano Vidal. ¿Podría ser que haya hecho falta que viniera un teólogo heterodoxo a decir que el rey está desnudo? Eso indicaría que todos esos obispos que ya están dando la comunión a los divorciados a la vez que pretenden que lo que hacen es un “desarrollo de la doctrina de Juan Pablo II” se engañan a sí mismos y a los fieles. Al menos para Marciano Vidal (y hay que reconocer que lo argumenta de forma bastante convincente), los presupuestos de Amoris Laetitia son contrarios a los de la enseñanza de Juan Pablo II y de la doctrina de los dos mil años anteriores. De hecho, son los mismos presupuestos de Marciano Vidal, de su maestro Bernard Häring (también redentorista), del P. Masiá, de Charles Curran, de Lutero (convenientemente secularizado, porque hasta Lutero era demasiado católico para los pseudomoralistas actuales) y de tantos otros autores similares.

Asimismo, Vidal resaltó la oposición entre Amoris Laetitia y Familiaris Consortio, también de San Juan Pablo II, al criticar que los cuatro cardenales de los dubia y el Instituto Juan Pablo II se opusieran “a lo que dice el Papa” porque “creen que [Familiaris Consortio] es definitiva”. Esto tiene una conclusión clara: ya tengan razón los cardenales, el Instituto y Familiaris Consortio o tenga razón Amoris Laetitia, de lo que no cabe duda según Marciano Vidal es de que Amoris Laetitia y Familiaris Consortio se oponen (porque de otro modo sería irrelevante que la segunda fuera o no definitiva).

Esto también es muy significativo, porque en la propia exhortación postsinodal se cita Familiaris Consortio para dar una imagen de continuidad, aunque cortando el final de la cita y llegando a la conclusión opuesta que la del magisterio de Juan Pablo II (y de toda la doctrina de la Iglesia anterior). Fray Marciano deja claro que, al menos a él, esa estrategia no le convence en absoluto, porque ve con claridad que, al margen de apariencias, la sustancia es completamente distinta.

Especialmente clarividentes son las alusiones de Marciano Vidal a lo que considera aprobadoramente como una forma solapada de fomentar la heterodoxia en la exhortación: lo que él llama las “perspectivas insinuadas” y los “silencios, especialmente sobre la ética de la procreación”. De esta forma, Vidal dice lo que tantos teólogos ortodoxos, quizá por respeto al Papa, no se han atrevido a decir: que en la exhortación se insinúa de forma solapada la heterodoxia, para evitar que quede clara su oposición a la doctrina de la Iglesia. Es decir, que en ella se sugiere sin decirse que los divorciados pueden comulgar, que no hay acciones intrínsecamente malas, que no existen los pecados mortales, que el adulterio solo es verdaderamente malo cuando se trata mal al cónyuge, etc., porque si se dijera abiertamente los católicos se rebelarían.

Curiosamente, hubo otro teólogo, de una línea similar a la de Marciano Vidal, que afirmó lo mismo en una conferencia de prensa, también sobre Amoris Laetitia, celebrada el 3 de mayo del año pasado. Se trata de Mons. Bruno Forte, que explicó que durante el Sínodo el Papa Francisco bromeó diciendo que “si hablamos explícitamente sobre la comunión para los divorciados vueltos a casar armaremos un tremendo lío”. Después, el Papa le dijo a Mons. Forte, “no hablaremos de esto abiertamente; háganlo de tal manera que las premisas estén ahí, luego yo sacaré las conclusiones”.

Es imposible no darse cuenta de que los elogios de Fray Marciano Vidal constituyen una de las más fuertes objeciones que podrían hacerse contra el texto del Papa Francisco. Si un teólogo heterodoxo reafirma su heterodoxia y desprecia al beato Pablo VI y a San Juan Pablo II a la vez que elogia al Papa Francisco, ¿no habrá que preocuparse? Si ese mismo teólogo heterodoxo se congratula de lo que dice la exhortación Amoris Laetitia y aprovecha para rechazar de nuevo la Humanae Vitae y la Veritatis Splendor, ¿no será porque no existe continuidad entre la primera y las segundas? Marciano Vidal no es precisamente una autoridad fiable en cuanto a moral de la Iglesia, pero puede suponerse que conoce al menos sus propias teorías morales. ¿Cómo no preocuparse, entonces, cuando identifica sin ninguna duda esas teorías morales (heterodoxas y condenadas) con los presupuestos fundamentales de la exhortación postsinodal?

Curiosamente, los elogios de Marciano Vidal reflejan de forma casi exacta las críticas de autores como Spaemann, Burke, Brandmüller, CaffarraAnna M. Silvas, Douglas Farrow, Claudio Pierantoni, Stefano Fontana, José Antonio SayésRussell Ronald RenoEdward Peters, Riccardo Cascioli, Antonio Livi, Livio Melina, de sacerdotes y fieles de todo el mundo, las que (modestamente) hemos hecho aquí en InfoCatólica y las que han realizado de forma indirecta pero no menoscierta multitud de obispos de todo el mundo al interpretar el texto a la luz de la doctrina tradicional de la Iglesia y corrigiendo con ello sus ambigüedades, carencias y defectos. En cualquier caso, al margen de la valoración elogiosa o crítica que se pueda hacer de los presupuestos en los que se basa la exhortación postsinodal, esta coincidencia parece dejar claro que esos presupuestos de Amoris Laetitia no son los de la moral católica que siempre ha enseñado la Iglesia.

Esto me hace pensar que la conferencia del redentorista podría considerarse un éxito por una razón muy sencilla: es posible que, por primera vez en su vida, Marciano Vidal haya clarificado un tema de moral en lugar de oscurecerlo.

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