(InfoCatólica) Mons. Portella aboga por buscar el equilibro entre «el cuidado a la fidelidad del Evangelio por un lado, y por el otro, la responsabilidad misionaria», pero advierte que cuando «nos encerramos en nuestras propias particularidades, nos olvidamos de que uno de nuestros mayores testimonios es exactamente el de la unidad».
Queridas hermanas, queridos hermanos:
¡Bendito sea Dios que nos reunió en el amor de Cristo!
En nombre de todos los que directamente están involucrados en la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ2013), en nombre de los que, genéricamente, somos conocidos como COL, Comité Organizador Local, quisiera agradecer las participaciones fraternas que hemos recibido en virtud de algunas decisiones realizadas en relación a puntos específicos del gran conjunto que es la Jornada.
Nos alegramos del testimonio de celo por el Evangelio, por el decidido amor a la Iglesia y la preocupación con el riesgo de profanar lo que es sagrado. Compartimos estas preocupaciones. Quien está directamente involucrado en los planeamientos y en las opciones, no siempre consigue el distanciamiento necesario.
Gracias a Dios, no estamos solos. Contamos con nuestros obispos. Contamos con el diálogo sincero, fraterno y eclesial con el Pontificio Consejo para los Laicos, organismo responsable, por parte de la Santa Sede, de la organización de la Jornada. Contamos con aquellos amigos que caminan con nosotros desde los inicios de la preparación de la Jornada. Contamos con asesorías no sólo técnicas, sino también pastorales. Contamos, finalmente, y en medio de todo esto, con la gracia de Dios que nos guía.
Sabemos que el momento actual de la historia de la humanidad se ve marcado por un fuerte pluralismo, en el cual la variedad de modos de pensar y de existir es un factor, al mismo tiempo, estimulante y perturbador. Somos conscientes también que, exactamente por ser éste un contexto profundamente pluralista, cada uno de nosotros corre el riesgo de considerar que nuestro propio punto de vista es el único. Esto es válido para cualquiera que viva en estos tiempos, en el que todo es tan diversificado, en el cual las posturas, opciones y acciones pueden seguir sólo Dios sabe cuántos rumbos.
La verdad es que en cada momento somos llamados a tomar decisiones. Y, al preparar la Jornada, hemos tomado muchas decisiones. Somos conscientes de que otras personas seguirían opciones diferentes y que las nuestras no son capaces de agradar a todos. En verdad, ninguna decisión lo es.
En el preciso momento de tomar decisiones, buscamos equilibrar el cuidado a la fidelidad del Evangelio por un lado, y por el otro, la responsabilidad misionaria. En esta humana dificultad de llegar al perfecto equilibrio, seguimos el lema de la JMJ Rio 2013, en la dirección de la responsabilidad misionaria, pues estamos seguros de que quienes ya se encontraron con el Señor son llamados a, humildemente, dirigirse en dirección a aquellos que todavía no Lo han encontrado. Los siervos son llamados a seguir a su Señor, quien «siendo rico, se hizo pobre para enriquecer a todos» (cf 2 Cor 8,9). A semejanza de su Señor, los siervos no temen salir en búsqueda de todos. Ellos saben que no pueden cerrarse en sí mismos (cf Filip 2,5ss). Cuando nos encerramos en nuestras propias particularidades, nos olvidamos de que uno de nuestros mayores testimonios es exactamente el de la unidad. La intolerancia ofusca la fascinación por el Evangelio.
Cuando observamos la vida de los patronos e intercesores de la Jornada, recordamos que ellos fueron escogidos precisamente porque, en la época en que les tocó vivir, encontraron grandes desafíos para llevar el Evangelio a aquellos que todavía lo desconocían. Estos jóvenes santos mostraron con sus vidas el amor y la compasión para con los que todavía necesitaban ser despertados a la verdadera felicidad.
La Jornada no agota el conjunto de acciones de la Iglesia para con los jóvenes. Ella despierta a los jóvenes para Jesucristo y despierta a la Iglesia, aún más, para los jóvenes. La Jornada Mundial de la Juventud no se resume a los actos centrales, a pesar de que estos sean los más difundidos y, por esta razón, los más focalizados. Vivir la Jornada exige participar en todo el conjunto de eventos, con la seguridad de que uno sólo de ellos sólo será bien comprendido si es vivenciado en conjunto con los demás.
No juzgamos, a quien quiera que sea, pues nosotros mismos nos consideramos pecadores, los primeros en suplicar la Misericordia Divina. En este sentido, reiteramos el agradecimiento por su preocupación con la Jornada y les invitamos a estar con nosotros.
Monseñor Joel, secretario ejecutivo de la JMJ Rio2013
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