(InfoCatólica) En su homilía de ayer domingo, 4 de julio, el arzobispo indica no se siente «un profeta, pero soy un discípulo de los apóstoles y creo que tengo el deber también de proclamaros la Palabra de Dios, y de iluminar nuestra historia y los acontecimientos de nuestra historia desde esa Palabra de Dios». Y a continuación, se refiere a las leyes de ingeniería social aprobadas recientemente en España:
«En estas últimas semanas, hay un par de acontecimientos. La aprobación de la ley de la eutanasia y la puesta en marcha de la ley de la eutanasia. Y la aprobación y la puesta en marcha de la llamada “ley trans”, que son leyes, ambas, inicuas, en cierto sentido criminales y ante las que la Iglesia no puede callar».
El prelado asegura que desde la segunda mitad del siglo XVII se impuso el «Despotismo Ilustrado», que es la «primera forma de totalitarismo». Y añade que no puede pedir a los gobernantes algo de lo que carecen por ser paganos:
«Yo no pido a unos legisladores, que son paganos, que tengan criterios cristianos a la hora de legislar. No se les puede pedir. En el fondo, ni siquiera les pido que respeten derechos humanos que para nosotros son evidentes. Pero si algo caracteriza el abandono de la Tradición cristiana es la caída de las evidencias».
A continuación, recuerda que «cuando falta Jesucristo como el centro de nuestra vida, el centro de nuestros deseos y de nuestros pensamientos, la razón se enturbia. No es que entonces empieza a funcionar la razón en contra de la fe. Eso es parte de la propaganda anticristiana del siglo XIX. Cuando se pierde a Jesucristo, lo primero que se enturbia es la razón».
Y advierte a los fieles:
«Sólo quiero deciros que vayáis aceptando que nuestra sociedad no se rige por la razón. Se rige por criterios de intereses humanos, de intereses de grupos, de intereses de poder, o por relaciones pura y simplemente de poder. Pero lo mismo que pasa con la razón pasa con la libertad. La libertad convertida en un absoluto de que cada uno puede hacer verdaderamente lo que quiere, volviéndose contra sí misma, ha generado las dictaduras más terribles».
Además recuerda que «San Juan Pablo II lo dijo: una democracia sin valores se corrompe y degenera facilísimamente en una dictadura. Explícita o encubierta. Y nosotros estamos en ese proceso. Estamos en el camino hacia una tercera dictadura, de un modo o de otro, porque se imponen leyes que van contra el bien común».
Y advierte de lo que ocurrió cuando las leyes se hicieron conforme a sentimientos errados:
«Que la “ley trans”, por ejemplo, convierte -como decía hace unos días el Secretario General de la Conferencia Episcopal- el sentimiento en categoría jurídica. No es la primera vez que pasa. En los años 30 y 40 del siglo pasado, el sentimiento de superioridad de la raza aria dio lugar a millones de muertos cuando se convirtió en ley».
El arzobispo de Granada señala lo absurdo de dialogar con quien no quiere:
«Mis queridos hermanos, vamos a pedirle al Señor. Tenemos que orar mucho y tenemos que pedirle que nos fortalezca en el uso de la razón. Tampoco se dialoga con alguien que cree en la magia razonando. No se discute razonando. Y con un mundo pagano no se discute desde categorías como «dignidad de la persona humana»… Si una sola bomba puede matar a 600.000 personas, ¿qué hablamos de dignidad de la persona humana, dónde está eso? Cuánto tiempo hace que eso no cuenta en la vida política de los pueblos, en Europa, que es donde esas categorías nacieron al principio de la modernidad. A quién le importa. Al Señor. Al Señor le importa. Que Él nos ayude».
Y:
«Repito, es como un diálogo de sordos: nosotros hablamos de la dignidad de la persona humana y de los derechos humanos y no produce mas que sonrisas y no pasa nada, ni cambia nada. Sólo el testimonio de unas vidas decididas a vivir como el Señor nos da a vivir y con la libertad de los hijos de Dios puede permitir que con el tiempo esta sociedad descubra el bien que es Jesucristo para la vida y puedan entonces cambiar en sus modos de proceder».
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