Católicos de Hong Kong escriben a los obispos de todo el mundo pidiendo que se opongan al acuerdo entre China y el Vaticano

(Asia News) En una carta abierta dirigida a los obispos del mundo, solicitan que pidan a la Santa Sede que se detenga el acuerdo, y que se proceda a reajustar el mismo brindando garantías precisas sobre la libertad del pontífice en lo que atañe a nombrar obispos, además de garantías para ejercer una auténtica libertad religiosa, para los cristianos y la sociedad. Entre los firmantes figuran académicos, abogados y activistas por los derechos humanos. El texto, que fue enviado a AsiaNews, también puede ser hallado en el sitio: http://www.freecatholicsinchina.org/ y está abierto a adhesiones.

Su Eminencia y Excelentísima reverencia:

Somos un grupo de católicos. Recientemente, han surgido algunas noticias que indican que la Santa Sede y el gobierno de la República Popular china habrán de llegar a un acuerdo sobre la cuestión del nombramiento de obispos, así como sobre el reconocimiento de siete «obispos» ilícitos. Estamos en profundo estado de shock y sumamente contrariados por esto. Con nuestro amor y apoyo a la Santa Madre Iglesia, esperamos que Usted y todas las Conferencias episcopales presten atención al desarrollo de estos hechos.

Según la enseñanza de la Santa Madre Iglesia, los obispos son sucesores de los apóstoles, y tienen el deber de guiar y cuidar de la grey: «La Iglesia es apostólica: está fundada sobre cimientos duraderos: los doce Apóstoles del Cordero (Apocalipsis 21, 14). Ella es indestructible (Mateo 16, 18); y se conserva infaliblemente en la verdad; Cristo la gobierna por medio de Pedro y de los demás Apóstoles, presentes en sus sucesores, en el Sumo Pontífice y en el Colegio de Obispos» (Catecismo, 869). Por lo tanto, todos los obispos deben ser nombrados por el Sucesor de Pedro –el Santo Padre, el Papa. Y ellos deben ser hombres de principios morales y de sabiduría. El gobierno no debe jugar ningún rol en el proceso de selección:

«el derecho de nombrar y crear a los Obispos es propio, peculiar y de por sí exclusivo de la autoridad competente. Por lo cual, para defender como conviene la libertad de la Iglesia y para promover mejor y más expeditamente el bien de los fieles, desea el sagrado Concilio que en lo sucesivo no se conceda más a las autoridades civiles ni derechos, ni privilegios de elección, nombramiento, presentación o designación para el ministerio episcopal» (Christus Dominus, n. 20).

Sin embargo, los siete «obispos» ilícitos no fueron nombrados por el Papa, y su integridad moral es discutible. Ellos no gozan de la confianza de los fieles, y jamás han expresado su arrepentimiento en público. Si ellos son reconocidos como legítimos, los fieles de China serían arrojados en medio de una confusión y dolor, y en China se crearía un cisma en la Iglesia.

Comprendemos que la Santa Sede esté deseosa de evangelizar la China de un modo más eficaz. Pero estamos profundamente preocupados por el acuerdo, que podría generar daños irremediables. El Partido comunista chino, bajo el liderazgo de Xi Jinping, ha destruido cruces e iglesias en varias oportunidades, y la Asociación Patriótica mantiene su control sobre la Iglesia con mano dura. La persecución religiosa jamás se ha detenido. Xi incluso aclaró que el Partido va a reforzar su control sobre las religiones. De esa manera, no hay posibilidad de que la Iglesia pueda gozar de mayor libertad. Es más, el Partido comunista chino tiene en su haber una larga historia de no haber mantenido sus promesas. Estamos preocupados porque el acuerdo no sólo fracasará en lo que hace a garantizar una limitada libertad tan deseada por la Iglesia, sino que además dañará la santidad, catolicidad y apostolicidad de la Iglesia, y será un atentado al poder moral de la Iglesia. La Iglesia podría dejar de gozar de la confianza de la gente, y dejar de ser «como el fermento y casi el alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios» (Gaudium et Spes, 40).

En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, nuestro amado Papa Francisco escribe:

«A veces me pregunto quiénes son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana (…) El Señor mismo en su vida mortal dio a entender muchas veces a sus discípulos que había cosas que no podían comprender todavía y que era necesario esperar al Espíritu Santo (cf. Jn 16,12-13). La parábola del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,24-30) grafica un aspecto importante de la evangelización que consiste en mostrar cómo el enemigo puede ocupar el espacio del Reino y causar daño con la cizaña, pero es vencido por la bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo» (224-225).

El Espíritu de Dios tal vez no nos permite proceder (v. Hechos 16,6). Aunque la fuerza del mal crezca, el tiempo pertenece a Dios. Poniendo nuestra confianza en el Señor, la noche oscura podrá pasar. Apresurarse por un resultado inmediato, dando un paso en falso, puede conducir al fracaso total.

Su Santidad siempre ha estado atento a los sufrimientos de los cristianos perseguidos. Él dijo una vez:

«Las ordenanzas jurídicas, gubernamentales o internacionales, están llamadas, por lo tanto, a reconocer, garantizar y proteger la libertad religiosa, que es un derecho intrínsecamente inherente a la naturaleza humana, a su dignidad de ser humano, y es, además, un indicador de una sana democracia y una de las fuentes principales de la legitimidad del Estado». «Es para mí motivo de gran dolor constatar que los cristianos del mundo padecen el mayor número de tales discriminaciones. Las persecuciones contra los cristianos, de hecho, hoy son más fuertes que en los primeros siglos de la Iglesia, y hay más cristianos mártires que en aquella época.»[1].

Creemos que la persecución de los cristianos en China llena de dolor a Su Santidad. Por eso, solicitamos que todo acuerdo se fundamente sobre la protección de la libertad religiosa y el fin de la persecución religiosa. Lamentablemente, los nuevos, así como las versiones revisadas, de las normativas sobre las actividades religiosas, que permiten un mayor control sobre las religiones, fueron implementados a principios de febrero. Con éstos a la vista, no logramos ver ninguna posibilidad de que el inminente acuerdo pueda garantizar que el gobierno chino vaya a detener su persecución contra la Iglesia y ponga fin a sus violaciones a la libertad religiosa.

Su Eminencia reverendísima, nosotros esperamos que ustedes, sus hermanos y su grey continúen rezando por la comunión de la Iglesia en China, así como por su ministerio pastoral. Con amor al pueblo de Dios, les pedimos apelar ante la Santa Sede: Les rogamos repensar el presente acuerdo, y detenerse antes de cometer un error deplorable e irreversible.

¡Que Dios Todopoderoso bendiga a la Iglesia en China!

¡Santos Mártires de China, rogad por nosotros!

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