Oportuna aclaración del Cardenal Sarah, que como mínimo «mata» el modo de proceder tan exitoso en el post-concilio. No hay más que recordar lo ocurrido con el latín, la SC, 54 decía:
En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la «oración común» y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor del artículo 36 de esta Constitución.
Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde.
Si en algún sitio parece oportuno el uso más amplio de la lengua vernácula, cúmplase lo prescrito en el artículo 40 de esta Constitución.
Y ya véis, la misa en latín (no confundir con Vetus Ordo). O con la comunión en la mano, que de tener que solicitar un permiso se pasó a la obligatoriedad en algunas diócesis, o las «monaguillas», o suma y sigue.
El decreto «In missa in Cena Domini» del 6 de enero encargado publicar por el Santo Padre al Cardenal Sarah dice que:
Para manifestar plenamente el significado del rito a cuantos participan, ha parecido bien al Sumo Pontífice Francisco cambiar la norma que se lee en las rúbricas del Missale Romanum (p. 300 n.11): «Los varones designados, acompañados de los ministros…», que debe ser cambiada del modo siguiente: «Los que han sido designados de entre el pueblo de Dios son acompañados por los ministros…» (y, por consiguiente, en el Caeremoniale Episcoporum n. 301 y 299b: «los asientos para los designados»), de modo que los pastores puedan designar un pequeño grupo de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios. Este pequeño grupo puede estar compuesto de hombres y mujeres, y es conveniente que formen parte de él jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, clérigos, consagrados, laicos.
Y ya estan algunos «traduciendo» el «puede estar compuesto» por «tiene que estar compuesto». No les falta apoyo documental, pues en la Nota explicativa del Arzobispo Roche, decía «compete a los pastores elegir un pequeño grupo de personas representativas de todo el pueblo de Dios…»
La presión a la que se ha sometido a algunos sacerdotes ha motivado que pidiesen una aclaración que ha venido a través de Edward Pentin, que se puso en contacto con el Cardenal Sarah:
«Él [Cardenal Sarah] se limitó a decir que cada obispo y sacerdote tiene que decidir de acuerdo con su propia conciencia, y de acuerdo con la finalidad para la que el Señor instituyó esta fiesta. Así, en otras palabras, de ningún modo un sacerdote tiene que [obligación] lavar los pies de las mujeres»
Diane Montagna, refiere algo de historia de la cuestión, como por ejemplo que el lavatorio de los pies ya se realizaba a mujeres, pero sólo por mujeres, antes de que Pío XII la insertase en la misa del Jueves Santo.
También resalta la opinión del , en entrevista a ‘Rorate‘:
«Gracias a Dios ningún sacerdote u obispo está obligado a lavar públicamente los pies a mujeres en el Jueves Santo porque no hay norma vinculante para él, el propio lavatorio de los pies es facultativo»;
o las del jesuita y fundador Ignatius Press, P. Joseph Fessio, SJ:
«Por supuesto, debe quedar claro que se trata de un permiso, no es un requisito»
Personalmente me gustaría que esta aclaración del Cardenal Sarah no fuese a través de una declaración a la prensa, que hubiese algo más formal, pero mejor que nada. Supongo, en mi inmensa ingenuidad, que este aspecto será aclarado, por el bien de las conciencias de muchos sacerdotes.
Publicar un comentario