Estos días he oído una conferencia de Fernando de Haro titulada «Cristianos perseguidos: el genocidio escondido», que me está llevando a replantearme mi fe. Sabíamos todos que cada año son asesinados por su fe miles de cristianos de todas las confesiones, evaluando la OSCE, es decir la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, organismo laico, en casi cientocincuenta mil, las víctimas anuales. Y es que el Cristianismo, que nació como religión perseguida, sigue siendo una religión perseguida, y en estos momentos, claramente es la religión más perseguida.
Dos son los principales motivos de las persecuciones: el odio y la envidia. Es evidente que la mayoría de los musulmanes condenan los ataques contra sus conciudadanos no musulmanes. Sin embargo, este tranquila mayoría comparte una tradicional hostilidad y odio hacia Occidente, hasta el punto de considerar a los ciudadanos cristianos como aliados objetivos de Occidente, que no comparten su lealtad a la Umma [nación musulmana]. Además, la cultura más común entre la mayoría de los musulmanes es el de la «primacía de la mayoría», la «defensa de la religión », la « incredulidad » de los no musulmanes, la identidad religiosa primando sobre la identidad nacional. Así, la aplicación de la Sharía [en sus antiguas o modernas interpretaciones] se considera preferible a la ley civil. Pero los terroristas se consideran como los auténticos musulmanes y consideran a los demás como menos musulmanes. Y «el Islam oficial» generalmente no actúa en contra de ellos, por lo que siguen siendo incapaces de responder a las cuestiones clave relacionadas con los derechos humanos, las leyes de sucesión o el matrimonio con menores. En cambio los cristianos de esas zonas saben que son minorías y su papel es mejorar su país comportándose como ciudadanos leales, si bien en muchas ocasiones los países occidentales no les escuchan y se comportan como elefantes en una cacharrería.La consecuencia de ello es la ausencia de una cultura de la igualdad de la ciudadanía y la emigración de muchas comunidades cristianas, que son los representantes de la antigua historia y la civilización del país y en ocasiones son su elite social, política y cultural.
En cuanto a la envidia dice el libro de la Sabiduría: «Dijeron los malvados: Acechemos al justo, que nos resulta incómodo; se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada, declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta a los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas»(2,12-16).
Dos cosas caracterizan a los cristianos perseguidos: su fidelidad a Jesucristo y su increíble capacidad de perdonar.
Si algo he aprendido de los cristianos perseguidos es que la fe forma parte de su idiosincrasia, Ya hace mucho tiempo me di cuenta que no tenemos una sexualidad, sino que somos seres sexuados. Pues algo así sucede con estos cristianos: su fe está indisolublemente unida a su personalidad, a su idiosincrasia. En su mentalidad ellos no cuestionan a Dios, sino que se sienten acompañados por Él en sus sufrimientos. Muchos de ellos han perdido todo por su fe, incluso varios familiares, pero como dijo Santa Teresa, como sólo Dios basta, nos dan un testimonio de alegría.
Al reflexionar sobre los cristianos perseguidos, me he dado cuenta que hay tres clases de fe: la de aquéllos para quienes la fe es una gabardina de quita y pon, como esa mujer que hace unos años en Damasco se encontró con tres chicas sirias y por si acaso, tuvo una apostasía preventiva: soy española, pero musulmana. Me lo contó con toda naturalidad y sin darle importancia. Otros, tenemos fe, y la fe penetra más o menos profundamente en nuestras vidas, Pero nos hemos quedado en el tenemos. Y otros, como los cristianos perseguidos, que saben que cualquier día van a ser muertos por su fe, no tienen fe, sino que son esencialmente personas con fe. La famosa diferencia entre ser y tener.
¿Qué quieren que les diga ? Pues que me gustaría pertenecer a esta tercera categoría de personas, para quienes la fe es algo consustancial con ellos.
Pedro Trevijano, sacerdote
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