La lucha cultural contra la vida o a favor de la vida continúa. Es una lucha sin cuartel, pero están en juego la vida de muchas personas, sobre todo de aquellos que están para nacer. Y van implicados las madres y los padres de esas nuevas criaturas, y en definitiva toda la sociedad.
La cuestión del aborto no es una cuestión religiosa. A los favorables al aborto les interesa llevar el tema al campo religioso para decir que, si yo no soy religioso, puedo pensar en este tema de otra manera. Más aún, interesa llevarlo al ámbito religioso para poder atacar así a la Iglesia y a los católicos de intransigentes, de totalitarios, de imponer sus convicciones a los demás, etc. Mientras tanto, en la misma línea, se vende el discurso de derechos para todos, liberación de la mujer, cuestión universal del derecho a decidir (se entiende, el derecho a matar al hijo) en contraposición con la esclavitud de asumir las consecuencias de un embarazo no deseado, etc.
La cuestión del aborto es cuestión de vida o muerte. Hay quienes son partidarios de la vida a toda costa, de la vida cuando está en el vientre materno y de la vida cuando está en su ocaso, débil y limitada, de la vida que es útil y de la vida de los inútiles, que no producen, que no sirven, que sólo generan gastos e incomodidades.
Para una postura u otra influyen ciertamente las creencias religiosas o la ausencia de las mismas. Todas las religiones actualmente existentes, no sólo la Iglesia católica, consideran la vida como un don de Dios, y ante ese don responden con la acogida de esa vida en cualquiera de las fases de su existencia. El creyente, sea de la religión que sea, respeta la vida, acoge la vida en todas sus fases, considera la vida con un don sagrado. Por el contrario, el no creyente no tiene nada que agradecer, le molesta incluyo el argumento, afronta el tema de la vida con tal carga de autosuficiencia, que le parece imposible la postura contraria. Y por eso, se siente molesto. Teme incluso que el logrado derecho al aborto sufra menoscabo. También hay no creyentes muy favorables a la vida.
La cuestión de vida o muerte tiene por tanto sus amplificaciones. No es una cuestión neutral. En estos días, con motivo de la campaña mundial «40 días por la vida. El principio del fin del aborto» se han movido las aguas en Córdoba. Se trata de una campaña mundial que agrupa un millón de voluntarios por todo el mundo, 250 en Córdoba. Que ha salvado a casi 20.000 bebés de las garras de la muerte. Y cuyas armas son la oración y el ayuno. Una campaña insoportable para los proabortitas, pero que cala hondo en la conciencia social de nuestro pueblo.
Precisamente porque creemos en Dios, podemos pedirle con confianza que libre de estos enredos de muerte a tantas mujeres que son inducidas al aborto, como la solución de su problema. Y resulta que algunas (más de 20.000 en todo el mundo !) han acogido esta llamada y han permitido nacer a su hijo, que iba a ser abortado. Estas madres y sus hijos están felices de no haber abortado, no hay ni una que se arrepienta de no haber abortado, mientras las hay por miles que se arrepienten de aquel paso mal dado. Si con acciones como esta logramos reducir el número de abortos en España, donde se practican cerca de cien mil cada año, será una bendición de Dios. Más de dos millones de niños han sido eliminados en España en los últimos años por este cauce del aborto provocado, más de dos millones de madres llevan esa marca en su corazón.
La Iglesia --nos recuerda continuamente el Papa Francisco- es como un «hospital de campaña» que acoge a todos, también a las madres que viven este trance, antes o después del aborto provocado. No excluimos a nadie, no rechazamos a nadie, no condenamos a nadie. Simplemente, nos interesa la vida y estamos dispuestos a secundar campañas como ésta, pacíficas y silenciosas, que rescatan a muchos niños de las garras de la muerte y libran a muchas madres del trauma cuasi imborrable del aborto. Mientras los proaboristas gritan, los provida callan y rezan. Un avemaría desde Córdoba se ha hecho viral como testimonio silencioso y valiente de que estamos a favor de la vida. Y la vida triunfará.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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