(Javier G. Fernández-Cuervo/InfoCatólica) Entrevista a D. Carlos Polo, Director de la Oficina para América Latina de Population Research Institute:
Muy buenos días, don Carlos. ¿Nos podría comentar un poco su perfil: quién es y a qué se dedica?
Soy un laico católico dedicado al desarrollo de herramientas de participación ciudadana para potenciar la labor de organizaciones de pensamiento y acción afines a la doctrina moral y social de la Iglesia Católica, principalmente en el tema de la vida y de la familia al cual ya me dedico alrededor de 30 años. Actualmente soy Director de la Oficina para América Latina de Population Research Institute.
¿Cuál es su diagnóstico general de la situación actual en el Perú con respecto a las próximas elecciones de Abril 2106?
Los candidatos a la presidencia del Perú que se medirán en las urnas el 10 de abril del 2016 ya se han dado cuenta de que no les convendrá ir contra la Marcha por la Vida en todo el Perú que este año se celebrará a pocos días de las elecciones. Keiko Fujimori, Alan García y César Acuña han tomado nota de esta tan potente expresión popular, excepto Pedro Pablo Kuczinsky - PPK. Y no es ninguna coincidencia que este último haya frenado su crecimiento y ahora esté bajando en su intención de voto. Muchos se acordarán que, en enero del 2011, el entonces candidato Alejandro Toledo manifestó estar de acuerdo con la legalización del aborto, del uso de drogas y de la unión civil y como consecuencia de esas impopulares propuestas pasó del primer puesto en la intención de voto a perder las elecciones de ese mismo año
En el boletín del Population Research institute encontramos esta tabla sobre los planes de gobierno de los 4 candidatos que lideran muchas encuestas ¿Cuál es el valor que tiene? ¿No es cierto que este tipo de planes nunca se cumplen?
Tal como lo señalaron las encuestas, resulta evidente que los peruanos no votarán por un candidato (o propuesta de gobierno) que adopte iniciativas contrarias a la vida y la familia. Y esta realidad se ha visto reflejada en los planes de gobierno. Y que los candidatos se cuiden en este terreno solo puede tener una explicación: que una masa tan grande de personas conscientes y responsables y con una opinión tan sensible en estos temas no puede ser ignorada.
Es muy cierto que los políticos suelen no cumplir lo que prometen. Sin embargo, esto tiene un costo político y ellos lo saben. Sobre todo cuando hay un colectivo ciudadano que se los vaya a recordar y en el futuro les exija que cumplan su palabra. Había un expresidente argentino que decía que «el hombre es bueno pero es mejor cuando se lo vigila». Este es el valor de los planes de gobierno que hemos leído y analizado. Los ciudadanos que participan en la Marcha tienen que darse cuenta de que su participación ha generado un gran caudal de fuerza social. El primer paso está dado: los candidatos han tomado nota. Ahora queda un segundo momento importante, el de conciencia de cada quien, que será el aplicar esa fuerza acumulada votando por el candidato que cada ciudadano considere que es el que mejor responde a estas expectativas.
Entonces, ¿hay algún candidato que represente a la población cristiana: alguien por quien votar sin miedo?
Creo que es muy arraigado el mito de que tenemos que encontrar el candidato que represente totalmente mi posición doctrinal o ideológica. Eso difícilmente se da en la realidad. Por el contrario, los candidatos suelen contentar a una serie de colectivos disimiles por lo cual rehúyen a tener posiciones muy definidas y hasta se contradicen para alcanzar un sector distinto a su voto duro. Por eso es común que los candidatos de derechas se izquierdicen y los izquierdistas se derechicen a la hora de la campaña electoral. Su discurso político se vuelve un café con leche edulcorado, descafeinado y con leche descremada. Y por supuesto, esta mutación oportunista da miedo.
Nuevamente aquí se puede apreciar la fuerza de la Marcha por la Vida en todo el Perú. Cuando más de 750,000 personas salgan de nuevo a las calles de las principales ciudades del país detrás de una idea, el café con leche que nos servirán será fuerte, como Dios manda y como a los peruanos nos gusta en el desayuno.
¿Por qué en un país en el que la gran mayoría de la población se considera católica o cristiana, existe tan poca representación cristiana en el congreso y en los candidatos presidenciales?
La política que impera hoy se ha vuelto amoral. Un falso laicismo propone que Dios, las creencias o principios religiosos no tienen lugar en la política. Siguiendo las tácticas gramscianas, algunos sectores nos han repetido miles de veces que la Iglesia, es decir, sus miembros deben restringir su actuar sólo al fuero privado de cada persona y no tienen nada que decir en la cuestión pública. Han planteado como un requisito abusivo que para que un cristiano participe de la política debe despojarse de su fe. Lamentablemente no pocos han adoptado esta falacia sin pensarlo dos veces. Y entonces, aunque parezca perogrullesco, se ha vuelto una política sin principios, dominada por actores políticos sin ningún límite moral. Y luego en un acto incoherente, estos mismos se quejan de la corrupción, de las mentiras y los dobles discursos.
Entonces, ¿Un congresista o político puede permitir que sus convicciones morales fundamentadas en la fe le digan qué hacer con los proyectos de ley de su país?
Por supuesto. Las convicciones morales fundamentadas en la fe no sólo pueden sino deben estar cada día más presentes en la política. Es una necesidad sentida y que clama al cielo. La gente está asqueada de la corrupción impune y la prepotencia en las más altas esferas de gobierno.
Una reciente encuesta en Lima realizada por la empresa Vox Populi hace una pregunta inteligente que rompe con la falacia de que no hay lugar para la religión en la política. Sobre la afirmación: «Sería positivo que más personas con valores religiosos estuvieran en el gobierno», el 74% de los peruanos manifestó estar de acuerdo con ella y sólo el 20% en contra. Es obvio que la población misma siente que la crisis profunda de la política, debido a la falta de valores políticos y la corrupción sistemática, lleva a que una amplia mayoría de 74% considere que sería positivo que personas con valores religiosos estuvieran en el gobierno.
¿Cómo hacer que los cristianos en general participen más activamente en la vida pública y política?
Simplemente romper con los mitos que nos alejan de la participación política. A muchos cristianos les han dicho, falsamente y por décadas, que la política es corrupta. Por eso se han alejado de ella y desconocen sus códigos y reglas de juego particulares. No es casual que los últimos Papas hayan insistido en que los laicos no pueden abdicar de esta participación en política. El Papa Francisco ha dicho más de una vez que la política es una de las formas más grandes de caridad y que es un deber trabajar por el bien común.
Una de las tareas más importantes de Population Research Institute es terminar con la desventaja de no saber cómo funciona la política. Personalmente me tocado dar cursos sobre esta materia en 18 países, capacitando activistas de más de 80 organizaciones en América Latina, Europa y Norteamérica.
El poder no es sólo exclusividad de las autoridades sino un deber de todo ciudadano en una democracia participativa. Cada ciudadano puede y debe ejercer el poder que tiene como ciudadano y velar por los valores que considero fundamentales. Si no lo hago yo, nadie lo hará por mí. Si uno no participa en el debate social y político, serán otros los que escribirán las leyes.
¿Qué plataformas existen hoy en día en Perú para la formación de laicos interesados en la vida pública y la política?
Existen muchas y sería injusto no nombrarlas a todas. Con alegría veo que este dinamismo cada día es más numeroso y diverso aunque articulado en dos grandes temas: la Vida y la Familia.
Particularmente me ha tocado trabajar con las plataformas de Marcha por la Vida, #DéjaloVivir y «Salvemos A Las 2» en el tema del respeto a la vida frente a un proyecto de ley abortista; y con la plataforma «Parejas Reales» en el tema del respeto al matrimonio y la familia frente a un proyecto de ley de unión civil para personas del mismo sexo.
La experiencia ha sido magnífica. La mayoría de los participantes decía «que esperaba desde hace mucho que alguien tomara la iniciativa para juntar las voces de los que piensan de esa manera», «que ya estaban cansados de ver sólo iniciativas contrarias» o simplemente decían «hasta que al fin alguien lo hizo».
¿Qué debe hacer un cristiano si va a las urnas y no reconoce a ningún candidato que represente plenamente los valores de defensa de la vida y la familia: vicia el voto o vota al mal menor?
Un cristiano debe ir a las urnas habiendo trabajado una opción política y debe votar por el político que esté dispuesto a respetarla. Si no hace primero esa tarea y espera que algún candidato se ajuste a sus parámetros, es como esperar ganarse la lotería sin darse el trabajo de comprar algún boleto. Viciar el voto o votar por el mal menor son opciones de mediocridad y diría hasta de negligencia.
Los políticos harán lo que nosotros le permitamos. Esto vale para lo malo y felizmente también para lo bueno. No podemos quejarnos del oportunismo, la corrupción o el apoyo al aborto si no hemos hecho lo suficiente para erradicar de las posibilidades del candidato. Más bien felicito a todos los que participan en las Marchas por la Vida año tras año. Queda más por hacer. Pero la realidad nos dice que la Marcha ha logrado un objetivo increíble: no favorecer a una persona sino a una idea fundamental y hacer que todos los políticos sientan que esa idea debe ser respetada.
Sea cual sea el resultado, ese futuro gobernante no podrá perder nunca de vista que parte de su victoria se habrá debido al apoyo de ciudadanos que piensan que la familia y la vida son valores fundamentales.
Finalmente, ¿Cree que le corresponde a la Iglesia clarificar qué candidatos se adecúan mejor a la moral cristiana, o debe mantenerse al margen de la política para dar «a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César»?
Por supuesto que los miembros de la Iglesia, como cualquier ciudadano, tienen todo el derecho de informar sobre las propuestas de los candidatos. Principalmente cuando se refiere a los llamados principios innegociables para un católico como la vida, la familia y la educación de los hijos por parte los padres. La frase evangélica de «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César» no significa mantenerse al margen de la política sino ejercer la política con una correcta escala de valores. Es poner la política en función a Dios y no subordinar a Dios en función a la política.
Esto es difícil pero se puede. Incluso en los tiempos actuales donde impera el relativismo y la política se maneja por conveniencias. Para el católico, el arte de participar en política es convertir lo simplemente bueno en algo que sea a la vez bueno y conveniente. Algunos se paralizan ante la evidencia que vivimos en un mundo relativista donde cada vez menos personas buscan el Bien y la Verdad. Para un católico, en cambio, el reto es darse cuenta de que si la mentira y la verdad compiten en igualdad de condiciones, nosotros tenemos que trabajar por hacer más verosímil la Verdad. Más aún cuando constatamos que hay grupos como los abortistas y el lobby LGTB que trabajan sistemáticamente en lo contrario.
Felizmente cada vez hay más de estos católicos que ya vislumbraron que superado este desafío nos vendrán tiempos mejores.
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