Juzgan en Francia a una santera que hace vudú

Sacrificios de animales y purificación por la sangre. Los ex adeptos engañados describen unas ceremonias tan extrañas como caras. Una “sacerdotisa” vudú y su familia están siendo juzgados desde el pasado 16 de febrero por el Tribunal de lo Penal de Pontoise, cerca de París, tal como informa La 1ere con aportaciones de AFP.

El juicio, que dura hasta hoy, 22 de febrero, es la conclusión de una investigación judicial abierta en noviembre de 2008 por los hechos de abuso de la debilidad agravado y de actos de barbarie con animales domésticos.

La “sacerdotisa”, una mujer de 65 años llamada “Mama” por los adeptos (en la foto), dirige desde hace varios años, con su marido de la misma edad llamado “Padrino”, y sus hijas gemelas de 39 años, un movimiento animista antillano, con alrededor de 200 miembros parisinos, acusado de derivas sectarias.

Culto vudú para atraer adeptos

La investigación comenzó cuando algunos miembros de esta asociación, que tiene sus reuniones en el pabellón de Marly-la-Ville en el norte de Val-d’Oise, presentaron sus primeras demandas a finales de 2006 en la gendarmería, denunciando extorsiones y una fuerte presión psicológica. Describieron a los investigadores unas ceremonias extrañas en las que eran sacrificados pollos a golpe de sable y los fieles rociados de sangre durante los ritos de purificación al son del tambor y de los trances de la “sacerdotisa”.

Para la acusación, el culto vudú no es más que un pretexto para atraer adeptos: reclutados durante sesiones de videncia que la sacerdotisa practicaba desde 1989, eran invitados seguidamente a ceremonias iniciáticas para las que la aportación financiera requerida aumentara cada vez más.

Presión psicológica

Las víctimas, que a veces han tenido que endeudarse e incluso vender su casa o cortar con su familia, recuerdan diversas técnicas de intimidación y de presión. Acusan a “Mama” de recurrir a insultos o violencia en presencia de la asamblea de los adeptos. Según sus testimonios, las consultas sobre videncia podían costar hasta 500 euros; un “trabajo” para hacer volver al ser amado o encontrar un empleo entre 300 y 3.000 euros, mientras que las sesiones de iniciación podían alcanzar hasta 12.000 euros.

El proceso judicial se alarga: las víctimas, que temen represalias, incluso mediante la brujería, son difíciles de identificar. Son reacios a presentar quejas o acaban por retirarse.

En 2009 se llevó a cabo una primera ola de detenciones con la acusación de la pareja y sus hijas, así como la disolución de la asociación. Al final, fueron registradas una treintena de quejas frente al centenar de miembros atendidos por los investigadores, pero solamente 11 llegaron a la jurisdicción civil.

“Los testimonios varían y algunos abandonan durante el proceso en los tribunales: les es difícil salir de la presión psicológica” de esta familia, según explica uno de sus abogados. “Algunos no vendrán al juicio porque tienen miedo de volver a ver” a los acusados, añade, precisando que las víctimas “son de todas las edades y de todas las clases sociales”.

Las investigaciones también sacaron a la luz la existencia de un templo vudú en la segunda residencia de la familia en Martinica. En Francia, el abuso de la debilidad cometido por el dirigente de un grupo que mantenga a sus miembros en un estado de sujeción psicológica es castigado con cinco años de cárcel y 750.000 euros de multa.

Piden prisión para la líder

El 19 de febrero Le Parisien informó de que el fiscal pidió para Mélitte Jasmin (que así se llama la sacerdotisa vudú, que tiene 65 años) cinco años de prisión. “No juzgamos a una religión, sino a una empresa de seres desestabilizadores, un procedimiento de expolio”, dijo el fiscal.

Durante el juicio, el 17 de febrero se pudo escuchar el testimonio de Louise, una de las ex adeptas, que entre lágrimas recordó cómo había formado parte durante 16 años de lo que calificaba de una secta. “Tenía muchos planes antes de entrar en el templo”, dijo. Cuando el presidente del tribunal le preguntó: “¿Y hoy?”, la única respuesta fue un largo silencio y sus sollozos.

Louise contó cómo trabajaba hasta el agotamiento en la sede del grupo. Se convirtió en la “cabeza de turco” de la sacerdotisa vudú. Ella me maltrataba. Me hizo mucho daño. Yo trataba de hacerlo todo bien para que estuviera orgullosa de mí. Pero todos los días había reprimendas. Ella me golpeó y me insultó delante de todos. Para ella, yo siempre estaba en el origen de los problemas familiares. La gente la creía y me volvieron la espalda”. Además, refirió otros abusos, incluso de tipo sexual.

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