Regina Lynch constata la angustia y falta de esperanza de los cristianos en el Líbano y Siria

(ACN/InfoCatólica) Entre estos proyectos se incluyen ayudas de emergencia para cubrir necesidades básicas como la alimentación, medicinas, subsistencia de religiosas, estipendios de misas para sacerdotes y la reconstrucción de estructuras pastorales.

¿Cómo describiría la situación en el Líbano?

La gente está angustiada, eso resume mi triste impresión. Cada vez está peor. Estuvimos en Beirut el año pasado y esta vez ha podido ver realmente el declive y la desesperación. Lo mismo en Siria. En Alepo, antes de la crisis, se estima que había alrededor de trescientos mil cristianos de diferentes confesiones y ahora algunos dicen que sólo quedan treinta mil.

¿Cuál es el motivo? ¿Por qué piensa que los libaneses, en especial los cristianos, están saliendo de su país?

Es muy dramático. Muchos de los cristianos con los que hablamos o, sino ellos, conocidos o familiares suyos quieren irse. La gente, realmente, está teniendo muchos problemas para sobrevivir, falta lo más básico. Antes de la crisis, un profesor ganaba entre 1700 y 2000 dólares al mes. Hoy, con la inflación y la devaluación de las libras libanesas con respecto al dólar, su sueldo se encuentra entre los 120 a 150 como máximo.

¿Y cómo está la situación en Siria?

En Siria se nota que el pueblo está cansado, muy cansado. Llevan diez años en situaciones extremadamente difíciles. Todavía hay combates en el noroeste de la región. Aunque cuando visitamos Damasco, Homs y Alepo no había sensación de inseguridad, la destrucción es tremenda. Los sirios se preguntan cómo se va a reconstruir, quién va a ayudar a reconstruir este país. Pero antes de ello, tiene que haber algo de paz.

Diferentes personas nos dijeron: «Durante la guerra, al menos, había una perspectiva de que la guerra iba a terminar en algún momento, pero ahora, ¿cuál es la perspectiva?» Intentan sobrevivir con un dólar al día. Inimaginable en un país en el que antes de la guerra una gran parte de la población podía vivir con bastante comodidad.

¿Podría contar una vivencia que le impactó durante el viaje?

Una colaboradora de uno de nuestros socios de proyectos me mostró fotografías en su teléfono, que tomó desde su apartamento, de una niña pequeña metida dentro de un gran contenedor de basura. Rebuscando y entregándole cosas a su madre. La religiosa que nos acompañaba le pidió: «la próxima vez que veas esto, por favor, ve allí y dale dinero. Yo te lo reembolsaré después», rompe el corazón ver esto.

¿Cómo afecta esta situación a los jóvenes?

Hay que darles esperanza y apoyo. Por eso vamos a lanzar un proyecto muy pronto, para las parejas de jóvenes recién casados en Siria. Mucha gente no se casa porque no puede permitirse el lujo de vivir juntos en una casa. Es una situación que también preocupa a los obispos, ya que los fieles no se casan porque simplemente no pueden permitírselo. Estamos trabajando en un proyecto en Alepo, que consistirá en dar a cada pareja el dinero suficiente para que puedan pagar el alquiler de un apartamento durante dos años o puedan cubrir las necesidades básicas.

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