Cardenal De Paolis: «Para mí es una garantía inmensa que el Papa haya afirmado siempre que la doctrina no se tocará»

(Edward Pentin/NCR)  En esta entrevista del pasado 30 de Enero para el «National Catholic Register», el cardenal italiano, reconocido canonista, ofrece razones para su optimismo, pero también advierte de la importancia de saber el destino del trayecto actual en el que está la Iglesia. Reconoce que hay muchos fieles confusos y asegura que el «sensus fidelium» (sentido de los fieles) debe referirse tan sólo al de aquellos católicos practicantes que no se apartan del magisterio de la Iglesia.

Eminencia, en relación con la «descentralización» de la Iglesia, el Papa ha señalado la importancia de la sinodalidad y de la colegialidad. ¿Podría compartir con nosotros en qué consiste esta nueva visión de una Iglesia «descentralizada»?

Es difícil precisarlo pues la teoría está prácticamente en sus inicios, en borrador. Pero intenta una visión general que involucre a los obispos que están en la periferia, lo cual es un deseo ampliamente sentido y que corresponde a las necesidades de hoy.

Pero, ¿cómo será doctrinalmente? Estamos muy al principio. Es muy difícil decir algo mucho más preciso, más allá de este concepto general.

Algunos están preocupados por este tema, en especial por lo que pudiera significar de debilitamiento de la doctrina, y temen que pudiera llevarnos a una iglesia casi anárquica, semejante a los anglicanos. ¿Tienen sentido estos temores?

Yo no diría que hay preocupación, porque no existen elementos para poder preocuparse, para lamentarse. Existe la voluntad general, me parece a mí, de involucrar más a las Conferencias episcopales, a los obispos. Este intento ha estado siempre presente… Yo creo que el Papa quiere encontrar un camino que permita mayor flexibilidad. Siempre que permanezcamos fieles a la doctrina.

¿Le plantea esto un problema a usted?

No sé si se puede hablar de que estemos ante algo peligroso. Lo más que podríamos decir (y ello es importante) es determinar adecuadamente la responsabilidad de las Conferencias y la de los obispos locales.

No puede significar independencia respecto del Papa, porque no se cumpliría «cum Petro et sub Petro» (con Pedro y bajo Pedro), ni tampoco puede ser una absoluta autonomía.

Esto es, la responsabilidad de la última palabra, en doctrina y disciplina, tiene que ser siempre la sede principal, la Santa Sede, la Sede de Pedro. Esto significa que posibles decisiones pastorales de importancia, e incluso eventuales temas de legislación particular, siempre tienen que ser aprobadas por la sede principal, la Sede de Pedro.

Si se hiciera de otra manera, no estaríamos «sub Petro». Todo obliga a que apliquemos bien el «cum Petro et sub Petro».

Todo aquello importante que ocurre en las diócesis, incluso lo que es llevado a cabo por los obispos locales y las Conferencias episcopales, siempre tiene que obtener la última aprobación de Roma, del Papa.

Si tenemos este principio base, ¿por qué tener miedo? Hoy se habla mucho de este aspecto doctrinal-pastoral. No creo que ello sea peligroso. La doctrina siempre ha sido llevada a la práctica pastoral.

Pero una práctica que sea realmente aplicación de una doctrina no puede ir contra esta. Una práctica que fuese contra la doctrina sería una negación de la doctrina. Hay un cierto temor, algo extendido, de que esa práctica pueda ir contra la doctrina. Pero una práctica que fuese contra la doctrina, que está en contra de la doctrina, no puedo imaginar que ocurra.

Existe preocupación de que la Sagrada Comunión pudiera darse a los divorciados y vueltos a casar, que levaría a que la práctica pastoral no coincidiría con la doctrina. ¿Es esto posible?

No lo sé. Leí el documento que salió del Sínodo, especialmente lo párrafos 84, 85 y 86 de la Relatio Final entregada al Santo Padre.

Estos puntos regulan de manera especial y, a la vez, detallan el lugar de estas personas en la Iglesia y su integración, dentro de lo posible. Dichos párrafos deben leerse en su integridad. Pueden tener mucho potencial para mayores aclaraciones. Por el momento, simplemente podemos resumir los puntos esenciales. En este momento, el texto, en mi opinión, es suficientemente claro.

El texto continúa diciendo que la práctica pastoral, en este caso concreto, tiene que comenzar desde la doctrina de la Iglesia. Esta pastoral tiene que tener como base la doctrina de Juan Pablo II: «San Juan Pablo II ofreció el conjunto de criterios que continúan siendo la base para la valoración de estas situaciones: «Los Pastores tienen la obligación de saber, para defensa de la verdad, que están obligados a ejercer un cuidadoso análisis de estas situaciones». Y después dice: «Es por tanto misión de los Pastores acompañar a las personas interesadas, en su camino de discernimiento, según las enseñanzas de la Iglesia y la guía de los Obispos».

¿Cómo puede nadie usar una práctica pastoral que fue rechazada por Juan Pablo II? El papa Juan Pablo II explicó que en el corazón del discernimiento es necesario también distinguir entre personas inocentes divorciadas y las no inocentes. Sin embargo, siempre dijo que mientras permanezcan viviendo juntos ilegítimamente, es absolutamente imposible hacerles partícipes de la Sagrada Comunión. Si se hace en público, la Eucaristía debe ser denegada.

Es verdad también que todo debe llevarse de acuerdo al Magisterio de la Iglesia y las directrices de los obispos. Todo tiene que ir a la vez: Magisterio, doctrina, directrices pastorales. La pastoral no puede ir contra la doctrina. Las directrices de los obispos no pueden estar en contra de las directrices del Magisterio.

El Papa ha reiterado siempre que la doctrina no se va a tocar. Si queremos hacer esta afirmación más concreta, diremos que no podemos tener un cuidado o atención pastoral que se opongan a la doctrina.

¿Está usted preocupado por el ambiguo lenguaje de la Relatio Final?

Quiero manifestar que eso es también nuestro problema, pero el Papa, él mismo, ha dicho muchas veces que él ni quiere provocar cuestiones doctrinales.

Él quiere encontrar un camino. Solo eso; cuando yo voy por un camino, tengo que saber si estoy yendo en la dirección correcta. Cuando sigo el camino, debo saber si estoy de acuerdo con la ley. Cuando hago el camino, debo saber si mis pasos me llevan a la verdad. Pero uno no se plantea estas preguntas fundamentales al principio; van surgiendo según se camina. Cuando uno camina, uno mismo ve lo que puede o no puede hacer.

Sin la doctrina no podemos hacer el camino. Al hacer el camino siempre debemos saber si estamos yendo hacia el destino previsto y si nuestros pasos nos llevan de verdad a ese destino deseado.

Santo Tomás (de Aquino) dijo algo muy sencillo: «En la vida no es importante correr, lo importante es ir en la dirección adecuada».

Si alguien corre en dirección contraria a la que quería ir, o por la carretera equivocada, cada paso que da le aleja aún más del destino que deseaba alcanzar. Si uno cojea, mientras vaya en la dirección correcta, se acercará a su destino final.

Por todo ello, no me preocupo ni me apeno.

Porque la doctrina, fundamentalmente, ¿no puede cambiar?

Para mí es una garantía inmensa que el Papa haya afirmado siempre que la doctrina no se tocará. A pesar de ello, si en el paso de la doctrina a la práctica surge alguna duda, esa duda me parece posible.

¿Cuál sería entonces para usted una forma aceptable de «descentralización»?

Creo que cuando se propone un nuevo modelo, este debería ser un reflejo del principio que ha sido proclamado siempre y que el mismo Papa proclama: «cum Petro et sub Petro». Este principio debe ser mantenido siempre.

Aun en el contexto de la autonomía de los obispos locales y de las Conferencias episcopales, este principio tiene que ser observado y guardado siempre.

No hay independencia. Tiene que mantenerse el principio de la unidad, si no, no existiría la colegialidad.

¿Todo debe estar conforme con la Tradición?

Exactamente, con la Tradición. Tenemos una doctrina muy rica en la Iglesia y tiene que ser respetada. La Iglesia, para expresar todas las verdades de la fe tiene que usar la razón. Para explicar los dogmas, ¿sabe usted todo lo que tuvieron que sufrir y luchar los Padres de los primeros siglos, con el misterio de la Trinidad, de la Encarnación, con los misterios principales de nuestra fe? Tuvieron que trabajar muchísimo porque era necesario explicar los dogmas de una forma racional.

La doctrina de la Iglesia se presenta de forma racional, pero racional no en el sentido de la racionalidad humana, sino en el sentido de que esos dogmas no van contra la racionalidad, de que no contradicen los principios racionales.

El principio de no contradicción se mantiene también en la Iglesia. Estas verdades racionales nos llevan a reconocer a la Iglesia el poder de definir infaliblemente. Cuando las define, lo hace de forma infalible.

Luego, hay otras verdades que la Iglesia como cosas comunes a todo el episcopado, pero sobre las que no ha hecho una declaración definitiva. Estas verdades tienen que ser guardadas también. Tienen que ser mantenidas. Pueden, en algún momento, cambiarse, sólo si después de estudio se ve que no tienen sólidas bases o por muy fundadas razones. No podemos decir que porque no se habían definido puede modificarse sin más, sobre todo tratándose de doctrina o verdades que han sido incluidas en el Magisterio de la Iglesia durante siglos. Para cambiar esto tienen que encontrarse razones muy fuertes.

No puedo ver cómo puede cambiar la doctrina de no admitir a la Comunión a los divorciados con nueva unión. Darles la Sagrada Comunión sería una contradicción.

Existe el problema de algunos obispos, especialmente en Alemania, que quieren cambiar la práctica pastoral en este tema para dar la Comunión a los divorciados y vueltos a casar. La gente está preocupada por si esto sigue adelante. Tendría consecuencias desastrosas. ¿Está usted preocupado por ello?

Ahora hablo de mi propio punto de vista. En este asunto yo no veo cómo sería posible.

El poner en marcha esta pastoral tiene que someterse a la aprobación de la autoridad competente, por el principio «cum Petro et sub Petro», para determinar si esto es compatible con la enseñanza del Magisterio y con la doctrina de la Iglesia.

Sobre la «descentralización» y otros temas, hay confusión entre los fieles.

Para los fieles hay un verdadero problema, pero en general, es más lo que hablan los medios de comunicación. No se puede decir si es su culpa o si existe mala voluntad. Los periodistas escriben sobre todo y sobre todos.

Nuestros cristianos, debido a las muchas sutilezas (aparentes) de nuestra fe católica, muchas veces parece que no están al corriente. Así, es muy fácil caer en una trampa al atribuir consecuencias determinadas a ciertas afirmaciones que, en sí mismas, no tienen consecuencia alguna.

¿Hay demasiado énfasis y confianza en el «sensus fidelium» (sentido de los fieles) especialmente cuando muchos no está bien catequizados?

El «sensus fidelium» es importante, pero presupone que esos fieles practican su fe. Y este es un problema muy importante. En el «Instrumentum Laboris» del Sínodo de la Familia, hubo respuestas de los fieles (laicos) que no estaban conformes con la doctrina católica.

El «sensus fidelium» es el de los católicos practicantes. Ellos saben que hay un magisterio de los Papas y de los obispos. Si ellos disienten del Magisterio del Papa o de las definiciones del Magisterio, entonces no se puede decir que ese es el «sensus fidelium». Son fieles bautizados que infortunadamente no se conforman a la fe como debieran.

El «sensus fidelium» implica el don del Espíritu Santo que guía la fe para adherirse al Magisterio de la Iglesia.

Traducido por “Laudetur IesusChristus” del equipo de traductores de InfoCatólica

Texto original en NCR

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