Este mandamiento esconde una belleza de incalculable valor. No puede compararse a ninguno, pues es una perla escondida y quien la encuentra deja todo y guarda el resto de los mandamientos, como son en Verdad. Es donde observamos la Belleza, vemos como Se Santifica, nos impacta el deseo por esa presencia, de una «Piedra Angular» de incalculable valor, que nos guía hacia La Verdad: «Piedra elegida, angular, preciosa y el que crea en ella no será confundido» (1Pe 2,6). Seguimos con la llamada del Maestro Bueno, y la invitación a guardar los mandamientos: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» (Mt 19,16).
¿Como es posible? ¿Dónde revela esta perla? En la Transfiguración del Señor resplandece su Gloria, no solo es mas que una perla fina, sino todo lo que tiene ese «mercader», que es El Padre, que entrega a su Hijo, para dar cumplimiento a la promesa que hizo a Abraham, una descendencia incontable como la arena de las playas y las estrellas del cielo, pero que esa arena pasando por el corazón Eucarístico de Cristo, se convierte en puro nácar celestial a la imagen del Hijo. Sí, es verdad que la conversión es para toda la vida, no en el sentido que podamos permitirnos el lujo, la lujuria de pecar, sino que estamos en continua trasformación, porque cada Eucaristía, cada comunión, nos hace mas buenos, nos hace acción de gracias y entrega. Esta bondad, esta trasformación, ir creciendo en gracia y verdad delante de Dios y los hombres, es durante toda la vida, por La Santa Comunión. Para esta Vida Eterna, obviamente es necesaria nuestra libertad y querer, porque sino, todos los sacerdotes serian como los santos que veneramos en los altares, pues comulgan algunos tres veces al día.
Hay un «problema», necesitamos encontrar esa perla (debería ser una «perla», para poder amar, donarse) pues el hombre necesita siempre y para todo, una motivación, un movimiento que le haga salir de si mismo. Y como esta belleza, no excluye, sino que perfecciona el matrimonio, pasa por la búsqueda del amor. Andamos siempre buscando perlas finas, esto significa finura, no vale cualquier perla. Por eso en el enamoramiento, esta el otro, que hemos encontrado, está el amor, que no flota, sino que esta encarnado en una persona. Si esta persona es bella, es porque guarda los mandamientos, porque también ella ha encontrado Él amor y se siente amada por Dios, un amor que le hace comparar los amores, y ya no se conforma con cualquier amor, sino que exige algo parecido, al que ha dado la vida por ella en el Altar. Cuando los novios se ponen delante del Altar de Dios, se comprometen a ofrecerse, uno al otro, lo mismo que representa ese Altar, que es Jesucristo, un amor Fiel e incondicional para toda la vida. Abandonar al esposo o la esposa, seria traicionar una Alianza eterna que se compara con Cristo marido e Iglesia esposa, en la Eucaristía. Jesús ama porque guarda los mandamientos, hace la voluntad del Padre, y nos pide amar como Él, a Dios y al prójimo. No voy a referirme ahora específicamente al prójimo, sino a los esposos y la maduración para la donación del matrimonio.
Este tercer mandamiento, manda Santificar, hacer Santo significa consagrar, declarar Santo, canonizar; que viene de canon o regla. Luego santificar es de una manera concreta, con unas reglas, y consagrar es hacer propio, de tu sangre, por eso esta escrito para después del matrimonio: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2,23) Haciendo entender que es inseparable, y a esa sangre para que circule, se le da amor, calor y alimento, como hace Cristo Eucaristía con su Iglesia.
Una vez dicho esto que creía necesario, para hablar de como podemos Santificar las fiestas, diré que La Fiesta es la Eucaristía, con todo su desparpajo litúrgico, en la que se une la lex orandi, credendi y vivendi. En La Misa, que es una fiesta, no se puede reparar en incienso, que no puede dejar de representar la presencia de Dios desde el comienzo; al igual que la oración del corazón hacia El Señor que se presenta, ya antes incluso de tocar la campana y la señal de la cruz. Es donde se celebra La Pasión del Señor, donde Se Santifica y nos Santifica: «Por ellos yo me santifico, para que también ellos sean santificados en la verdad.» (Jn 17,19) Con un envío a santificar: «Tú me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo.» (Jn 17,18) Por eso hay que llevar el traje a esa fiesta:
«Después me mostró al sumo sacerdote Josué, que estaba ante el ángel de Yahvé; a su derecha estaba el Satán para acusarle. Dijo el ángel de Yahvé al Satán: «¡Yahvé te reprima, Satán, reprímate Yahvé, el que ha elegido a Jerusalén! ¿No es éste un tizón sacado del fuego?» Estaba Josué vestido con ropas sucias, de pie ante el ángel. Tomó éste la palabra y habló así a los que estaban ante él: «¡Quitadle esas ropas sucias y ponedle un traje de fiesta; colocad en su cabeza una diadema limpia!» Le vistieron un traje de fiesta y le colocaron en la cabeza la diadema limpia. El ángel de Yahvé, que seguía en pie, le dijo: «Mira, he pasado por alto tu culpa.» Luego el ángel de Yahvé advirtió a Josué: «Así dice Yahvé Sebaot: Si actúas según mis normas y guardas mis mandamientos, estarás al frente de mi templo, y tú mismo guardarás mis atrios: yo dejaré que te acerques con estos que están aquí.» Escucha, pues, Josué, sumo sacerdote, tú y tus compañeros que están junto a ti -pues son hombres de presagio-: He decidido traer a mi siervo «Germen.» Y ésta es la piedra que pongo delante de Josué; en esta única piedra hay siete ojos; yo mismo grabaré su inscripción -oráculo de Yahvé Sebaot- y quitaré la culpa de esta tierra en un solo día. Aquel día -oráculo de Yahvé Sebaot- os invitaréis unos a otros bajo la parra y bajo la higuera.» (Zacarías 3,1-10).
En un solo día quito la culpa de su pueblo. Permitidme poner en boca del Padre, la respuesta profetizada: Hijo: «Está cumplido» (Jn 19,30); Padre: Así es, «se ha cumplido tu servicio y está pagado su crimen» (Is 40,2). Queda así abierta La Puerta a su Corazón, «entrarán y saldrán por ella y encontrarán pastos». Mira, no esta cerrada después de Su Resurrección, pues queda abierta a todo el genero humano. Por eso al entrar en esa Fiesta, hay que tener el traje de bodas limpio, que se lava por La Sangre del Cordero, en el Bautismo, la Confesión sacramental, y la Eucaristía. Y no permitir que entre junto con nosotros el diablo a esa Fiesta, a acusarnos delante de Dios, cuanto menos a comulgar en pecado, por que lo que quiere Dios es sacar los tizones del fuego, y vestirnos de gloria y dignidad.
Ahora si, y perdón por la introducción, lo que realmente quería decir, es lo siguiente, la Fiesta no solo es la Eucaristía, sino el matrimonio, representado en las bodas de Caná de Galilea, por eso dice Jesús a María, dos cosas. Una, que están unidos en esa hora: «Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4); y dos, que esa hora es la de la Pasión donde se abrirá el costado, para dar paso a pentecostés, el vino Bueno y guardado para el final de los tiempos, el Espíritu Santo que se infunde por el bautismo, a todo el mundo, y que comenzó con la Resurrección del Señor.
Pero ¿como bajar a lo concreto, semejante misterio? El Señor ha guardado el vino bueno para el final, cuando: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» (Jn 2,10).
En verdad, todo el mundo saca y sirve primero el «vino bueno», la amabilidad, la modestia, la sinceridad, la dedicación, el deseo, la simpatía, la alegría, el cariño, el tiempo, las promesas, uno se hace a los gustos del otro y le presta el oído y la comprensión, en el noviazgo e incluso en la amistad o relaciones de trabajo o protocolarias. Eso hoy se llama postureo, porque después, cuando tenemos a la gente comiendo de la palma de la mano, cuando están ebrios de nosotros mismos, entonces sacamos el vino peor, el pecado que llevamos dentro y tenemos a tinajas llenas. Entonces el otro se pregunta, donde esta aquella persona dulce, amable y sincera que conocí. Y una vez mostrada la verdadera cara, la otra persona se tambalea ebria en la duda, de cuantas veces mas eso volverá a pasar.
Que grave la preocupación de La Virgen María, al ver que ese matrimonio se había quedado sin vino, y quedarse sin vino ya implica un contratiempo de los esposos, de haber quien tiene la culpa, de empezar a discutir por tonterías, o sentirse tristes, en el día mas feliz de su vida. Eso no se soluciona con Vino, es un parche, por eso dice Jesús que no ha llegado la hora, de Santificar las Fiestas, del matrimonio como el ha venido a Santificar, ha hacer Santo, con la ayuda de la Gracia del Espíritu Santo. De que vale como dice el mayordomo, quedarse sin el vino bueno, si luego van a sacar el peor. Nadie es bueno, pero si queréis ser perfectos: dice la Virgen María «haced lo que el os diga» Las Bodas del Cordero son eso, la Gracia ahora, y aun mas, lo que no somos capaces de soñar, en el Cielo. Que el matrimonio sea eso también, un plus, una espera para la donación completa y sin reservas, que no lo empeore los contratiempos, las dificultades, las enfermedades, el pecado. Así es, donde sobreabundo el pecado sobreabundo la gracia, pero uno se debe de preparar ya desde el bautismo, para ese matrimonio, porque eso representa el traje que recibimos, una boda. Hay matrimonios que ni conocen esto, pero también es para ellos el vino bueno.
Seamos Santos, tenemos el vino bueno. Cuanta gente ha dado y sacado el vino malo, dad ahora del Vino Bueno, esperad solo el vino bueno, ya sabemos como funciona, lo emulamos, porque sabemos lo que la gente espera de nosotros, hagámoslo realidad, ¡puede ser real!, Dios lo da, de verdad que si, lo da para amar:
«Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, le abrirán ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,9-13)
El Vino Bueno, el Espíritu Santo, todo lo Santifica, todo es fiesta en el corazón, no elimina la sobriedad, sino que la incluye, al igual que todas las virtudes. Por eso si tenemos a alguien, que amar, que pedir perdón, por el que santificarnos, o simplemente ha fallecido y aun así lo queremos perdonar… Dios lo da para amar a esas personas que deseamos amar y a veces nos cuesta, no porque sean malas, sino por nuestros egoismos. Santificarás, es limpiar el corazón para ver el amor de Dios por aquella persona a la que me consagro, y la fiesta es celebrarlo, en los acontecimientos de la vida, que tiene que estar unido en la liturgia… y ¿como no nos va a dar Dios lo necesario para colmar ese deseo de amor que hay en nuestro corazón? El lo dará, por que El Espíritu Santo tiene 7 dones, que son como siete ojos que vigilan por lo necesario que el otro espera: «en esta única piedra hay siete ojos» (Zac 3) don que tiene 12 frutos que son comestibles y medicinales: «…el río de agua de vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza, a una y otra margen del río, hay un árbol de vida, que da fruto doce veces, una vez cada mes; y sus hojas sirven de medicina.» (Ap 22,1-2).
Este es el Espíritu que tenia que brotar de los que creyeran en Él, porque el día de la fiesta mas solemne, ¡gritó!:
«El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beberá el que cree en mí, como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva.» Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.» (Jn 7,37-39)
Los doce frutos son lo que necesitamos para amar, por eso, si pedimos el lo dará, pero se lo dará a quienes le obedecen, o lo que es lo mismo, a quienes de corazón quieren usar esos dones, porque quieren amar a una persona concreta, por la cual se han consagrado o se quieren consagrar, y que sea reciproco: «el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí.» (Gálatas 5,22-23). Las que luchan en contra del amor, el Vino peor que se saca después, sino tenemos ese Vino Bueno para dar:
«Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis unos a otros, ¡mirad no vayáis a destruiros mutuamente! Os digo esto: proceded según el Espíritu, y no deis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí tan opuestos, que no hacéis lo que queréis. Pero, si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.» (Gálatas 5,14-21)
«si sois guiados»; … luego le dijo, «ven y sígueme.» (Mt 19,16)
No vale cualquier fiesta, sino en la que se presenta Jesucristo: «El mundo no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún no se ha cumplido mi tiempo.» (Jn 7,7-8). Porque la fiesta de las tiendas, no es solo la cosecha de la tierra, que es digna de celebrar, sino la cosecha de los frutos del Espíritu Santo, que no pueden separarse de las fiestas anuales, y que son los frutos que alegran el corazón; que renuevan la faz de la tierra. La faz de nuestro rostro, a imagen de Dios, para contemplar con excelso amor lo que Dios ha creado: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó.» (Gn 1,28).
Estas tinajas de piedra de las bodas de Caná, o de las que habla San Pablo, que somos tinajas de barro que llevan dentro el Espíritu Santo, significa que ese «líquido», esa agua de vida, convertida en vino bueno, no es para nosotros, sino para darlo en libación, ofrecimiento divino por la vida del mundo. La libación es lo que se vierte desde los odres, para Santificar algo, pero esto nos introduciría en otra parábola, porque todo el evangelio tiene una profunda unidad.
«… Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Le dijo Jesús: «¿Por qué me llamas bueno?...»(Lc 18, 18-23). Respondamos: Porque tu Señor no solo eres Bueno, sino tres veces Bueno y Santo, Santifícanos Señor; Lava me, Dómine, ab iniquitáte mea, et a peccáto meo munda me.
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