(El Día) «Durante la semana que concluye, varias madrugadas, los vecinos de la Ciudad han sido despertados a deshora por esa nueva insensatez adolescente que es el festejo del `último primer día`. Lo que me apena es que los protagonistas de esa costosa y ridícula algazara hayan sido alumnos de colegios católicos; la mayoría de ellos, seguramente, habrán cursado en tales instituciones desde el jardín de infantes. ¿Qué hemos logrado?», se pregunta el Arzobispo en relación a estos festejos.
«No se me oculta que estas modas descolocan a las autoridades escolares y cuentan con la complicidad de las familias. Sé de un caso en que los padres consiguieron `negociar` con sus hijos que por lo menos pasaran la velada en un lugar seguro», afirma la máxima autoridad de la Iglesia Católica en la Región.
«Afortunadamente -agrega Mons. Aguer- yo me eduqué en colegios estatales, que eran excelentes por aquella época; éramos pobres, no existían prácticamente los más accesibles colegios parroquiales, y mis padres jamás hubieran podido pagar la cuota de uno regido por una congregación religiosa».
«A quienes cumplimos alguna función educativa, y en primer lugar -si fuera posible- a las familias, hechos como el que comento deben llamarnos a una seria reflexión: cómo formar cristianos auténticos en una sociedad de paganos bautizados. ¿Les interesa realmente eso a los padres que envían a sus hijos a nuestros colegios?»
«Me avergüenzo de lo sucedido, y en la medida en que me cabe una responsabilidad, pido disculpas», concluye Aguer en su declaración pública sobre los festejos que se han hecho más frecuentes y extendidos en los últimos años.
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