La piedra en el zapato del dios-Estado

El Estado contemporáneo viene pretendiendo convertirse -y de hecho casi lo ha logrado- en el único marco de referencia legal, cultural y espiritual de las personas, de las familias y de la sociedad.

Este nuevo dios no puede permitir que haya quienes se opongan a su omnipotencia, a su capacidad de decidir el bien y el mal, a su código moral. Y para conseguir la total sumisión de las personas y las familias –substancia espiritual y material de la sociedad- utiliza todos los medios a su alcance: políticos, legislativos, gubernativos, económicos, medios de comunicación, red educativa.

Las dos instituciones que más oposición presenta a este nuevo dios y su código moral son la Iglesia Católica y la familia. Pero, como en la Antigua Roma pagana, la Iglesia y las familias son conscientes de que no queda más remedio que vivir dentro del marco impuesto por el dios-Estado. Ahora bien, no a cualquier precio. La Iglesia y las familias no están dispuestas a que continuamente se les insulte, se les ultraje o digan falsamente todo género de mal contra ellos.

Esta es la esencia de la razón del ataque permanente contra la Iglesia Católica y contra la familia, con todo lo que ello significa y conlleva. Esta es también la cuestión central que está en la base del debate sobre el modelo educativo: ¿público, privado, concertado? ¿mixto, coeducativo, diferenciado?

El ciudadano común no llega, en la mayoría de las ocasiones, a interiorizar el alma del problema y el dios-Estado lo sabe, por lo que utiliza los medios de comunicación para mantener la cuestión educativa en el plano de la controversia sobre las razones a favor o en contra de unos u otros modelos educativos.

Además, a nadie le gusta ir contracorriente, con lo que la sociedad tiende a ser “acomodaticia” ante una supuesta “opinión general”, suscitada por el propio dios-Estado. Pero no perdamos cuál la raíz del problema: el Estado y su pretensión de omnipotencia.

Y resulta que, a pasar de todas las presiones y amenazas, hay familias que optan y están dispuestas a perseverar en un modelo educativo que rompe de raíz los cimientos de la omnipotencia del Estado: optan y defienden el sistema de conciertos y la educación diferenciada; trabajan y se esfuerzan para que sus hijos crezcan y se eduquen en códigos, fórmulas y principios -sencillamente- diferentes a los concebidos por el dios-Estado.

La opción que hacen estas familias por el “concierto” y la educación diferenciada pone en cuestión la máxima axiomática estatalista: la, llamada, coeducación pública es un sistema infalible que garantiza por sí mismo la igualdad (de oportunidades, de genero…), el desarrollo personal, la tolerancia y respeto por la diferencia… es la solución a todos los problemas.

Pero, no perdamos el objetivo real, por debajo de esta máxima encontramos la pretensión del Estado de controlar la sociedad e imponer la práctica ideológica de cada momento y de cada partido, grupo o tendencia política.

Las opciones educativas (coeducación pública, sistema de conciertos, educación diferenciada, homeschooling) son razonables y tiene aspectos positivos y otros mejorables. Sin embargo encontramos animadversión e inquina hacia el sistema de conciertos, el homeschooling y la educación diferenciada. Hostilidad que también es enfocada hacia las familias que escogen estos modelos educativos.

Y hay una razón principal para tal beligerancia. Con su tenacidad las familias que escogen tales “modelos alternativos” están poniendo en cuestión directamente al dios-Estado. Por tal motivo, éste pone en marcha toda su maquinaria legislativa y propagandística: mientras las cámaras legislativas hacen leyes para quebrantar el modelo diferenciado, los medios de comunicación se ponen en marcha iniciando campañas mediáticas contra tales “modelos alternativos”.

Por ello, desde los medios de comunicación del dios-Estado se desprecia y denigra la el sistema de conciertos y la educación diferenciada. Y a las familias que los escogen se las trata de retrógradas, obcecadas y fanáticas, sectarias y segregadoras. Se les acusa de excluir y discriminar, de machistas, de estar en contra los derechos de las mujeres, de querer mantener a la mujer recluida.

Estas acusaciones se realizan públicamente, unas veces de forma directa y otras de forma más sibilina y eficaz. Por ejemplo, en estos días de finales de abril han circulado en algunos periódicos encuestas sobre el modelo educativo. Uno de estos periódicos realizaba la siguiente pregunta: “¿Estás de acuerdo con las escuelas que segregan por sexo?”

La pregunta es una maniobra de manipulación dirigida directamente hacia el subconsciente individual y colectivo. Individual, porque es cada lector el que se ve en frente de tal pregunta, involucrado en ella. Colectivo, por el número de lectores de tal periódico. Se da la “causalidad” de que por esos días se debatía en un parlamento autonómico una ley que pretendía reducir a la inanidad el modelo de educación diferenciada.

Si nos fijamos bien, el redactor de la pregunta no interroga por el tipo de educativo diferenciado, sino por las escuelas que lo ponen en práctica. Como no puede atacar directamente un sistema educativo legal apunta directamente a las “escuelas”. Estigmatizando a las escuelas se les puede quitar el apoyo de las familias, siendo una manera indirecta de obtener los mismos fines: eliminar la opción diferenciada y el sistema de conciertos.

Además, la gran mayoría de las escuelas diferenciadas están adscritas a un modelo religioso católico. Así, en la pregunta queda integrada una posición antagónica respecto de la Iglesia Católica.

Seguidamente, el redactor añade el término “segregar”, que significa: separar o/y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos, culturales, raciales, sexuales. Este término refuerza directamente la idea de perversidad del sistema de conciertos y del modelo diferenciado.

Por último, debemos fijarnos en que el redactor de la pregunta no utiliza el término “género”, que podría ser más políticamente correcto. Tiene lógica si tenemos en cuenta que para las pretensiones de denigrar el sistema de conciertos, la educación diferenciada y a las escuelas que lo ponen en práctica; dicho término no resulta impactante. Por ello utiliza la palabra “sexo”, que es claro y directo.

En consecuencia, en una sociedad timorata y acomplejada, acomodaticia y complaciente hacia el poder político de cada  etapa y a la moda impuesta en cada momento; la respuesta del ciudadano medio a la pregunta planteada por ese periódico está encauzada hacia el “No”: “No” al sistema de conciertos y a la escuela diferenciada, “No” a la educación diferenciada.

Por lo tanto, no perdamos el fondo del problema. Lo repito de nuevo: la raíz del problema es el dios-Estado y su pretensión de omnipotencia.

A pesar de todo sigue habiendo y habrá familias valientes y esforzadas, audaces e intrépidas, templadas y serenas que siempre anhelarán y trabajaran para que sus hijos crezcan y se eduquen en una sociedad libre. Son y seguirán siendo la piedra en el zapato del dios-Estado.

Antonio R. Peña

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