Poner límites a Dios

Si tienen chavales cerca, quizás quieran leer esto delante de ellos.

Como probablemente sabrán, este apostolado ha sido en parte silenciado públicamente esta semana. Esto es debido a que se ha desarrollado una situación de la que debo informarles. Implica los pecados de mi vida pasada previos a mi regreso a la fe católica. Sabemos de muy buenas y autorizadas fuentes que la archidiócesis de Nueva York está recogiendo y preparando para filtrar discretamente detalles de mi vida pasada, con la intención de desacreditarme públicamente, así como el apostolado y el trabajo que hacemos aquí.

Nunca he mantenido en secreto que mi vida previa antes de ni reconversión fue extremadamente pecaminosa. He dicho muchas veces –en público. Que estaba en estado de pecado mortal, y si yo hubiera muerto, habría sido condenado. También revelé que esos pecados eran de naturaleza sexual y que ocurrieron durante un periodo de tiempo prolongado. No revelé la naturaleza específica ni los detalles de los pecados, porque cuando regresé a casa, a la Iglesia, no creí que una confesión pública completa  fuera necesaria para empezar a proclamar la gran misericordia de Dios.

Quizás eso fue mal cálculo. Sinceramente no lo sé. Quizás a lo largo de estos años debería haber dado más detalles. Eso pienso ahora, pero haré más que eso en un momento.

Sea como sea, revelaré que durante la mayor parte de mi vida como treintañero, estuve confuso sobre mi propia sexualidad, viví una vida de relaciones de convivencia con hombres homosexuales. Exteriormente, viví ese estilo de vida y contribuí al escándalo, además de los propios pecados sexuales. En mi interior yo me sentía en profundo conflicto con todo ello. Durante gran parte de mis veinte años, tuve también frecuentes relaciones sexuales tanto con hombres como con mujeres adultas.

Esos son los pecados en esa área de mi vida pasada que ahora admito y asumo públicamente. Fue antes de mi regreso a la fe.

Desde mi reconversión, abjuro de todos esos pecados, especialmente dentro del mundo de otros muchos y muchos pecados que he cometido que no tienen nada que ver son la sexualidad. Sucumbí a las grandes penas de mi juventud buscando solaz en la lujuria y, en el proceso, rendí mi masculinidad.

Muchos de ustedes conocen la historia de las oraciones, sacrificios y súplicas de mi madre a Dios en mi nombre, para que dejara mi vida pecaminosa y regresara a la Iglesia. Como último recurso, rezó para que se le diera cualquier sufrimiento necesario para que se me concediera la gracia suficiente para convertirme.  Poco después de esa oración se le detectó un cáncer de estómago en sus primeras etapas de desarrollo, del cual murió unos pocos años más tarde.

Durante el último año de su vida, comencé a cambiar empezando a frecuentar los sacramentos más a menudo. Cuando mi madre murió, prometí ante sus restos mortales que cambiaría. Dije, "Mamá, todo lo que has pasado por mí no será en vano". Regresé total y completamente a la Fe y casi dos años más tarde comencé con este apostolado.

Estaba emocionado, sobrepasado de gratitud por lo que Dios había hecho por mí a través de mi madre y su sufrimiento. Él me había rescatado de una horrible y miserable oscuridad espiritual en la que había perdido toda comprensión de mí mismo. Para entender la gran misericordia de Dios, deben darse cuenta de la auténtica profundidad del mal en el que yo había caído. Fueron días, años espantosos.

Sufrí mucho para superar el daño durante mi infancia y juventud, y en lugar de encomendarme a Dios en mi juventud, sucumbí a la carne y morí espiritualmente. Me estremezco cada vez que pienso cuál habría sido mi suerte si llego a morir en un accidente de tráfico o algo así.

Renuncié a mí mismo, a mi masculinidad, mi identidad, la comprensión de mí mismo, mi propia dignidad de católico bautizado. Como he dicho públicamente, sin entrar en detalles, viví una vida horrible y estaría en el inferno si hubiera muerto antes de volver a la fe.

Quisiera detenerme un momento para disculparme con todo aquel que se haya sentido herido de algún modo por todo esto. No tenía intención de engañar. Solo que no vi la necesidad de dar detalles de pecados pasados para hablar a la gente de la fe. Pensé que era suficiente con confesar el hecho predominante y verdadero de que había llevado una vida horrible, y que se me había dado, a través de los esfuerzos de mi madre, la gracia suficiente para volver a casa como un hijo pródigo.

Desde el momento de mi retorno a la fe, lo único que he deseado es que otros experimenten la alegría y la verdad que da vida de la Iglesia Católica, que sepan que los muertos pueden resucitar, que consideren en profundidad el auténtico significado de “con Dios todo es posible”.

Todo es posible. “Aunque tus pecados sean rojo escarlata, los haré blancos como la lana”. Incluso las cosas aparentemente más difíciles, las que-nunca- pueden-ocurrir ni tras un millón de intentos. Todas las cosas son posibles. No hay nada imposible para Dios. Él puede restaurar incluso tu sexualidad confundida y anteriormente destrozada. No importa el área, el pecado, la profundidad de la oscuridad más profunda, no hay ningún lugar al que Dios no pueda llegar y rescatarte.

Lo hizo con innumerables hombres y mujeres de vidas horribles y que se convirtieron en santos: Pablo, Agustín, Ignacio, Margarita de Cortona, la santa patrona de prostitutas conversas.

La Iglesia está llena de historias así, tantas que se podría casi decir que parece que la misión de la Iglesia es recoger pecadores miserables y convertirlos en santos. ¡Pero esa es exactamente la misión de la Iglesia!

Hay poder real en la Cruz. No es solo versos bonitos y letra de canciones de Misa. “Alzad la Cruz de Cristo”, efectivamente. San Pablo lo vio en el preciso momento en que dejó de asesinar a los primeros católicos. No me estoy retratando como un santo, pero lo que quiero es decirles que todo lo que se refiere al poder transformador de la fe es real. Es verdad. Yo sé que es verdad.

A través de las enseñanzas de esta Santa Iglesia Católica fundada personalmente por el Hijo de Dios en San Pedro por mi salvación, la salvación de ustedes, a través de sus sacramentos, su poder intrínseco, me fue devuelta la masculinidad que había desperdiciado.

Fui devuelto a la vida. Es cierto, en toda su extensión. Y cuando lo sabes, lo sabes, y quieres que todo el mundo lo sepa. Y quieres que nada los detenga de saberlo como tú lo sabes.

Es libertad. Es alegría.

Desde el principio de nuestra historia, todo lo que hacemos ha sido objetivo del Diablo. Me ha puesto tantos obstáculos que casi no puedo recordarlos. Su objetivo ha sido bloquearnos y finalizar esta misión porque constantemente hablamos de la Gloria de la Iglesia Católica y su poder dador de vida. No quiere que se oiga ese mensaje. Quiere que la gente caiga en la trampa.

Como líder de este apostolado, he cometido muchos errores y he dado pasos en falso, pero por lo que se refiere a este punto concreto, fue un error no haber revelado esto antes. No lo hice para engañar, sino porque no comprendí la necesidad.

Ahora lo veo: estaba poniendo límites a Dios, restringiendo, poniendo obstáculos a la Buena nueva de su poder salvífico. No solo me ha salvado de una mala vida. Decir eso es demasiado general. En términos mucho más concretos, Él llegó hasta las poderosas aguas oscuras, la tempestad, un mar de pecados, y me sacó de allí. Porque nada es imposible para Dios. Nada.

No sé cómo acabará todo esto. Es difícil hablar de ello, y más que desagradable el recordarlo. Pero son pecados del pasado. Esta es una vida nueva, un hombre nuevo, como dice san Pablo.

Esta es la razón por la que, estando en Fátima hace cinco años, aproveché el momento para consagrar específicamente mi castidad a Nuestra Madre Bendita. Le pido a Ella que consagre y proteja esa virtud que yo había profanado.

Desde el primer momento, este apostolado ha sido puesto bajo la protección de Nuestra Madre Bendita y de san Miguel que venció en el cielo, en la tierra y para toda la eternidad. Y para que no se le olvide: tú le dañarás en el calcañar y Ella te aplastará la cabeza.

Nunca dejaremos de declarar estas verdades, las glorias de la fe católica, pase lo que pase. Si todo esto es amenazado por haber revelado mis pecados del pasado, por favor rezad para que se haga la voluntad de Dios.

Gracias por sus oraciones, su apoyo y su comprensión, así como por la medida del perdón que están preparados para brindarme.

Michael Voris

Traducido por Cristina Moreno Alconchel, del equipo de traductores de InfoCatólica

Publicado originalmente en Church Militant

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