El Pew Research Forum acaba de publicar su estudio acerca de la diferencia de comportamiento entre hombres y mujeres en relación con la religión, fijándose en dos grandes grupos: cristianos y musulmanes. En el caso de los cristianos, las mujeres son más religiosas en todos los aspectos estudiados, algo que no ocurre entre los musulmanes. Si las mujeres asisten semanalmente a la iglesia en mayor proporción que los hombres (que no alcanzan ni el 50%), en el mundo islámico ocurre lo contrario, con un 70% de los musulmanes varones asistiendo a la mezquita semanalmente, frente a solo un 42% de mujeres musulmanas que lo hacen. En definitiva, y simplificando un poco, lo que nos dicen los datos es que las iglesias son predominantemente femeninas mientras que las mezquitas son predominantemente masculinas.
¿A qué puede deberse este fenómeno que vendría a ser reflejo de formas de religiosidad diferentes?
No pretendo dar la respuesta definitiva, si es que la hay (en estos casos tiendo a pensar que es más satisfactoria una explicación multicausal), pero voy a apuntar a dos cuestiones que me parece que pueden tener algo que ver con el fenómeno antes descrito, más allá del ya conocido papel secundario de la mujer en el Islam, que también se refleja en el lugar que ocupan en las mezquitas.
En primer lugar, la diferencia radical entre cristianismo e islam. El cristianismo es una religión, con impacto en todos los órdenes de la vida, pero que distingue lo religioso de otros ámbitos. En el islam esta distinción sencillamente no existe, lo religioso, lo social, lo político, lo cultural… es todo uno y cualquier distinción es una absurda contaminación propia de asociadores. La iglesia, consecuentemente, es un lugar sagrado destinado al culto. A nadie en su buen juicio se le ocurriría, por ejemplo, hacer un mitin político en el interior de una iglesia. No ocurre lo mismo en una mezquita, donde sí puede tener sentido. Una iglesia es un lugar para el culto y la oración. Punto. Una mezquita es un lugar para la oración, sí, pero también para la política, la cultura, la socialización. Es pues también sede social, a menudo esculela, club deportivo, centro cívico, bazar y, si se me permite la expresión, “bar”, en el sentido en que los hombres, al menos en nuestro país, suelen socializar con sus pares en el bar, mientras que esa socialización se produce, en el islam, en la propia mezquita.
En segundo lugar, estos datos me han hecho reflexionar sobre la creciente feminización de las iglesias. Entre aquello que uno encuentra en muchas de ellas (ya aclaro que no en todas) abundan las canciones sentimentales, las predicaciones emotivistas, los gestos buenistas. Las palabras, las músicas, los gestos más acordes con la sensibilidad masculina suelen estar ausentes. Sin entrar en juicios de valor, es un hecho que la sensibilidad femenina está omnipresente mientras que la sensibilidad masculina está cada vez más ausente de las iglesias. En buena lógica, una parte importante de los hombres se sienten ajenos a ese ambiente y, sencillamente, buscan otros lugares en los que se sienten más a gusto. Natural, ¿no?
Lo dicho: me he limitado a aportar dos apuntes al hilo de un dato que me ha parecido significativo. Me imagino que habrá otros factores. Es probable que un converso del Islam que haya frecuentado tanto la mezquita como la iglesia pudiera aportarnos más luz.
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