El 27 de abril la agencia Asia News difundía la noticia de la muerte del disidente católico chino Harry Wu. Arrestado por las autoridades comunistas en 1960, con la acusación de ser “contrarrevolucionario” y de “pertenecer a un grupo de estudiantes católicos al margen de la ley”, es liberado en 1979, tras 19 años de detención en un campo de “reeducación a través del trabajo”.
El sistema de reeducación forzada fue puesto en marcha por Mao Zedong en 1957 con el fin de “reformar la mente de los contrarrevolucionarios y conservadores de derecha”. Este sistema se divide en “laojiao” y “laogai”.
En el “laojiao” la condena quedaba a criterio de la policía, y no podía durar más de seis meses; el “laogai” estaba validado por una sentencia y podía llegar a durar por decenios. Según la Laogai Research Foundation, en China, hacia el 2013 había al menos 1045 Iaogai, con aproximadamente 4 millones de prisioneros. Las estructuras industriales y agrícolas de los Iaogai son un verdadero sistema que contribuye a la economía china. Los prisioneros de los laogai no reciben ninguna remuneración. Esta es una de las claves del éxito comercial de China, importante socio económico del occidente paganizado democrático.
Cuando el 19 de marzo de 1937 Pio XI publicaba su carta encíclica “Divini Redemptoris” sobre el comunismo ateo todavía no había estallado la guerra civil que finalizaría con la proclamación en Pekín de la República Popular China el 1 de octubre de 1949. Sin embargo, el análisis que el Sumo Pontífice ofrecía a los fieles para comprender lo que sucedía en Rusia, México y España, nos ayuda hoy a analizar lo sucedido posteriormente en tantos otros países en los que han triunfado revoluciones comunistas:
Por primera vez en la historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino (cf. 2Tes 2,4). Porque el comunismo es por su misma naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión como el «opio del pueblo», ya que los principios religiosos, que hablan de la vida ultraterrena, desvían al proletariado del esfuerzo por realizar aquel paraíso comunista que debe alcanzarse en la tierra.
Es por eso que el comunismo siempre ha odiado la cruz, y ha pretendido por todos los medios el exterminio de la fe. En el particularísimo caso de China, los cristianos vienen sufriendo persecución desde que se proclamara la República hasta hoy, persecución que viene siendo sistemáticamente silenciada por los medios de comunicación, más vendidos a los poderes económicos que a la defensa de la verdad. En este sentido, la situación no ha cambiado nada respecto a la que describía Pío XI en 1937:
La tercera causa, causa poderosa, de esta rápida difusión del comunismo es, sin duda alguna, la conspiración del silencio que en esta materia está realizando una gran parte de la prensa mundial no católica. Decimos conspiración porque no se puede explicar de otra manera el hecho de que un periodismo tan ávido de publicar y subrayar aun los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en silencio durante tanto tiempo los horrores que se cometen en Rusia, en México y también en gran parte de España, y, por otra parte, hable relativamente tan poco de una organización mundial tan vasta como es el comunismo moscovita.
También se pueden asimilar a la persecución religiosa en China los modos con que se dibujaba la represión en las revoluciones precedentes:
En las regiones en que el comunismo ha podido consolidarse y dominar —Nos pensamos ahora con singular afecto paterno en los pueblos de Rusia y de México—,se ha esforzado con toda clase de medios por destruir desde sus cimientos la civilización y la religión cristiana y borrar totalmente su recuerdo en el corazón de los hombres, especialmente de la juventud. Obispos y sacerdotes han sido desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados y asesinados de modo inhumano; simples seglares, por haber defendido la religión, han sido considerados como sospechosos, han sido vejados, perseguidos, detenidos y llevados a los tribunales.
Inmediatamente después de tomar el poder, el Partido Comunista chino comenzaba con la propaganda a favor del ateísmo y la persecución religiosa. En 1950 comenzaría la represión de las “actividades contrarrevolucionarias”, entre las que se incluían las religiosas. El mismo año, el Estado difunde el “manifiesto del movimiento de las tres autonomías”, que se referían a la propaganda, con la prohibición de misioneros extranjeros; el gobierno, obligando a todas las iglesias a ser guiadas por nativos; y la financiación, prohibiendo toda ayuda económica del extranjero. La casi totalidad de los católicos rechazó aceptar normas que suponían la separación del Papa. Desde ese momento, se suceden los arrestos de obispos, sacerdotes y fieles laicos. A finales de 1951 había 22 obispos encarcelados y eran expulsados otros 14, junto a 1136 misioneros extranjeros.
El Informe sobre la Libertad Religiosa que publicó Ayuda a la Iglesia Necesitada en 2014 nos ofrece información que nos puede ayudar a conocer la situación de nuestros hermanos perseguidos chinos:
1) Solo se reconocen oficialmente cinco religiones: budismo, taoísmo, islam y cristianismo protestante y católico. El resto de las religiones, entre ellas el judaísmo y el cristianismo ortodoxo, se consideran ilegales.
2) El derecho a la expresión religiosa no pertenece al individuo, sino que lo otorga el Estado y sólo lo pueden expresar las personas registradas y en los lugares registrados por la Administración Estatal de Asuntos Religiosos. En la práctica, todos los grupos religiosos de China cuentan con la sección “oficial” y la “no oficial”.
3) Para garantizar que las distintas religiones se adhieran a la política del PCCh, todos los grupos religiosos oficiales están regulados por una “Asociación Patriótica”. En teoría, la pertenencia a la misma es voluntaria pero en la práctica, quien lo la acepta se considera ilegal.
En 1957 se constituye la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, el instrumento del Partido Comunista que ha de gestionar el control de la Iglesia Católica. Así, los católicos se vieron obligados a elegir si se adherían a la Asociación o si permanecían fieles a la Iglesia católica. En este caso, la fidelidad a la Santa Sede significaba la condena al campo de trabajo. Comenzaron entonces las ordenaciones de obispos sin la autorización de la Santa Sede.
La situación de los católicos chinos hoy no difiere de la que sufrían sus hermanos en la fe décadas atrás. En 2005 se difundía una lista de 19 obispos y 18 sacerdotes arrestados, de los que no se tiene noticia o están impedidos en el ejercicio de su ministerio.
Cuando en 2013 se anunciaba la abolición del “laojiao” -que había mantenido en un campo de “reeducación mediante el trabajo” a Harry Wu- y la reforma del código penal, por la que la policía ya no puede mantener a nadie en prisión sin cargos más de seis meses, muchos católicos esperaban que sus obispos y sacerdotes, presos sin cargos, quedarían libres. Sin embargo, tal y como informa Ayuda a la Iglesia Necesitada en el informe antes citado, se sigue sin conocer el paradero de Su Zhimin, de 80 años, que desapareció en custodia policial hace 15 años; Monseñor Cosmas Shi Enxiang, de 90 años, obispo “clandestino” de Yixian, que lleva esperando juicio desde 2001; el padre Joseph Lu Genjun, vicario general de la diócesis clandestina de Baoding, y decenas de sacerdotes de las comunidades católicas no oficiales.
Así, el presidente chino, Xi Jinping -que recientemente y después del asesinato de un consultor chino a manos de los terroristas del Estado Islámico aseguraba que “El terrorismo es el enemigo de todos los seres humanos. China se opone firmemente a todo tipo de ideología terrorista y combatirá con decisión toda actividad terrorista que desafíe a la humanidad”-, aseguraba que todas las religiones deben “servir el más alto interés del Estado y el general interés de la nación china: apoyando al partido comunista chino, sosteniendo el sistema socialista, adhiriéndose a la vía socialista con características chinas”.
En los últimos años se vive un endurecimiento de la persecución. Desde finales de 2013, cuando se puso en marcha la campaña “Tres ajustes y una demolición", sólo en la provincia sureña de Zhejiang al menos 1.700 cruces han sido destruidas. Esta campaña pretende oficialmente embellecer la región eliminando estructuras ilegales pero, en realidad, parece ser una campaña de demolición de templos y símbolos cristianos. El 19 de abril Asia News difundía la noticia de la muerte de la esposa del pastor protestante “no oficial”, Li Jiangong que, junto a su esposo, trataba de impedir que las excavadoras demolieran la iglesia Beitou de Zhumadian, en la provincia de Henan. Uno de los miembros de la escuadra de demolición habría incitado a los operarios: “Sepultadlos vivos por mí, no os preocupéis. Asumo totalmente la responsabilidad por sus vidas”. Una excavadora los habría arrojado, entonces, a un hoyo ya excavado, que luego rellenó con tierra. Llorando y pidiendo ayuda, Li logró excavar una vía de escape. Pero Ding murió ahogada antes de que su marido pudiera socorrerla.
La represión del gobierno chino ha llegado incluso al Hong Kong del “un país – dos sistemas” que iba a disfrutar de un sistema más libre que el chino al menos 50 años y que, a los 18, ha visto cómo desaparecen sus editores de publicaciones críticas con el régimen. En esta ciudad, hace sólo unos días, guiados por el card. Joseph Zen Ze-Kiun, decenas de cristianos de todas las denominaciones pedían al gobierno central de Beijing (Pekín) la interrupción de las demoliciones de cruces. El presidente chino, sin embargo, tiene muy claro cuál debe ser el papel de las religiones en China: “Tienen que obedecer al Partido y los cuadros comunistas deben ser ateos y marxistas para defenderse de las infiltraciones del ultramar”.
La preocupación es creciente también entre las ONG que operan en China, por el reciente anuncio de la entrada en vigor el 1 de enero de 2017 de la ley sobre las actividades internas de las ONG extranjeras, que obligará a cada grupo dispuesto a operar en ese país a registrarse y ser aprobado por la seguridad pública y no por el Ministerio de Asuntos civiles, como se venía haciendo hasta ahora. No está claro si se permitirá el aspecto religioso en las diferentes actividades en las que la Ley permitirá actuar.
En este contexto, la actividad de Ayuda a la Iglesia Necesitada se ha desarrollado, no sin dificultades, apoyando proyectos para ayudar a los católicos de China en la construcción y reconstrucción de iglesias, centros de catequesis, seminarios, conventos, así como a la formación de sacerdotes, religiosas y laicos. Los obispos chinos saben que las nuevas vocaciones son prioritarias, en un contexto en el que se vive un auténtico milagro de conversiones y bautismos. Se estima que sólo en la noche de Pascua se bautizaron unos 20 mil nuevos católicos. En el último año unos 100 mil adultos habrían recibido el bautismo.
El boletín de AIN que difundía la campaña por los católicos de China –campaña que fue premiada por la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española con el Premio ¡Bravo!- recogía un mensaje del cardenal Zen:
Por favor, rezad por la Iglesia en China. Para que nuestros hermanos y hermanas que tienen valor, perseveren. Para que los que duden se mantengan fuertes y para que los débiles y aquellos que se han equivocado, vuelvan.
Con estas intenciones, oremos por la Iglesia perseguida en China, sostengamos con nuestra ayuda y oración a estos “hermanos olvidados”.
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