1. El Adviento lo inventamos los españoles. Para que luego digan que no inventamos nada. El primer dato histórico relativo a un periodo de preparación para la Navidad se puede encontrar en las actas del Concilio de Zaragoza, en el año 380. Durante los días 17 a 25 de diciembre, los cristianos debían asistir a la iglesia todos los días, preparándose para la celebración del Nacimiento del Señor. No es una mala costumbre, podríamos aprovecharla nosotros.
2. Luego, los franceses nos copiaron el invento. El Concilio de Macon, en el año 581, aplicó las normas litúrgicas de Cuaresma al periodo entre el 11 de noviembre y Navidad (unos cuarenta días, como la Cuaresma). San Cesareo de Arles, medio siglo antes, había pronunciado las primeras homilías de Adviento que se han conservado.
3. Los alemanes, lo único que han inventado es la corona de adviento: Una corona con cuatro velas, que se van encendiendo, una a una, los cuatro domingos de Adviento. Bueno, y las chocolatinas del calendario de Adviento, que tampoco están mal.
4. El tercer domingo de Adviento, el sacerdote se viste de rosa. No, no es un signo del fin de los tiempos ni una apostasía clerical ante el lobby GLTBXYZ. De hecho, quizá sería más apropiado decir color salmón. O naranja-rosáceo.
La razón es que ese domingo es el domingo Gaudete (en latín, «alegraos»). Sin ser aún un domingo navideño, ya está avisando de que está cercana la Navidad, para que los cristianos nos alegremos. Si el sacerdote no utiliza la casulla anaranjada para el domingo Gaudete, quizá sea porque la parroquia no tiene casulla de ese color. Podría ser una buena idea regalar una a la parroquia. Si se pone en la iglesia una corona de adviento, la vela correspondiente a este domingo suele ser rosada también.
5. En la fiesta de la Inmaculada, que siempre cae en Adviento, se usa casulla azul. Y eso también es invento español. El azul no es un color propiamente litúrgico y sólo puede usarse en esa fiesta y en los países del antiguo Imperio Español (Hispanoamérica, Filipinas, partes de Estados Unidos, etc.), como reconocimiento por parte de la Santa Sede del hecho de que España defendió siempre esta doctrina, aun antes de que fuera proclamada como dogma.
6. El verdadero tiempo dedicado a la Virgen en la Iglesia es el Adviento y no el mes de mayo. La devoción del mes de mayo es algo estupendo, por supuesto, pero litúrgicamente el Adviento es el tiempo de la Virgen, porque es el tiempo de la espera del Mesías, junto con Nuestra Señora, que le esperaba con la fe y también físicamente, al estar embarazada. La advocación propia de este tiempo es la «Virgen de la O», que hace referencia a una serie de antífonas de la liturgia de Adviento, que empiezan por O (Oh Enmanuel…., Oh Llave de David…, etc.).
7. Un santo para encomendarse a él durante el Adviento: San Juan Bautista. Su misión fue, precisamente, preparar el camino al Señor y anunciar su venida. Es el santo por excelencia del Adviento. Lecturas para el Adviento: los profetas, sobre todo Isaías.
8. Aunque parezca mentira, el Adviento no es Navidad. Sí, ya sé que, en nuestras ciudades, las luces de Navidad están puestas desde mediados de noviembre, los villancicos suenan en todas las tiendas y las películas de la televisión tratan sobre «salvar la Navidad». Pero eso se debe a que el mundo, en realidad, no va a celebrar nada en Navidad, así que no necesita prepararse para ello. En cambio, nosotros tenemos que prepararnos para celebrar un hecho que cambió el mundo y nuestras propias vidas: la Encarnación y el Nacimiento del Hijo de Dios. La Navidad es una pascua, un paso del Señor, y tenemos que preparar el corazón para que no pase de largo por nuestra vida. Por eso, la invitación fundamental del Adviento es a estar en vela, a orar, a despertar del sueño de la muerte y avivar el deseo de recibir a Cristo.
Para los que somos muy torpes, la Iglesia nos lo enseña gráficamente, con la liturgia. Durante todo el Adviento, las vestiduras litúrgicas son moradas y se omite el Gloria en la Misa del domingo, de modo que habría que ser ciego y sordo para no darse cuenta (o no ir a Misa, que es algo más habitual, por desgracia).
9. El Adviento tiene dos partes, porque es una preparación para dos venidas. Sí, dos venidas. La primera parte del Adviento, hasta el día 16 de diciembre, prepara para la Segunda Venida de Cristo, para la Parusía del fin de los tiempos. Y las lecturas en la Misa, si se fijan, se centran en el fin del mundo. En la segunda parte del Adviento, entre el 17 y el 24 de diciembre (los días que «inventó» el Concilio de Zaragoza), las lecturas y la liturgia se refieren ya explícitamente a la preparación de la Navidad.
10. La última palabra, se la dejamos a Dios: «Ahora es tiempo de gracia, ahora es tiempo de salvación«. Así que ya lo saben. A convertirse. O, mejor aún, a dejarse convertir por Dios.
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