(Iglesia.cl/InfoCatólica) En la homilía el obispo Contreras recordó que en el lenguaje del Nuevo Testamento «santos» son todos aquellos que «en la fe han recibido el bautismo, es decir todos los que han sido escogidos por Dios para ser configurados con Cristo el santo por excelencia», añadiendo que si esta conmemoración permite rememorar «a todos quienes en modo excepcional han realizado en sus vidas la imitación de Cristo, esta liturgia es también un llamado y la exaltación de nuestra propia vocación bautismal. Y si Cristo es el único santo, todos los santos y todos los bautizados estamos llamados a reflejar la bondad, la belleza y la caridad de Cristo que pasó por la vida haciendo el bien».
Todos llamados a la santidad
El pastor señaló que la primera carta de San Juan nos invita a ver cómo nos ama el Padre Dios: «Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él». Y en esta historia debemos vivir como hijos de Dios, como lo hicieron los santos y santas, anunciando la promesa futura: «lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es».
Pero ¿Qué significa vivir como hijos? Cuestionó el obispo: «Significa vivir al modo de Jesús. La felicidad que Él anuncia no es la de este mundo que busca la alegría en el poder, en el placer, en el dinero, en la avaricia, en hacerse ídolos que a la larga nos dan solamente lamentos, amarguras, desalientos. En cambio, Jesús nos llama dichosos, felices o bienaventurados a quienes viven en la historia en un clima del gozo o alegría espiritual (...) porque el que muere por Cristo, resucitará como Él».
Los fieles difuntos
Considerando que mucha gente acude a los cementerios durante la fiesta de Todos los Santos que es día feriado, Mons. Contreras destacó que «es bueno, entonces, hacer hoy memoria de nuestros difuntos y rezar por ellos y pedir que purificados puedan contemplar eternamente el rostro de Dios. Si algo nos hermana a los seres humanos es el dolor. Solamente la persona que vive superficialmente le hace el quite al drama del dolor humano, incluida la muerte. ¡Cristo ha resucitado! Y esta es la predicación, el testimonio de nuestra vida que tenemos que dar a conocer, vivir como resucitados, como bautizados que están llamados a una vocación de destino en el más allá de esta vida, más allá de esta historia, la vida eterna», expresó.
Destacando que «La Misa es una pregustación de aquel Domingo sin ocaso, en el que la humanidad entera está llamada a entrar en el descanso del Señor», el obispo concluyó su mensaje con un poema de León Felipe:
Y ahora pregunto aquí, ¿quién es el último que habla?
¿El sepulturero o el poeta?
¿He aprendido a decir belleza, luz, amor y Dios para que me tapen la boca cuando muera con una paleta de tierra?
No. He venido y estoy aquí, me iré y volveré mil veces en el Viento para crear mi gloria con mi llanto.
Muerte, tu guadaña no es un cetro, sino una herramienta de trabajo.
Desde tu filo iré al molino. Perderé la piel, la forma y la memoria de todo mi pasado. Desde el molino iré a la artesa, en la artesa me amasarán sudando y sin piedad unos robustos brazos, y un día escribirá en los libros sagrados: ‘El segundo hombre fue de masa cruda, como el primero fue de barro’.
Luego, entraré en el horno, del fuego saldré ya pan blanco y habrá pan para todos.
Podré partir y repartir después con miles y millones de pedazos, podréis hacer entonces con el hombre una hostia blanquísima, el pan ácimo, donde el Cristo se albergue.
Y otro día dirán en el libro sagrado: ‘El primer hombre fue de barro, el segundo de masa cruda, el tercero, de pan y luz’.
Será un sábado cuando sepultan las grandes escrituras.
Entretanto, a trabajar con humildad y sin bravatas, muerte, segador esforzado».
«Que la Virgen María acompañe a nuestros difuntos de cara a su hijo Jesús».
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