Estaba en una farmacia comprando unos medicamentos cuando llegó una pareja de jóvenes para comprar la píldora del día después. No pude por menos de reflexionar sobre lo que significaba dicho acto.
La doctrina de la Iglesia defiende «el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural» (Benedicto XVI, Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» Nº 83). Por su parte numerosos científicos españoles sostienen en el llamado Manifiesto de Madrid: «Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación». Por tanto se considera que el acto abortivo se produce cuando se procura la destrucción del embrión o el feto humano o se evita la implantación del embrión en el endometrio del útero.
La llamada «anticoncepción postcoital», o sus equivalentes «anticoncepción de emergencia» o «anticoncepción preimplantatoria» se presentan como un complemento y una alternativa a los fallos de los métodos anticonceptivos tradicionales, sosteniéndose que son anticonceptivos y que ayudan a prevenir el aborto. Se soslaya sin embargo un dato científico básico: no se trata de evitar una fecundación o concepción, sino de conseguir, por distintas vías, la no implantación en el útero de la mujer, del embrión humano. Por ello, la finalidad de estos métodos no es otra sino el aborto, ya que se pretende eliminar el embrión cuando se tiene la sospecha de que se ha podido verificar la fecundación, y este hecho no deja de ser inmoral aunque se realice en un estadio temprano del desarrollo del óvulo fecundado.
La píldora del día siguiente o píldora postcoital, no impide generalmente la fecundación, aunque a veces pueda actuar como un anticonceptivo. Su efecto principal es impedir la anidación, que es lo que pretendían los investigadores, con la consiguiente muerte del óvulo fecundado, por lo que es claramente abortiva, aunque este nombre de píldora abortiva no es el que reciben oficialmente. Son unos fármacos que no curan ninguna enfermedad, sino que sirven para terminar con una vida incipiente. Lo que se quiere conseguir es interrumpir un proceso generativo ya iniciado, eliminando al embrión, en su fase de blastocito, no permitiendo su anidación. Consiste en la administración de elevadas dosis de estrógenos. Provoca importantes trastornos en la mujer, como náuseas, vómitos, profundo malestar, aunque estas consecuencias se están consiguiendo eliminarlas. Es decir, aparte de sus efectos sobre el nuevo ser, al que se quiere suprimir y si no se logra hay grandes probabilidades de provocarle lesiones o malformaciones; no es un preparado inocuo que se pueda utilizar sin ningún control e independientemente de la edad o salud de la usuaria, puesto que su concentración hormonal es muy superior a la de los anticonceptivos.
Y, por supuesto, con mayor motivo es abortiva la píldora RU 486, que se opone a la acción de la progesterona y produce la interrupción del embarazo a partir del octavo día después de la concepción. La RU-486 es una píldora abortiva para las siete primeras semanas de embarazo, que hace que el hijo concebido no continúe su desarrollo normal en el útero de la madre, impidiendo su implantación, o si ésta se ha producido, produciendo el desprendimiento del embrión, y, en ambos casos, provocando su expulsión, por lo que se produce su muerte. Aunque no hay operación quirúrgica, pues es su alternativa química, tiene contraindicaciones y efectos colaterales de dolor y hemorragias, siguen los traumas psíquicos y además la mujer vive sola durante varios días (el tiempo mínimo son 72 horas), la total responsabilidad que supone eliminar paulatinamente el feto.
En cuanto a médicos y farmacéuticos cristianos, su deber es no recetar ni vender medicamentos abortivos, es decir los que destruyen óvulos fecundados, planteando para ello la objeción de conciencia. La vocación de los médicos y demás personal sanitario es luchar a favor de la vida, tomándose en serio el juramento hipocrático, que data del siglo Vº antes de Cristo y dice: «tampoco daré un abortivo a ninguna mujer».
Pedro Trevijano, sacerdote
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