(CNA/InfoCatólica) El papa emérito Benedicto XVI ha señalado que la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo en muchos países es «una distorsión de la conciencia» que también ha afectado a algunos en círculos católicos.
En la introducción de un nuevo libro que reúne sus escritos sobre Europa, Benedicto XVI resalta que «con la legalización del ‘matrimonio del mismo sexo’ en 16 países europeos, el asunto del matrimonio y la familia ha tomado una nueva dimensión que no puede ignorarse.
«Presenciamos una distorsión de la conciencia que evidentemente ha penetrado profundamente en sectores de personas católicas», advierte el pontífice emérito.
«Esto no puede responderse con un poco de moralismo o incluso con algunas referencias exegéticas. Este problema es más profundo y por lo tanto debe ser respondido en sus términos fundamentales», precisa Benedicto XVI.
La introducción, publicada en el diario Il Foglio este 16 de septiembre, pertenece al libro en italiano «La verdadera Europa: Identidad y misión».
Benedicto XVI asegura que el concepto de «matrimonio del mismo sexo» es «una contradicción con todas las culturas de la humanidad que se han sucedido hasta ahora, y significa una revolución cultural opuesta a toda la tradición de la humanidad hasta hoy».
El papa Emérito resalta que no hay duda de que las distintas culturas tienen diversas concepciones morales y jurídicas sobre el matrimonio y la familia, como las profundas diferencias entre monogamia y poligamia. Sin embargo, nunca se ha cuestionado el hecho de que la existencia del ser humano en sus formas masculina y femenina está ordenada a la procreación, «así como el hecho que la comunidad de hombre y mujer y la apertura a la transmisión de la vida determinan la esencia de lo que se llama matrimonio».
«La certeza básica de que la humanidad existe como masculina y femenina, y que la transmisión de la vida sirve a esta tarea y que, en esta, más allá de todas las diferencias, en esto consiste esencialmente el matrimonio, es una certeza original que ha sido obvia para la humanidad hasta ahora», escribe Benedicto XVI.
Con la anticoncepción empezó todo
El papa emérito indica que lo que socava fundamentalmente esta idea se introdujo con la invención de la píldora anticonceptiva y la posibilidad que abrió de separar la fertilidad de la sexualidad.
«Esta separación significa, de hecho, que de esta manera todas las formas de sexualidad son equivalentes. Ya no existe un criterio fundamental», resalta.
Según Benedicto XVI, este nuevo mensaje transformó profundamente las conciencias de hombres y mujeres, primero lentamente pero ahora de forma más clara.
Desde la separación de sexualidad de la fertilidad, continúa, llega lo contrario:
«La fertilidad, naturalmente, puede pensarse incluso sin sexualidad».
El pontifice alemán destaca que en ese panorama parece correcto ya no confiar más la procreación de seres humanos a la «pasión ocasional de la carne, sino a un plan y producción de humanos racionalmente». De ese modo, el ser humano ya no es «concebido ni generado sino hecho», lo que significa que una persona humana ya no es un don a ser acogido sino «un producto planificado por nuestro quehacer».
Benedicto XVI indica que si se puede planear hacer vida, también es verdad que se puede planear destruirla, alertando que el creciente apoyo al suicidio asistido y la eutanasia parece ser un «fin planeado para acabar con la vida de alguien como parte integral de la tendencia descrita».
Entonces, el asunto del matrimonio del mismo sexo consiste en ser «un poco más de mente abierta. En realidad, surge una pregunta básica: ¿quién es el hombre? Y con ella surge la pregunta sobre si hay un Creador o si somos todos simplemente productos manufacturados».
«Aparece esta alternativa: el hombre es una criatura de Dios, a su imagen y semejanza y un don de Dios, o el hombre es un producto que él mismo sabe cómo crear», escribe el papa emérito.
Benedicto XVI también señala que «el movimiento ecológico ha descubierto el límite de aquello que se puede hacer y ha reconocido que la naturaleza establece para nosotros una medida que no podemos ignorar impunemente». Y añade:
«También el hombre tiene una naturaleza que le ha sido dada, y violarla o negarla conduce a la autodestrucción. Por esto, la creación del hombre como masculino y femenino es ignorada en el postulado del ‘matrimonio homosexual'»
Es la doctrina de siempre
La postura de Benedicto XVI es la misma que la Iglesia ha sostenido siempre sobre la homosexualidad y sobre la condición del matrimonio abierto a la vida como base fundamental de cualquier sociedad humana. Se trata de una doctrina cuestionada por diversos obispos a lo largo de todo el mundo, que pretenden que la Iglesia acepte algún tipo de legalización de las uniones homosexuales. Por no hablar de la deriva de buena parte de la Iglesia en Centroeuropa, donde muchos pretenden que se dé la bendición eclesial a ese tipo uniones contranatura.
Siendo Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y contando con el aval expreso de Juan Pablo II, el actual pontífice emérito expresó la postura de la Iglesia sobre el reconocimiento legal de las uniones homosexuales. El texto concluía así:
«La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad».
Y ya como Papa, pronunció un discurso el 12 de enero del 2006, en el que afirmó:
«...es un grave error oscurecer el valor y las funciones de la familia legítima fundada en el matrimonio, atribuyendo a otras formas de unión reconocimientos jurídicos impropios, de los cuales no existe, en realidad, ninguna exigencia social efectiva».
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