P. Ibrahim, sacerdote en Alepo: «Nos consuelan los frutos de vuestra caridad»

(AIN) Pero el padre Ibrahim no pierde el ánimo: «Demos gracias al Señor por lo positivo que está sucediendo y esperemos que el alto el fuego, que están respetando al menos una parte del ejército y grupos armados, continúe». Pero incluso si callaran todas las armas, la vida diaria sería todo lo contrario a algo sencillo para la población. «La situación de nuestras familias en Alepo se puede explicar fácilmente. Entre todas las familias en ciudades sirias las que se topan con mayores dificultades son las familias de Alepo», expone.

Hace cálculos: «Según una encuesta realizada recientemente, en Alepo una familia precisa 17.000 liras sirias. Se trata del importe mínimo para adquirir los bienes más básicos: electricidad, agua y gas». Pero ni siquiera de eso disponen todos: «De nuestras 600 familias, más de 250 sufren una pobreza absoluta y viven con ingresos inferiores a las 25.000 liras sirias».

Según el sacerdote, esto significa que no están en condiciones de comprar alimentos suficientes como exigiría la dignidad humana. Las consecuencias son devastadoras: «15 fieles de nuestra parroquia tuvieron que ingresar en el hospital, donde recibieron transfusiones de sangre de varios litros: como consecuencia de la desnutrición estaban en peligro de muerte». Solo hay unas pocas excepciones a esta situación de emergencia, según el padre Ibrahim. «De acuerdo con nuestros datos, entre las 600 familias de nuestra comunidad latina solo cinco tienen realmente dinero; las demás viven al borde de la pobreza. También aquellos que antes vivían holgadamente han empobrecido durante estos cinco años de guerra y ahora piden ayuda abiertamente».

Lo han perdido todo

Y los años de necesidad han dejado huellas, comenta: «Impresiona ver a personas que eran industriales y tenían ingresos de cientos de miles de dólares y que ahora viven en la pobreza. Lo han perdido todo: empresas, oficinas, maquinaria. Solo les quedan las deudas bancarias, que no podrán pagar».

A la desnutrición se vienen a añadir otras dificultades de suministro. «La electricidad es uno de nuestros mayores problemas. Solo llega a las casas a través de generadores eléctricos de empresas privadas, que venden a precios exorbitantes los «amperios», dice. «Una familia, o también una persona sola, necesita al menos dos amperios para alimentar tan solo dos o tres lámparas o una televisión o una radio. Dos amperios no son suficientes ni siquiera para hacer funcionar una lavadora o una bomba cuando, excepcionalmente, se dispone de agua. Dos amperios son el consumo mínimo de un pobre o de una familia pobre». Con menos de esa cantidad –continúa diciendo el padre Ibrahim– la gente se encuentra sumida en la oscuridad. «Y esto ha producido numerosas perturbaciones psicológicas y la desesperación en muchas personas,como ya hemos podido comprobar en múltiples ocasiones». Sobre todo las familias con hijos están afectadas de la falta de electricidad. «Una familia con hijos en la escuela, en escuelas superiores o la universidad, no puede vivir sin electricidad, pues no pueden hacer las tareas escolares ni estudiar.

Por esta razón hemos pensado en ayudar a las familias pobres que se han quedado aquí por amor a su patria o porque no tienen posibilidad de huir por no disponer de dinero. Queremos ayudarles a vivir dignamente». Para ello, el padre Ibrahim ha creado el «Proyecto dos amperios para cada familia».«Es nuestra aportación para financiar los gastos mínimos de una familia. Es una ayuda que tiene también valor psicológico y que representa una expresión de solidaridad». Con donativos de diferentes países, «Ayuda a la Iglesia Necesitada» apoya el proyecto para los cristianos de Alepo.

El padre Ibrahim se muestra, ya desde ahora, agradecido a los benefactores de «Ayuda a la Iglesia Necesitada»: «Aunque los ataques de misiles nos siguen sobresaltando, nos pesan en el corazón y nos entristecen, nos consuelan los frutos de vuestra caridad. En nombre de los cristianos de Alepo, y en particular en nombre de la parroquia latina y de los franciscanos de Alepo, os envío los mejores deseos para un camino santo de conversión al Padre, rico en misericordia».

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