(Gaudium Press) Una serie de polémicas declaraciones del Ministro de Educación, Lorenzo Fioramonti, en contra de la presencia de crucifijos en las aulas escolares fue fuertemente rechazada por los Obispos de Italia a través de un editorial de su periódico oficial, Avvenire. El texto recordó la vinculación estrecha entre la identidad italiana y la fe cristiana y citó la respuesta del Secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, Mons. Stefano Russo, y del Arzobispo de Milán, Mons. Michele Pennisi, a las declaraciones.
«El Ministro de Educación planteó una controversia innecesaria con la propuesta de retirar el crucifijo de las aulas, con el riesgo de que este símbolo universal de fraternidad sea explotado a nivel político y se convierta en un signo divisivo», lamentó Mons. Pennisi. «El Crucifijo no puede ser arrancado de las paredes de nuestras escuelas o edificios públicos, de nuestro corazón, porque es un símbolo de sufrimiento ofrecido por amor, de nuestro destino común, de misericordia final, de consuelo extremo, de perdón mutuo, un signo de esperanza y solidaridad para todos».
Por su parte, Mons Russo declaró que la presencia del crucifijo «no es en absoluto un símbolo divisivo. Aquí no se trata de un símbolo sectario, sino de civilización y pertenencia a una cultura impregnada del cristianismo». El prelado recordó la relación de los símbolos religioso con las raíces cristianas de la cultura italiana en un intento de revivir un debate ya superado. «Lamento volver una vez más a este tema al que, además, ya han respondido 2 pronunciamientos del Consejo de Estado, una sentencia del Tribunal Constitucional y una de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo».
«De la salida del Ministro de Educación fluye una ignorancia cultural que es lamentable ver en personas que representan a nuestra República», comentó Monseñor Giovanni d'Ercole, Secretario de la Comisión Episcopal para la Cultura y las Comunicaciones Sociales. «Sería mejor permanecer en silencio». El prelado que el crucifijo es un signo de innegable importancia no sólo para los creyentes, por lo cual el debate fue enmarcado en lo que calificó «la enésima controversia secularista».
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