La vida da muchas sorpresas. Unas agradables, otras desagradables, otras sorprendentes, otras emocionantes, otras preocupantes... Y así podríamos poner muchos otros adjetivos. Esta mañana he recibido una noticia preocupante.
Yo vivo en España y tengo relación con otros lugares como Italia, EEUU, Ecuador, etc. Bajaba en mi coche con cuatro chicas. Una de ellas, ecuatoriana y aspirante a vivir la vida consagrada, me dijo que había recibido una llamada de su madre en la que le comunicaba que en Ambato, en la zona de la sierra andina, donde vive su hermana, ha ocurrido un hecho que le ha resultado sorprendente. En Ecuador es frecuente el hecho de vivir more uxorio con quien no es el legítimo marido. Su hermana no está casada por la Iglesia, está viviendo lo que llaman amor libre. La madre de esta aspirante le ha contado que ahora, en la diócesis de Ambato, se puede confesar y comulgar aunque uno viva en una situación de amor libre o en una situación more uxorio con quien no es su legítimo marido. Lo sorprendente es que esta madre le decía a la aspirante a religiosa que su hermana se había negado a ir a confesar y comulgar porque sabía que eso sería cometer un pecado más grave que el que tenía. A la misma vez, es penoso el ver la confusión tan grave que se está realizando en la Iglesia desde dentro de ella misma.
El cardenal MülIer, en una entrevista con un periódico, ha dicho que la doctrina de la Iglesia no ha cambiado con Amoris Laetitia. Y los que somos de a pie decimos: ¿cómo se puede decir que no ha cambiado cuando la praxis está siendo otra? Si la praxis proviene de la teoría, es decir, de la doctrina, entonces ¿por qué cambia la praxis? La verdad es que esto no tiene ni pies ni cabeza, es un galimatías, es como que los hombres hemos andado sobre los dos pies y ahora quieren que andemos sobre las manos. Es el mundo al revés, pero ¿no era sencillo vivir como hasta ahora?
A veces se acusa a los que pretenden ser fieles a la doctrina como hombres abstractos e impedientes de que otros entren en la Iglesia. No se trata de esto. Realmente no se trata de eso. Se trata de que Jesucristo dijo que «el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán» (Lc 21,33), y dijo que «el que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho y el que es infiel en lo poco es infiel también en lo mucho» (cfr. Lc 16, 10). Y dijo que «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt. 16, 18). Bueno, dijo muchas más cosas y lo que tenemos que hacer es ir al Evangelio y ver lo que dice.
En estos días hay una inquietud grande por formarse y muchos están acudiendo a las fuentes legítimas para su formación, a la Veritatis Splendor, la Familiaris Consortio, el Catecismo de la Iglesia Católica, incluso hasta el Código de Derecho Canónico, y ahí es ya donde uno empieza a pensar que hay como un plan para hacer resurgir una iglesia distinta de la de Jesucristo, una iglesia más del mundo, una iglesia más progre, una iglesia donde quepan todos, luteranos, ortodoxos, lefebvristas, veterocatólicos e incluso hasta la New Age, ¿por qué no? ¿Quién compone el Pueblo de Dios? ¿no es verdad que pueden serlo también hindúes, chamanes, animistas, politeístas? Pueblo de Dios se ha convertido en algo aguado donde no se sabe ni qué es lo que hay que creer ni qué es lo que hay que hacer.
¿No es el triunfo del relativismo? ¿no nos apercibió de esto San Juan Pablo II y Benedicto XVI? Si sobre un asunto tan importante se puede hacer una praxis y su contraria, ¿dónde está la verdad? Y lo que es más grave, ¿quién nos la dice y cómo saber que quien nos la dice nos la está diciendo y no está diciendo una cosa que nos llevará a la muerte? No son preguntas fáciles de responder. Es toda una labor de discernimiento donde aquí sí que toca la capacidad de escucha, de humildad y de aceptación de la Palabra de Dios. Porque «el que me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). Estamos en tiempos difíciles. Hay que mantener la calma, hay que rezar mucho y esperar la luz porque la purificación está unida a la iluminación, pero no la iluminación del que se autoproclama Luzbel sino la luz del que dijo: «Yo soy la luz del mundo» (ibid).
(*) El fundador del Hogar de la Madre es el P. Rafael Alonso Reymundo, que funda la rama femenina de las Siervas del HM (1984), y la de los Siervos (1990). Cuenta también el HM con comunidades de Laicos y de Jóvenes.
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