Las cifras de homicidios en Ciudad Juárez se desploman tras la apertura de capillas de adoración perpetua

(Gaudium Press/Religión en Libertad) Ciertamente la acción de las diversas autoridades y un despertar de la sociedad, han hecho su efecto. Pero si se quiere encontrar una explicación más profunda, esta se halla en la propagación de capillas de adoración perpetua en la ciudad. Es lo que afirma el P. Patricio Hileman, que tiene como misión crear capillas de adoración por toda América Latina. «Cuando una parroquia adora a Dios día y noche, la ciudad es transformada», afirma el padre Hileman.

En relato hecho a Radio María Argentina, el sacerdote cuenta que en 2013 los misioneros abrieron la primera capilla de Adoración Perpetua en Ciudad Juárez. En ese tiempo «morían 40 personas por día porque se estaban disputando la ciudad dos grupos de narcos para pasar la droga a Estados Unidos».

El P. Hileman narra que «los párrocos contaban que no se acababa la guerra porque un grupo de militares estaban con (un grupo de) narcos y los policías estaban con el otro grupo. Mataban a la gente, quemaban las casas para que se fueran, para disputarse la ciudad».

Uno de los párrocos «desesperado» pidió a los misioneros abrir una capilla de Adoración Perpetua, porque aseguraba que «solamente Jesús nos va a salvar de esto, solamente Jesús nos puede dar seguridad». Los misioneros tardaron solo tres días para constituir la primera capilla de Adoración Perpetua en Ciudad Juárez.

Una bella historia

Ya establecido el recinto de adoración, un día una señora fue a cumplir su hora santa a un horario que para el mundo es inopinado, las 3 am. Entonces unos mililtares la detuvieron, le preguntaron que para donde iba y no le creyeron mucho, tanto que la escoltaron.

Al llegar a la capilla, los militares se encontraron con «6 mujeres haciendo la Hora Santa a las 3 de la madrugada». En ese momento, la señora les dijo a los soldados: «¿ustedes creen que nos protegen a nosotros? Nosotros estamos 24 horas al día rezando por ustedes». Uno de los militares cayó «llorando con su arma frente al Santísimo. Al día siguiente, a las 3 de la madrugada, lo vieron de civil haciendo la Hora Santa llorando a mares», señaló el sacerdote.

«Hicimos diez capillitas en un año», cuenta el padre Hileman.

El sacerdote elogia en la adoración particularmente las horas de la madrugada: «Es cuando estás más tranquilo, cuando escuchas mejor a Dios, tu mente está más calmada, tu corazón, estás solo para Dios. Si tú eres generoso con Jesús él es mil veces más generoso contigo»

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