Normas generales, valores y actos intrínsecamente malos

En este post vamos a comentar muy brevemente la relación que existe entre el punto 304 de Amoris lætitia y el punto 5 de la Sección primera de la Parte tercera de La ley de Cristo, de Bernhard Häring.

I.- MINUSVALORAR LA LEY MORAL EN FAVOR DE VALORES MÁS ELEVADOS

En Normas y discernimiento, capítulo VIII de Amoris lætitia, punto 304, se enseña que el obrar de una persona no puede discernirse atendiendo “sólo” a su conformidad con “una ley o norma general", porque hay que considerar, además, unos valores que hay que salvaguardar:

«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano. […] Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado»»

Pues bien, esta idea enseñada en A.L. 304: la inconveniencia, por legalista o rigorista, de aplicar “sólo” la ley moral al caso para no descuidar valores supuestamente fundamentales,  es enseñada por Bernhard Häring, por ejemplo en La ley de Cristo, en el subcapítulo Normas generales y normas particulares. En este y otros pasajes de su obra, el teólogo redentorista pretende fundamentar la moral cristiana no en la ley moral, sino en la teoria de los valores:

«Quien sólo se fije en las fórmulas normativas, sin atender al valor que las fundamenta, llegará a una moral muerta, por no ser más que legalista. Se hará la ilusión de que con el cumplimiento formal de las normas más generales (que por su generalidad misma suelen expresarse negativamente) habrá satisfecho las exigencias de la moralidad entera. » (La ley de Cristo, Parte tercera, Sección primera, 5)

II.- DESCONECTANDO LA LEY MORAL DE LA FORMULACIÓN DE SUS PRECEPTOS  

Comprobamos que aquí Häring se refiere solapadamente a los preceptos negativos de la ley moral —que son, precisamente, los referidos a los actos intrínsecamente malos. Por eso dice el teólogo redentorista: «las normas más generales (que por su generalidad misma suelen expresarse negativamente)»

Tengamos en cuenta que, en el punto que tratamos de A.L., con la expresión eufemística el obrar de una persona, se está refiriendo también a actos intrínsecamente malos, en este caso a los actos de adulterio que son objeto de análisis del capítulo VIII de Amoris lætitia.

Como sabemos, y es bueno repetir y retenerlo, los preceptos de la ley moral que se formulan negativamente son los referidos a los actos intrínsecamente malos. Así lo enseña Veritatis splendor 52:

«Los preceptos negativos de la ley natural son universalmente válidos: obligan a todos y cada uno, siempre y en toda circunstancia. En efecto, se trata de prohibiciones que vedan una determinada acción «semper et pro semper», sin excepciones, porque la elección de ese comportamiento en ningún caso es compatible con la bondad de la voluntad de la persona que actúa, con su vocación a la vida con Dios y a la comunión con el prójimo. Está prohibido a cada uno y siempre infringir preceptos que vinculan a todos y cueste lo que cueste, y dañar en otros y, ante todo, en sí mismos, la dignidad personal y común a todos.» (Veritatis splendor 52)

Para desconectar los preceptos negativos de los actos intrínsecamente malos, Häring relativiza la formulación de los preceptos, separándola indebidamente de sus conceptos en favor de unos supuestos valores más elevados. Lo mismo parece hacer A.L. Sugiere que las normas son buenas, que son un bien, pero que no podemos contentarnos con su rígida y estrecha formulación.

Enseña Häring:

«Es necesario que existan normas con relación a cada una de las esferas particulares de valor ; lo exige la naturaleza del hombre, que piensa según categorías universales. Ellas nos introducen en el dominio de los valores y nos muestran sus contornos y sus límites. Pero no hemos de contentarnos con su rígida formulación, sino tratar de penetrar hasta el valor que por ellas se expresa.»

Enseña Amoris lætitia:

«Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. » 

Desconectar, sin embargo, la formulación negativa de los preceptos de la ley moral, de su contenido, es un error de graves consecuencias. Una de ellas, desvincular la ley moral de la naturaleza humana y dejarla suspendida en el mundo mental e ideal de los valores (que es precisamente el objetivo del deconstruccionismo nominalista).

III.- NO HAY VALORES QUE SALVAGUARDAR EN LOS ACTOS INTRÍNSECAMENTE MALOS

La doctrina de la Iglesia enseña que la elección de actos intrínsecamente malos en TODO caso atentan contra la dignidad humana. Son incompatibles con la fidelidad que debemos a Dios. No hay, pues, valores que salvaguardar en una conducta contraria a la ley natural; no existen valores que sean independientes de lo explícitamente prohibido por la ley moral, y que además pretendan fundamentarla ¡! Porque

«En efecto, se trata de prohibiciones que vedan una determinada acción «semper et pro semper», sin excepciones, porque la elección de ese comportamiento en ningún caso es compatible con la bondad de la voluntad de la persona que actúa, con su vocación a la vida con Dios y a la comunión con el prójimo. Está prohibido a cada uno y siempre infringir preceptos que vinculan a todos y cueste lo que cueste, y dañar en otros y, ante todo, en sí mismos, la dignidad personal y común a todos.» (Veritatis splendor 52)

Subordinar la ley moral a unos pretendidos valores más elevados, cuya supuesta salvaguarda implique minimizar la aplicación al caso de los preceptos negativos del Decálogo, es un grave error que debe ser corregido o aclarado. La formulación negativa de estos preceptos es un bien insustituible que nos advierte, en su universalidad y contundencia, de los graves peligros que supone su transgresión.

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