Hace unos días que trato de buscar un enfoque positivo, del que soy incapaz, a la noticia que me comentaba E.O.:
- el 54% de los sacerdotes alemanes se confiesa una o ninguna vez al año
- sólo el 58% de los sacerdotes rezan (oran) al menos una vez al día
Estos datos se desprenden del «análisis sobre el ministerio pastoral alemán» que publicó la Conferencia Episcopal de Alemania el pasado jueves 16 de abril. La base del estudio es una encuesta a 8.600 sacerdotes católicos y asistentes pastorales a tiempo completo («Pastoralreferentin»).
Quizá nos pueda ayudar a entender algunos motivos que expliquen por qué la Iglesia en Alemania es capaz de negar los sacramentos y la vida de la Iglesia a quien no pague impuestos para ellos, asimilando tal condición a la apostasía, y a la vez pretenden hacer la vista gorda con el adulterio amparándose en una peculiar concepción de la misericordia.
¿De verdad una persona no ‘necesita’ pedir perdón al Señor frecuentemente? Permíteme que lo dude (aunque sólo sea por mi triste experiencia). ¿Qué puede predicar, transmitir y administrar un sacerdote que no lo vive?
Los datos son coherentes. El roce hace el cariño. Rezar es tratar con el Señor. Quien lo hace Lo quiere más. Lógico que quien no lo hace no vea la necesidad de estar más pegado a Él. Probablemente en el fondo subyace un concepto distinto de la misericordia divina, algo más inmanente, típico de la cultura germana. Muy luterano. Como si la oración y los sacramentos fuesen algo superfluo; importante, pero decorativo.
Pero tener estas claves no mitiga la preocupación por la grey a ellos encomendada. Desde luego debe ser acicate para rezar más por los sacerdotes. Egoístamente, también, nos jugamos mucho.
Créditos de la foto: «Arms break, vases don’t» de ©Erik Johansson
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