El cardenal Müller explica en un libro por qué no se puede dar la comunión a divorciados vueltos a casar

(Actuall) El volumen está a punto de llegar a las librerías, días antes de que el Papa Francisco publique su esperada exhortación apostólica sobre la familia.

¿La razón de por qué no es posible dar la comunión a divorciados vueltos a casar? Es «debido al carácter de derecho divino de la indisolubilidad del matrimonio». Müller explica que esta es «doctrina teológica y espiritual» como quedó claro con la constitución Gaudium et Spes del Vaticano II.

Es cierto que en los meses anteriores al Sínodo de 2015 se propuso resolver el problema de los divorciados vueltos a casar «con una propuesta cercana a las Iglesias ortodoxas a partir de una nueva praxis penitencial en base al principio de misericordia de Dios, aplicada a ciertos casos por medio de la ‘discretio’ o discernimiento espiritual caso por caso de los pastores».

Pero Müller deja claro que en los trabajos sinodales se insistió en que no era posible darles la comunión. Porque «todo el orden sacramental es obra de la santidad, la justicia divina y la misericordia y que esta (…) no es nunca una dispensa de los mandamientos de Dios y de la Iglesia o una justificación para suspenderlos o invalidarlos: ‘Ve y no peques más’ (Jn 8,11) le dice Jesús a la adúltera, una vez la ha tratado con gran misericordia».

El purpurado alemán deja claro en el libro-entrevista que, de acuerdo con el Sínodo, «los pastores se deberán esforzar en acoger (a los divorciados vueltos a casar) con delicadeza y cordialidad para acompañarles e integrarles en la vida ordinaria de la Iglesia».

Ante quienes dicen que la postura de la Iglesia en moral sexual no es realista y que es mejor ajustarla a los tiempos presentes, el cardenal Müller señala: «Todos sabemos que somos pecadores y que es en el campo de la sexualidad donde precisamente se manifiesta de un modo patente la fragilidad humana. Pero esto no significa que la moral sexual que enseña la Iglesia sea un ideal inalcanzable. El mayor escándalo que puede dar la Iglesia no es que en ella haya pecadores, sino que deje de llamar por su nombre a la diferencia entre el bien y el mal y que relativice esta, que deje de explicar lo que es pecado o que pretenda justificarlo por una supuestamente mayor cercanía y misericordia hacia el pecador».

El prefecto de la Doctrina de la Fe también aborda en la larga entrevista el drama de las rupturas matrimoniales, pero precisa que «hay algo en el matrimonio que no fracasa: puede fracasar la convivencia, pueden fracasar las expectativas humanas, pero nunca fracasa en él, la acción de Dios (…) El sacramento en cuanto tal no fracasa».

Explica que el matrimonio no se puede entender como un acto social o como un ideal –dos errores comunes de esta época-. «No es un ideal que los hombres han imaginado. Un ideal es un reflejo de un deseo mío, como el niño que quiere ser astronauta… Un ideal, de hecho, suele ser inalcanzable».

Pero el matrimonio no es un ideal, sino «una realidad dada por Dios». «Es El –explica Müller- quien, de forma inaudita, ha creado por amor al varón y a la mujer, abiertos los dos a la relación y a la fecundidad: esto no es una idea, es una realidad y, a la vez, una promesa de plenitud».

Siguiendo la doctrina del propio Jesucristo, Müller centra la cuestión al recordar que «el matrimonio no consiste solo en la decisión de convivir con otra persona, sino en el firme propósito de ser ‘una sola carne’… ‘por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y serán los dos una sola carne» (Mc 10,8).

Y añade que «el fin del matrimonio no es sólo natural sino también sobrenatural: la santificación de los esposos y de la vida, para poder alcanzar la plena comunión con Dios».

A preguntas de Carlos Granados, el prefecto para la Doctrina de la Fe también aborda la amenaza que para la familia representa la Ideología de Género. Subraya las palabras del actual pontífice: «El Papa Francisco ha desenmascarado que tal pretensión es una auténtica ‘colonización ideológica’: ‘la colonización ideológica se realiza a través de los niños’».

Y añade que esta ideología –como otras- tiene una pretensión totalitaria «Un ídolo: hemos hecho de nuestra propia libertad, de nuestro propio deseo, un ídolo, pretendiendo ser nosotros quienes determinemos lo que es bueno o malo. ¿No fue esta la sustancia de la primera tentación de Adán y Eva? ¿Se puede construir una sociedad sin respetar la diferencia fundamental de hombre y mujer?

El Informe sobre la Esperanza, dedica a la familia uno de los cuatro capítulos en que se divide. Ya que la familia según Müller –siguiendo al Papa Francisco- es «sujeto de la nueva evangelización».

Los otros capítulos son ¿Qué podemos esperar de Cristo?; ¿Qué podemos esperar de la Iglesia?; y ¿Qué podemos esperar de la sociedad? Las tres sirven para expresar las preocupaciones, «los gozos y las esperanzas» del hombre contemporáneo y buscar respuestas en el Magisterio de la Iglesia, según explica Granados en el prólogo.

Las respuestas del prefecto para la Doctrina de la Fe son interesantes reflexiones, de gran calado teológico, con alusiones a papas (Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco), a teólogos (San Hillario, Santo Tomás, De Lubac), pero también a personajes de la cultura (Nietzsche, Dostoyewski, Chesterton). Y todo ello con un estilo directo y un lenguaje asequible.

Si el Informe sobre la Fe (1985) –la larga entrevista concedida por Ratzinger a Vittorio Messori- era un diagnóstico sobre la situación eclesial, proponiendo vías de solución, elInforme sobre la Esperanza pone el centro ahora en un tema nuevo, ya que vivimos hoy una gran crisis de esperanza. La respuesta, en el Evangelio.

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