(InfoCatólica) El cardenal Ruini fue Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana entre 1991 y 2007 y vicario de la diócesis de Roma hasta el 2008.
Entre los temas abordados en la entrevista al Corriere della Sera figura la propuesta del sínodo amazónico de ordenar hombres casados.
El Sínodo de la Amazonia podría permitir que los diáconos casados se conviertan en sacerdotes. La impresión es que puede ser el desencadenante para la abolición del celibato. ¿O no es así?
En la Amazonia, y también en otras partes del mundo, hay una grave escasez de sacerdotes, de manera que las comunidades cristianas a menudo se ven privadas de la Misa. Es comprensible que haya un impulso para ordenar sacerdotes a los diáconos casados y la mayoría se ha decantado en este sentido en el Sínodo. A mi juicio, sin embargo, es una opción incorrecta. Y espero y rezo para que el Papa no la confirme en la próxima exhortación apostólica postsinodal.
¿Por qué es una opción incorrecta?
Hay dos razones principales. El celibato sacerdotal es un gran signo de consagración total a Dios y al servicio de los hermanos, especialmente en un contexto erotizado como el actual. Renunciar al celibato, aunque sea de forma excepcional, sería ceder al espíritu del mundo, que siempre trata de entrar en la Iglesia, y difícilmente se limitaría a casos excepcionales como la Amazonia. Además, hoy el matrimonio está sufriendo una crisis profunda: los sacerdotes casados y sus esposas sufrirían los efectos de esta crisis y su condición humana y espiritual no podría dejar de verse afectada».
¿Quiere decir que un sacerdote divorciado sería un problema?
Así es.
¿Pero nunca ha echado de menos tener una familia e hijos?
Vivir el celibato no ha sido fácil para mí: es un gran regalo que me ha dado el Señor. Sin embargo, el hecho de no tener hijos no me ha resultado duro, tal vez porque he disfrutado del afecto de muchos jóvenes. En cuanto a la falta de una familia propia, estoy muy unido a mi hermana Donata (el Cardenal señala a una mujer sonriente en la fotografía que tiene junto a la de Juan Pablo II) y tengo la suerte de vivir con personas que son como una familia para mí».
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