La historia lleva revolucionando la blogosfera anglosajona unos días. Lena, una feminista, relató en su blog [puede estar inaccesible por el volumen de accesos] que en 2012 había decidido abortar a su bebé cuando descubrió que era chico y le revivía mala experiencia con los hombres. No quería traer «otro monstruo al mundo».
Relata al saber el resultado de la ecografía que:
«Mi cuerpo me había traicionado. Estaba en estado shock, empecé a llorar […] llorando, sollozando, con incontrolable llanto y una angustia mental del tipo que solo puede ser experimentada por aquellos que han visto sus vidas destruidas por una guerra»
Tres días de reflexión ayudaron a «madurar» la decisión
«Yo no odio a los hombres, odio al patriarcado, en lo que los hombres e incluso algunas mujeres se convierten. No iba a dejar que eso sucediera con mis hijos. Las oportunidades de ello eran mayores si era un niño».
Y el pobre bebé fue asesinado. Ella «recuperó» su salud mental.
«Sabía lo que tenía que hacer», añadió. Ya se sentía «feliz» por haber hecho algo positivo: «Todo salió a la perfección».
Podéis imaginaros el tipo de comentarios que circulan en Facebook, twitter y los blogs. Incluso hay un par de feministas que lo condenan. ¡Increíble, asesinado por ser chico!
Yo lo dejaría en ¡increíble, asesinado! No existe ningún «por ser» que lo justifique, ni por ser débil, ni por incumplir los estándares de los padres o de la sociedad, ni por venir sin pedir permiso, ni por ser chica, ni porque-me-da-la-gana-matarlo. En España es un derecho poder hacerlo, así nos va.
Y sí, eso de Lena es verdadero feminismo.
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