El 22 de enero de 1973, el Tribunal Supremo de Estados Unidos sentenció que la mujer designada con el seudónimo “Jane Roe” (cuyo auténtico nombre era Norma L Mc Corvey), hubiera tenido derecho legal a abortar cuando estaba en estado. En 1970 Jane Roe presentó una demanda en Texas solicitando el derecho a abortar, pues se hallaba embarazada, según ella, víctima de una violación. De hecho, la mujer había dado a luz durante el caso a una niña, que fue dada en adopción. En primera instancia Texas rechazó que tuviera derecho a abortar, pero la mujer recurrió al Tribunal Supremo.
El fallo (nunca mejor dicho) del Tribunal Supremo de Estados Unidos, suponía de hecho la legalización del aborto en Estados Unidos, pues obligaba a modificar todas las leyes estatales y federales que hasta entonces prohibían el aborto. En la infame sentencia, los jueces del Supremo argumentaban que las leyes contrarias al aborto “violaban el derecho constitucional a laprivacidad bajo la cláusula del “debido proceso” de la Décimocuarta Enmienda de la Constitución”.
Tecnicismos y siniestras sutilezas legales aparte, la mayoría izquierdista entonces del Tribunal Supremo de EstadosUnidos, imponía una medida que tendría nefastas consecuencias y acarrearía la pérdida y muerte de millones de niños en todo el mundo. En realidad, y no conviene olvidarlo, el primer país que autorizó el aborto fue la URSS de Stalin en los años 20 y de hecho el Reino Unido lo había aprobado antes que Estados Unidos, en 1967, pero la legalización en Estados Unidos fue el auténtico detonante para su despenalización en todo el mundo.
Fue sintomático que el llamado caso Roe contra Wade (Wade era el nombre del fiscal de Texas que se opuso a la demanda de “Roe” en 1970) que tan terribles consecuencias iba a acarrear, estuviera lleno de mentiras y ocultaciones desde el principio, como hoy es ya público. En febrero de 2017 moría Norma Mc Corvey a los 69 años en una residencia de ancianos en Texas. Estaba totalmente arrepentida. Ella mismo calificó en sus últimos años su participación en el tema como “el mayor error de mi vida”.
Ella misma reveló en los 80 que era mentira que hubiese sido violada, que su embarazo había sido fruto de una relación totalmente consentida y denunció haber sido manipulada por las 2 jóvenes y ambiciosas abogadas que la representaron en el caso, Sarah Weddington y Linda Coffee. Weddington admitió en 1993 en un discurso en el Instituto de Ética de la Educación en Oklahoma que “mi conducta pudo no haber sido totalmente ética pero lo hice por lo que pensé que eran buenas razones”. De hecho, el trasfondo del caso Roe Wade iba mucho más allá de la campaña personal de 2 abogadas izquierdistas.
Las abogadas recibieron financiación y apoyo por parte de importantes grupos y empresas que actuaron desde la sombra. El más importante pudo ser el del magnate de la pornografía Hugh Hefner, fundador de la revista “Playboy”. Probablemente Playboy estuvo más involucrada enRoe vs Wade que cualquier otra compañía. Nosotros aportamos los fondos para esos primeroscasos y además escribimos el amicus curiae (una figura del derecho anglosajón; una especiede informe “desinteresado” aportado por un tercero) en el caso Roe”, declaró Hefner en 1992.
En la sentencia Roe el Tribunal Supremo ponía un límite máximo de 7 meses en el que el bebé podía ser abortado, pero (por si fuera poco ese enorme plazo) en una sentencia similar posterior, Doe contra Bolton, el Supremo norteamericano abrió la puerta a una permisividad total ya que “el aborto debe estar disponible cuando sea necesario para proteger la salud de la mujer”. Es decir, el mismo coladero para una total permisividad que implantó en España más tarde el gobierno socialista de Felipe González en la ley de 1985 de despenalización del aborto (ley de la que hablan maravillas ahora algunos “democristianos”).
La sentencia Roe vs Wade se dirimió por 7 contra 2 entre los jueces del Supremo y fue extraordinariamente llamativo que fuera aprobada por 3 de los 4 jueces supuestamenteconservadores, designados por el presidente Nixon, que si hubieran votado como se esperaba de ellos habrían podido denegar la legalización del aborto. En Estados Unidos a diferencia de lo que ocurre en España las sentencias de los tribunales crean jurisprudencia. Eso hace que un gobierno pueda verse obligado a permitir un cambio legislativo tan importante como éste, incluso en contra de su voluntad.
De hecho, el presidente Nixon se oponía claramente al aborto. En 1971 ya había declarado que “el aborto no es una forma aceptable de control de la población”. En las elecciones presidenciales de 1972, Nixon fue reelegido aplastando al demócrata izquierdista George Mc Govern, partidario del aborto (y de otras causas “progresistas” como la retirada inmediata de Vietnam). En esa campaña Nixon se había manifestado de nuevo públicamente de forma clara contra el aborto. Por ello la Iglesia católica norteamericana, por ejemplo, a través del cardenal de Nueva York O’Dufee oficiosamente apoyó a Nixon en esa campaña (a pesar de que éste era protestante cuáquero).
Pero, como es sabido, el veredicto de las urnas que no había podido ser más claro fue revocado por la conspiración política demócrata izquierdista a través de la manipulación hasta la náusea del llamado caso Watergate, un irrelevante asunto de escuchas ilegales en la sede del Partido Demócrata que no llegaron a instalarse, que fue convertido por los políticos, jueces y la prensa “liberales” ( los mismos sectores que estaban a favor del aborto) en un auténtico drama político que marcó toda la política norteamericana del momento. Con el apoyo inestimable del mismo Tribunal Supremo que había legalizado el aborto (así como la cobardía del Partido Republicano, que abandonó al presidente), forzaron la dimisión de Nixon en agosto de 1974, a mitad de su segundo mandato.
En efecto, quedó claro el error garrafal de Nixon con sus nombramientos de jueces supuestamente conservadores que resultaron ser “centristas liberales” y traicionaron a Nixon tanto en el caso Roe Wade como en el propio caso Watergate asumiendo por sistema las tesis de los enemigos de Nixon. Al final, tristemente el aborto se consolidó en Estados Unidos y muy pronto en todo el mundo.
Quizá la conclusión más esperanzadora de esta triste historia sea el profundo arrepentimiento de la propia Norma Mc Corvey, que al igual que el Doctor Bernard Nathanson, acabó siendo una gran militante a favor de la vida.
En una campaña televisiva contra el aborto en la que participó Mc Corvey a principios de los 90 afirmó: “El aborto ha matado a 50 millones de bebés inocentessolo en Estados Unidos desde 1973. El aborto deja cicatrices en un número incalculable de madres, padres y familias también”.
Toda vida humana, desde el momento de su concepción hasta la muerte es sagrada, pues, la persona humana ha sido amada por sí misma a imagen y semejanza de Dios vivo y santo. Producir la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la persona y la santidad del creador. La legitima defensa de la vida, es un deber grave para quien es responsable de su propia vida y la del otro como del bien común. Desde su concepción el niño tiene derecho a la vida. El aborto directo, es decir, buscando como fin o como un medio, es una práctica infame, gravemente contraria a la ley moral. Porque ha de ser tratado como una persona desde su concepción, el embrión humano y debe ser defendido en su integridad, atendido y cuidado médicamente como cualquier otro ser humano. (Catecismo de la Iglesia Católica 2258-2330).
Javier Navascués
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