Encuentro de protección de menores, la periodista Valentina Alazraki: más transparencia en la comunicación sobre abusos

(Agencias/VaticanNews) Una comunicación transparente es indispensable para combatir los abusos sexuales amenores por parte de hombres de la Iglesia. Es el centro de la reflexión de Valentina Alazraki, periodista mexicana, corresponsal en el Vaticano de Televisa desde hace 45 años, por lo tanto desde el final del pontificado del Papa San Pablo VI. «Comunicación: para todas las personas» es el tema de la relación que con una mirada de madre y periodista, ofrece también consejos prácticos sobre este frente: pide que se apunte a la transparencia y a la celeridad en las informaciones, a tomar la iniciativa, a aprender de los errores del pasado y a una suerte de alianza con los periodistas. «Espero que después de esta reunión vuelvan a casa y no nos eviten, sino que nos busquen» es la esperanza de la periodista que agrega: «Ojalá vuelvan a sus diócesis pensando que no somos nosotros los lobos feroces, sino que, al contrario, podemos unir nuestras fuerzas en contra de los verdaderos lobos».

Periodista y madre

La Alazraki no ofrece sólo una reflexión como representante de los periodistas sino también de las madres, de las familias y de la sociedad civil. «A primera vista -- dice - hay poco en común entre ustedes y yo, ustedes obispos y cardenales, y yo, una mujer laica, sin cargos en la Iglesia, y además periodista». «Sin embargo, compartimos algo muy fuerte: todos tenemos una madre, todos estamos aquí porque un día una mujer nos engendró. Frente a ustedes, yo quizás tenga un privilegio más: soy ante todo una mamá.

Se parte de la maternidad

Y es precisamente de la experiencia de la maternidad que la Alazraki desarrolla el argumento que le ha sido confiado, es decir, cómo la Iglesia debería comunicar sobre el tema de los abusos. Palabras que recuerdan lo que dijo ayer el Papa después de la relación de Linda Ghisoni sobre la importancia de repensar la Iglesia con las categorías y el estilo de la mujer. Su relación parte del concepto de Iglesia como madre, que es la tercera de una mujer y la última de este Encuentro sobre la protección de los menores. Como mamá, la periodista, recuerda que para una madre «no hay hijos de primera o segunda división: hay hijos más fuertes e hijos más vulnerables».

«Tampoco para la Iglesia hay o debería de haber hijos de primera o segunda división. Sus hijos aparentemente más importantes como lo son ustedes, los obispos, y los cardenales no son más importantes que los niños, las niñas, los jóvenes que haya vivido la tragedia de ser víctimas de abuso por parte de hombre de la Iglesia, de un clérigo» afirma. «Por eso, ante conductas delictivas como los abusos a menores, una institución como la Iglesia, no tiene otro camino que no sea el de ponerse del lado de la víctima y no del victimario».

Periodistas: aliados contra los abusos

Para los periodistas, las madres y la entera sociedad los abusos son «uno de los crímenes más abominables». Son fuertes las preguntas que la periodista mexicana dirige: ¿Son ustedes enemigos de los abusadores y de los encubridores tanto como lo somos nosotros, las mamás, las familias, la sociedad civil? Si ustedes están en contra de los abusadores y de los encubridores, estamos exactamente del mismo lado. «Podemos ser aliados, no enemigos» pero «si ustedes no se deciden de manera radical a estar del lado de los niños, de las mamás, de las familias, de la sociedad civil, tienen razón a tenernos miedo, porque los periodistas, que queremos el bien común, seremos sus peores enemigos. Porque los periodistas queremos el bien común».

Cuanto más se cubre, mayor es el escándalo

La periodista relata de haber sentido decir muchas veces que el escándalo de los abusos sería un «complot de ciertos medios para desacreditar a la Iglesia, que detrás hay poderes ocultos, para acabar con esta institución». Los periodistas -- afirma -- «sabemos que hay medios más o menos dependientes de ciertos poderes, pueden ser intereses también, intereses políticos, ideológicos, económicos» pero considera que «en ningún caso se puede culpabilizar a los medios por destapar o informar sobre abusos». «Los abusos contra menores no son ni chismorreos ni habladurías, son crímenes» enfatiza y recuerda las. palabras del Papa Benedicto XVI, en el vuelo hacia Lisboa, cuando dijo que la mayor persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de afuera sino nace de adentro, del pecado de la Iglesia». Y subraya que la misión de los periodistas es «la de ejercer y defender un derecho, que es el derecho a una información basada en la verdad para hacer justicia». Los periodistas saben «que los abusos no están circunscritos a la Iglesia, sabemos que suceden en las familias, en las escuelas, en el mundo del deporte» pero -- precisa -- «tienen que entender que con ustedes tenemos que ser más rigurosos por el rol moral que ustedes tienen». Robar, por ejemplo, está mal, pero si el que roba es un policía, nos indigna más porque hace lo contrario de lo que debería hacer».

La periodista mexicana afirma que los abusos «han sido encubiertos de forma sistemática, de abajo hacia arriba» y reitera que abusar de un menor «es tan indignante como su encubrimiento» e invita a tomar conciencia de «que cuanto más encubran, cuanto más sean como avestruces, cuanto menos informen a los medios y, por lo tanto, a los fieles y a la opinión pública, más grande será el escándalo».

Comunicar para defenderse de nuevos crímenes

«Comunicar es un deber fundamental,» porque de no hacerlo uno se vuelve automáticamente cómplice porque «al no dar la información que podría prevenir que estas personas cometan otros abusos, no le están dando a los niños, a los jóvenes, a sus familias las herramientas para defenderse de nuevos crímenes». «Es como una enfermedad contagiosa: si ustedes tienen una enfermedad contagiosa y no avisan a las personas con las que entran en contacto». «Esto es exactamente lo mismo». Y recuerda que «los fieles no perdonan la falta de transparencia, porque es una nueva violencia a las víctimas». Quien no informa, alienta un clima de sospecha y desconfianza, y provoca rabia y odio hacia la institución».

La periodista recuerda su experiencia en el viaje del Papa Francisco a Chile el año pasado y afirma: Ahí no había indiferencia: había indignación y rabia por el encubrimiento sistemático, por el silencio, por el engaño a los fieles, el dolor de las víctimas que durante decenios no fueron escuchadas, ni fueron creídas».

Las víctimas, en primer lugar, tienen derecho a saber qué ha pasado, qué se ha hecho para alejar y castigar al abusador. Aunque el culpable pueda estar muerto, el dolor de la víctima no prescribe, no prescribe nunca. Ya no se puede castigar al culpable, es cierto, pero al menos se puede consolar a la víctima» y «otras víctimas que permanecen en silencio, se atreverán a salir, y facilitarán ustedes su consuelo y su curación».

Apostar a la rendición de cuentas y a la transparencia

Ante este escenario, la Alasraki expresa que «sería mucho más sano, más positivo y más útil que la Iglesia fuera la primera en dar la información, de manera proactiva y no siempre de forma reactiva». No se debería esperar para responder a preguntas legítimas de la prensa. En la época actual con el auge de las redes sociales, la facilidad en grabar videos, fotos, audios,esconder un escándalo «es muy difícil». Y por ello «la Iglesia tiene sólo un camino: apostarle a la rendición de cuentas y a la transparencia, que van de la mano».

Aprender de los errores del pasado

Para la periodista mexicana «el caso más terrible que haya ocurrido dentro de la Iglesia, el de Marcial Maciel, el fundador mexicano de la Legión de Cristo» del cual ha sido «testigo» desde el inicio hasta el final. Más allá del juicio moral sobre los crímenes cometidos por esta persona», «les aseguro que en la base de este escándalo, que tanto daño ha hecho a miles de personas, hasta salpicar la memoria de un hombre que hoy es santo, se debió a una comunicación enferma». Y recuerda que en la Legión había un cuarto voto por el que, si un legionario veía algo que no le pareciera de un superior, no podía ni criticarlo ni mucho menos comentarlo». «Sin esa censura, subraya, sin ese encubrimiento total, si hubiese habido transparencia, Marcial Maciel, no habría podido abusar durante décadas de seminaristas o tener tres o cuatro vidas, esposas, hijos, que incluso llegaron a acusarlo de haber abusado de ellos». Para la periodista este «es el caso más emblemático de una comunicación enferma, corrupta, del que se puede y se debe --aprender muchas lecciones». Detrás del silencio, de la falta de una comunicación sana, transparente, hay muchas veces no sólo el miedo al escándalo, la preocupación por el buen nombre de la institución, hay también dinero, cheques, regalos, permisos para construir colegios y universidades en zonas donde a lo mejor no se podía construir. Hablo de lo que yo he visto -- afirma -- y de los que he investigado a fondo». «El Papa Francisco nos recuerda siempre que el diablo entra por el bolsillo» recuerda.

En el proceso de información -- continúa refiriéndose al caso de Marcial Maciel -- en el proceso de información interna, aquí en el Vaticano, desde abajo hasta arriba, también hemos sabido, gracias a varios prelados, a varios nuncios y yo lo puedo atestiguar porque me lo han contado en primera persona, que hubo encubrimiento, hubo obstáculos a acceder al Papa de turno, subestimación de la gravedad de las informaciones o incluso su descalificación como si fueran fruto de obsesiones o fantasías» relata diciendo que esto se les decía a los que querían informar. Y fue gracias a «algunas víctimas valientes, a algunos periodistas valientes y a un Papa valiente como Benedicto XVI», que este escándalo fue dado a conocer y se logró extirpar el cáncer. La transparencia, por lo tanto, también será de ayuda para luchar también contra la corrupción política en el gobierno. Su exhortación es la de aprender la lección y no cometer el mismo error y así poner en práctica el principio de que en la Iglesia no hay intocables: todos somos responsables ante Dios es cierto, pero todos somos responsables también y ante los demás.

Evitar secretismos

Para abrazar la transparencia es necesario evitar secretismos: es como la red de seguridad de quien abusa del poder. La periodista habla también de su sensación de que dentro de la Iglesia «hay aún mucha resistencia a reconocer que el problema de los abusos existe y que hay que enfrentarlo con todas las herramientas posibles». Para la periodista, se trata de una situación generalizada, donde Algunos creen que sucede sólo en algunos países, quien más, quien menos, no sólo en ciertos países.

La trasparencia tiene también sus límites y de hecho la periodista dice que «no pretendemos que nos informen de cualquier acusación a un sacerdote». Debe haber una investigación previa, pero pide que se haga «con celeridad», ajustándose «a la ley del país» en el que viven, y si está previsto, que se presente presenten «cuanto antes el caso la justicia civil». Y pide que si la acusación se demuestra creíble, se informe de lo que procede, «de lo que están haciendo, deben decir que han alejado al abusador de su parroquia o de donde ejercía, tienen que decirlo ustedes, tanto en las diócesis como en el Vaticano». «A veces, el boletín de la Oficina de prensa de la Santa Sede informa acerca de la renuncia sin explicar las razones» y hay sacerdotes que han salido corriendo a decir a sus fieles que renunciaban y se iban porque estaban enfermos y no por encubridores». El deseo es que «la noticia de la renuncia de un abusador, tendría que ser dada con claridad, de una forma explícita».

Escuchar a las víctimas

Tres modos concretos para poner en práctica la transparencia. En primer lugar, poner a las víctimas en primer plano. «Las víctimas no son números, no son parte de una estadísticas, son personas a las que se les ha arruinado la vida», afirma. Es importante escuchar a las víctimas, como ha pedido el Papa Francisco, porque no se puede hablar de este tema si no se han escuchado a las víctimas, si no se ha compartido su dolor con ellas». Conociéndolas, «tendrán un nombre, tendrán un rostro». Y recuerda que el Papa las encuentra en Santa Marta, «ustedes háganlo también» pide la Alazraki.

Dejarse aconsejar y rapidez en la información

Segunda sugerencia es dejarse aconsejar. «Entre esos asesores creo que debería haber siempre comunicadores» dice. «Yo creo que la Iglesia debería tener a todos los niveles expertos en comunicación» agrega y señala como clave la figura del portavoz. Indispensable es que «en todas sus estructuras eclesiásticas» se invierta en la comunicación, «con personas altamente calificadas y preparadas para hacer frente a las exigencias de transparencia del mundo actual». «Creo que es fundamental que a todos los niveles, desde una parroquia hasta aquí, en el Vaticano, haya estructuras quizás estandarizadas, pero muy ágiles y flexibles que proporcionen información certera con rapidez». La periodista precisa que «la respuesta no puede ser nunca el silencio o el no comment porque entonces, - dice- «buscaremos las respuestas preguntando a otros». No se debe tener la sensación de que no quieren responder porque están queriendo esconder algo: «El silencio da la sensación de que las acusaciones, que pueden ser totalmente falsas, o a la mejor ciertas, o a la mejor medio falsas y medio ciertas -- sean verdaderas. Entonces es mejor reaccionar de forma«correcta y con la máxima celeridad».

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