Qué es lo que dice la Pontificia Comisión Bíblica en «¿Qué es el hombre?» sobre la homosexualidad

(InfoCatólica) Los autores de un nuevo y extenso estudio de antropología bíblica realizado por la Pontificia Comisión Bíblica dicen que ofrece a los teólogos y catequistas «observaciones de los puntos de vista de la sociedad moderna sobre el hombre de hoy y los contrasta con las Escrituras».

Compuesto por cuatro capítulos, el estudio encargado por el Papa Francisco y titulado ¿Qué es el hombre? Un itinerario de antropología bíblica, trata temas como el hombre creado por Dios; hombre en relación con el resto de la creación; la realidad relacional de la antropología (centrándose en las relaciones conyugales, parentales, filiales y fraternales); y el plan salvífico de Dios para la humanidad.

Pero los fragmentos del texto adelantado por algunos medios de comunicación lo han presentado como un cambio significativo respecto a la aceptación del pecado de los actos homosexuales.

El periódico izquierdista italiano La Repubblica afirmó que el texto dice «la relación homoerótica no debe ser condenada», que en un primer momento se tomó como cierta y que fue desmentida por el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

Por lo tanto, no existe ninguna «apertura» a las uniones entre personas del mismo sexo, como algunos lo han afirmado erróneamente.

¿Qué dice el texto exactamente?

El periodista Edward Pentin publicado completo los párrafos más relevantes del tercer capítulo: «La familia humana», subcapítulo: «Homosexualidad» con la finalidad de tener una visión más certera de lo que se dice y no se dice:

La institución del matrimonio, formada por la relación estable entre marido y mujer, se presenta constantemente como evidente y normativa en toda la tradición bíblica. No hay ejemplos de «uniones» legalmente reconocidas entre personas del mismo sexo.

Desde hace tiempo, especialmente en la cultura occidental, se han escuchado voces disidentes acerca del enfoque antropológico de la Escritura, tal como la entiende y la transmite la Iglesia en sus aspectos normativos; de hecho, todo esto se juzga como el simple reflejo de una mentalidad arcaica, condicionada históricamente. Sabemos que muchas declaraciones bíblicas, en los campos de la cosmología, la biología y la sociología, se han ido considerando gradualmente obsoletas por el progreso de las ciencias naturales y humanas. Del mismo modo, algunos pueden deducir que una comprensión nueva y más adecuada de la persona humana impone una reserva radical sobre el valor exclusivo de la unión heterosexual, en favor de una aceptación similar de la homosexualidad y las uniones homosexuales como una expresión legítima y digna del ser humano. Además, se argumenta algunas veces, la Biblia dice poco o nada acerca de este tipo de relación erótica, que por lo tanto no se condena, porque a menudo se confunde indebidamente con otros comportamientos sexuales aberrantes. Por lo tanto, parece necesario examinar los pasajes de la Sagrada Escritura en los que se discute el problema de la homosexualidad, en particular aquellos en los que se denuncia y se culpa.

Es dudoso que la Biblia no hable de la inclinación erótica hacia una persona del mismo sexo, sino solo de actos homosexuales. Y se trata de estos actos en unos pocos textos, diferentes entre sí en términos de género literario e importancia. En lo que respecta al Antiguo Testamento, tenemos dos relatos (Gen 19 y Jc 19) que evocan erróneamente este aspecto, y luego algunas normas en un Código legislativo (Lv 18,22 y 20,13) que condenan las relaciones homosexuales.

Respecto a la ciudad de Sodoma dice:

[…] Se culpa [a la ciudad de Sodoma] de una práctica sexual vergonzosa, llamada «sodomía», que consiste en la relación erótica con personas del mismo sexo. Esto parecería tener, a primera vista, un claro apoyo en el relato bíblico. En Génesis 19 se dice, de hecho, que dos 'ángeles' alojados por la noche en la casa de Lot son asediados por los 'hombres de Sodoma', jóvenes y viejos, toda la población en general, con la intención de abusar sexualmente de estos extraños. El verbo hebreo que se usa aquí es «conocer», un eufemismo para indicar las relaciones sexuales, como lo confirma la propuesta de Lot, quien, para proteger a los invitados, está dispuesto a sacrificar a sus dos hijas que «no han conocido varón». […]

No encontramos en la tradición narrativa de la Biblia indicaciones acerca de las prácticas homosexuales, ni como conductas que puedan criticarse, ni como actitudes toleradas o bienvenidas. La amistad entre personas del mismo sexo (como la amistad de David y Jonatán, elogiada en 2S 1,26) no puede considerarse un signo a favor del reconocimiento de la homosexualidad en la sociedad israelita. Las tradiciones proféticas no mencionan esta naturaleza, ni entre el pueblo de Dios, ni entre las naciones paganas; y este silencio contrasta con los testimonios de Lv 18,33 y 5,24-30, que se atribuyen a los egipcios, a los cananeos y, en general, a los no israelitas como comportamientos sexuales inaceptables, incluida la violación homosexual. Esto indica, como veremos, una evaluación negativa de esta práctica.

[…]

El libro luego cita referencias que condenan la práctica homosexual en el Antiguo y Nuevo Testamento, incluida la Carta de San Pablo a los Romanos.

El subcapítulo termina con las siguientes palabras:

En conclusión, el examen exegético realizado de los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento ha hecho aparecer elementos que deben considerarse para una evaluación de la homosexualidad en sus implicaciones éticas. Ciertas formulaciones de autores bíblicos, así como las indicaciones disciplinarias del Levítico, requieren una interpretación inteligente que salvaguarde los valores que el texto sagrado pretende fomentar, evitando así la repetición literal que conlleva rasgos culturales de la época. La contribución proporcionada por la ciencia, junto con la reflexión de teólogos y moralistas, será indispensable para una exposición adecuada del problema, que solo se esboza en este documento. Además, se requerirá cuidado pastoral, particularmente con respecto a los individuos, para implementar el servicio al bien que la Iglesia debe asumir en su misión para la humanidad.

[Traducido para InfoCatólica]

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