El sacerdote heroico que encontró la gracia de Dios en el Gulag

(Catholic Herald/InfoCatólica) El difunto sacerdote jesuita, padre Walter J Ciszek, es conocido por haber soportado más de 23 años en cárceles rusas y campos de trabajo forzado. Su autobiografía de aquellos años, «With God in Russia» (Con Dios en Rusia), publicada por primera vez en 1964, ha sido republicada por HarperOne en inglés, y está disponible en español a través de Amazon.

Lo que resulta convincente en su testimonio es la sinceridad de su relato. Rara vez cede a la emoción y nunca a la autocompasión, a pesar de las espantosas condiciones en que se vio obligado a vivir y trabajar, recordándonos que las personas pueden sobrevivir en las peores situaciones cuando confían en la providencia de Dios.

Caminando por valles oscuros. Walter J. CiszekCuando era niño, Ciszek era rudo, a menudo metiéndose en peleas; encontró difícil la vida en el seminario y se unió a los jesuitas impulsivamente, haciendo «grandes esfuerzos para no ser considerado piadoso». Su intención siempre era «hacer lo más difícil». Sin duda, esta obstinación lo ayudó cuando fue arrestado en Rusia en 1940, para comenzar sus largos años de encarcelamiento. Su sueño había sido ser un sacerdote misionero en la Rusia soviética; sin embargo, aprendió en la prisión de Lubianka en Moscú la lección «que me mantendría activo en los próximos años: la religión, la oración y el amor a Dios no cambian la realidad, pero le dan es un nuevo significado».

En otras palabras, Ciszek no debía escapar del Gulag, sino experimentar el milagro diario ordinario de la gracia: ser fiel a la oración y confiar en que estaba en las manos de Dios. Momentos naturales de miedo y soledad los contrarrestó pensando: «¿Crees que Dios no sabe dónde estás?¿Crees que Él te ha protegido hasta ahora y se acaba de olvidar de ti?»

Su deseo de llegar a ser un sacerdote misionero en Rusia finalmente se hizo realidad de una manera extraordinaria: «Se hizo realidad mientras estaba en prisión... Fue una experiencia muy humilde, porque rápidamente comprendió que era la gracia de Dios en su ministerio y que tenía poco que ver con sus propios esfuerzos. La gente iba a él porque era sacerdote... Iban esperando la absolución de sus pecados, el poder de la Eucaristía... Reconoce que no pudo evitar ver en el encuentro con cada prisionero la voluntad de Dios para él, en ese momento y en ese lugar, y la mano de la providencia que le llevó allí por caminos extraños y tortuosos».

Ciszek, cuya causa de beatificación fue abierta en 1990, siendo actualmente Siervo de Dios, nos recuerda que la tarea principal de un sacerdote es santificar a la gente, llevar las almas a Dios a través de la predicación y los sacramentos. Esta es la fuente de su alegría.

Una biografía en español puede ser encontrada en Amazon, tanto en formato físico como digital. 

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