¿Hablamos de Castidad?

En el documento que recoge las propuestas de la reunión con jóvenes en preparación del Sínodo sobre «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», y en el epígrafe «La búsqueda del sentido de la existencia», se puede leer ente otros el siguiente párrafo:

«Suele haber bastante desacuerdo entre los jóvenes, tanto dentro como fuera de la Iglesia, sobre algunas de sus enseñanzas que hoy en día son especialmente polémicas. Ejemplos de éstas son la contracepción, el aborto, la homosexualidad, el concubinato, el matrimonio y cómo el sacerdocio es percibido en diferentes realidades en la Iglesia. Es importante hacer notar que, independientemente del nivel de compresión que se tenga sobre la enseñanza de la Iglesia, sigue habiendo desacuerdo y discusión entre los jóvenes acerca de éstos temas polémicos. Como resultado, muchos jóvenes quisieran que la Iglesia cambie su enseñanza o, al menos, desearían tener acceso a una mejor explicación y formación en estas cuestiones».

La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha mantenido siempre una clara enseñanza sobre todas esas cuestiones, sin necesidad de preguntar a nadie, porque sabe que ha de transmitir las enseñanzas de Cristo. Y tiene clara constancia del bien que ha hecho, a los hombres y a la sociedad, su firmeza en vivificar cada generación con la misma doctrina sobre esos puntos. Doctrina siempre viva y joven porque es eterna y nunca envejece, que lleva la paz a los corazones de los creyentes y de tantos otros hombres y mujeres que la viven. También porque les devuelve el sentido de pecado –si se hubiera perdido–, y nada hay más rejuvenecedor que el arrepentimiento.

Siempre habrá jóvenes, y mayores, y ancianos, que quieran cambiar las enseñanzas de la Iglesia sobre la Castidad. Pero la Iglesia sabe muy bien que tiene que transmitir la verdad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, aunque a alguno no le guste, porque no puede traicionar a su Fundador.

En una reunión hace cuatro años, con jóvenes en Turín, el papa Francisco les habló del amor con estas palabras: 

«¿En qué consiste la grandeza del amor de Jesús? ¿Cómo podemos experimentar su amor?». Y ahora, sé que sois buenos y me permitiréis hablar con sinceridad. No quiero ser moralista, pero quiero decir una palabra que no gusta, una palabra impopular. También el Papa debe arriesgar algunas veces en las cosas para decir la verdad. El amor está en las obras, en la comunicación, pero el amor es muy respetuoso de las personas, no usa a las personas, es decir, el amor es casto. Y a vosotros, jóvenes en este mundo, en este mundo hedonista, en este mundo donde solamente se publicita el placer, pasarlo bien, darse la buena vida, os digo: sed castos, sed castos».

«Todos nosotros en la vida hemos pasado momentos en los que esta virtud era muy difícil, pero es precisamente el camino de un amor genuino, de un amor que sabe dar la vida, que no busca usar al otro para su propio placer (…). No es fácil. Todos sabemos las dificultades para superar esta concepción «facilista» y hedonista del amor. Perdonadme si digo una cosa que no os esperabais, pero os pido: haced el esfuerzo de vivir castamente el amor» (21 de junio 2015).

¿Saben hoy tantos jóvenes qué es ser casto? ¿Saben qué es vivir castamente el amor siendo novios? ¿Se acuerdan los novios de estas palabras del Catecismo de la Iglesia Católica?:

«Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad» (n. 2350).

¿Está en el oído y en el corazón de tantos jóvenes, la palabra virginidad: o sea, llegar virgen al matrimonio, él y ella? Y nos podemos también preguntar: ¿recuerdan los casados estas otras palabras del mismo Catecismo?:

«La sexualidad [...] mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte»(n. 2361).

«Los actos [...] con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud. La sexualidad es fuente de alegría y de agrado» (n. 2362).

Ratzinger señaló también, en el discurso que he comentado en artículos anteriores, que la aceptación de la práctica de la contracepción y de la homosexualidad son causa de la banalización de la Fe que contemplamos hoy. Vale la pena recordarlo con claridad a los jóvenes; lo haré en uno de los próximos escritos.


Artículo publicado originalmente en Religión Confidencial.

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