Un sacerdote chino escribe una carta manifestando su temor a que Roma pacte con la dictadura comunista

(Asia News) Un relato sobre las dificultades y las persecuciones vividas por las comunidades subterráneas, que no son reconocidas por el gobierno chino; la perplejidad ante los diálogos entre China y el Vaticano y la imposibilidad de adherir a la Asociación patriótica (AP), que quiere construir una iglesia nacional e independiente. Es cuanto narra un sacerdote clandestino de China central en esta carta dirigida a una amiga suya.

La cuestión de la pertenencia o no a la Asociación patriótica es algo candente: en definitiva, es aquello que califica el ser parte de la comunidad clandestina o de la oficial. También ha de decirse que desde hace tiempo, por parte del gobierno, está en plena campaña para inscribir y absorber -incluso con trucos- a los sacerdotes clandestinos, para que éstos sean incorporados a la Asociación. En los rumores que se refieren a los diálogos entre China y la Santa Sede pareciera que este tema no es tomado en consideración, no obstante la Carta de Benedicto XVI a los católicos chinos afirmaba que la finalidad de la AP es «inconciliable con la doctrina católica». El Papa Francisco reafirmó el valor de la Carta del Papa Ratzinger. En la Iglesia oficial se tiende a mirar la adhesión a la AP como un «mal menor» respecto a la criminalización de toda actividad no registrada.

Querida hermana en el Señor, ¡gracias por tu carta!

Respondo de un modo algo rápido a algunas de las preguntas que tanto te preocupan.

1.  La situación de nuestra parroquia:

Actualmente trabajo en una zona que cuenta con unos seis mil fieles. De ellos, tres mil pertenecen a la Iglesia oficial, y unos mil quinientos a la Iglesia no oficial, en tanto los otros mil quinientos tienen poca participación en la vida religiosa.

La parroquia donde yo trabajo es una no oficial; no existe un templo, ni siquiera uno, que pueda ser llamado un lugar público para la oración. Nuestra Iglesia clandestina tiene sólo diez puntos de encuentro. Éstos son todos casas de los fieles, o lugares provisorios. Algunos de estos lugares, los más grandes, pueden albergar entre 200 y 300 personas; otros, tan sólo un centenar. Normalmente para la misa dominical es necesario dividirse en tres o cuatro puntos o lugares, pues de otro modo los fieles no logran caber.

A causa del continuo control que el gobierno ejerce sobre la Iglesia, no hemos podido obtener el permiso para tener un lugar registrado para las actividades religiosas. Las causas son dos: la primera, es que la autoridad religiosa del gobierno (Administración estatal para los asuntos religiosos, ASAR-ndr) no reconoce nuestra identidad de sacerdotes, por lo tanto no podemos representar a la comunidad eclesial como legítimo personal religioso y por ende, poder hacer el pedido a la autoridad interesada. La segunda, es que la Iglesia oficial tiene ya cinco iglesias en mi zona: una razón más para que la ASAR no permita la creación de un lugar religioso para la Iglesia clandestina.

El método de ellos es siempre pedirle al cura (clandestino) hacer pública su identidad, registrándose en el ASAR. Pero al mismo tiempo te piden adherir a la AP. Por lo tanto, para el sacerdote y los fieles de la iglesia clandestina, no existe ningún tipo de salida. Por eso, la práctica de la vida de la fe y de la vida sacramental de los fieles así como la pastoral normal de los sacerdotes se ha vuelto muy difícil.

En estas condiciones, sucede que cuando celebramos una festividad o una solemnidad con gran dignidad y encontramos un lugar relativamente grande, la ASAR y la policía del gobierno (Gong An) nos ordenan detener todo, o cancelar la actividad eclesial con la excusa de que nosotros desarrollamos «actividades religiosas en un lugar no registrado» o un «encuentro masivo ilegal», o bien ponen la excusa de la «seguridad». A veces usan amenazas, acosos, intimidaciones, etc. Otras veces incluso nos imponen la prohibición o secuestran los bienes de la Iglesia. Estos casos suceden muy a menudo, sobre todo –lo cual es particularmente grave- en Navidad y en Pascua.

Una vez, para preparar la Navidad, los fieles de nuestra parroquia emplearon unos cinco meses para la preparación, encontrando un lugar lo suficientemente grande y decorándolo con mucha dedicación. Pero en la tarde del 24 de diciembre, de repente llegó un grupo de personas: policías (Gong An), miembros de la oficina de asuntos religiosos…y comenzaron a interrogar al responsable, tomando fotos del lugar, ordenándoles que sacaran todo de manera inmediata: altar, bancos, etc. Nos prohibieron celebrar la Navidad y ni siquiera pudimos realizar una liturgia normal.

En la Iglesia clandestina en la cual yo sirvo, tenemos muchas festividades eclesiales importantes: Navidad, Pascua, Pentecostés. La mayor parte de las veces transcurrimos estas fiestas con miedo y asustados. Te doy un ejemplo: cuando el encuentro supera las 500 personas, debemos colocar a algunos fieles fuera del lugar donde celebramos la liturgia para vigilar y controlar de lejos que no lleguen las «visitas» de los policías. En varias Navidades, estaba dispuesto a correr el riesgo de ser arrestado por la policía. En este caso es mejor no llevar documentos importantes con uno, para evitar dañar a otros sacerdotes en caso de ser detenido y llevado a algún lado.

A pesar de estos problemas, obstáculos, persecuciones, los sacerdotes y los fieles de la Iglesia siempre son fieles a Dios, a Cristo, a la Iglesia y al Papa.

Los fieles de la zona desean que sean los sacerdotes de la Iglesia fiel (clandestina) los que celebren la misa para ellos. Y esto, no obstante las largas esperas antes del inicio de la misa en la fría noche de la vigilia de Navidad; aunque tengan que participar en la liturgia en un lugar precario y lleno de gente… ¡nada impide su amor a Dios! Cuando cantan el himno de la noche de la vigilia, besan al Niño Jesús que les es ofrecido de manos del sacerdote, se arrodillan delante del pesebre para adorarlo, reciben la santa comunión, ¡están realmente unidos a la iglesia universal! Su gran devoción me alienta siempre más a ponerme al servicio de las ovejas, a derramar la sangre por ellos, e incluso a estar dispuesto a dar la vida por la grey.

Cada vigilia de Navidad, la noche de Paz, a menudo para nosotros no hay paz, pero sufrimos con una razón y por lo tanto tenemos una paz y una alegría interiores.

2-Algunas dudas y perplejidades sobre el acuerdo entre China y el Vaticano

Ante todo, el contenido del acuerdo, ¿existe o no? ¿Se evalúa o no la cuestión de la actual persecución religiosa en China?

En segundo lugar, por lo que parece, en el acuerdo se habla del perdón del Papa a los obispos ilegítimos, de modo que todos los obispos estén en comunión con el Papa. Pero nosotros nos preguntamos: ¿No debería el Vaticano pedir a los obispos oficiales que abandonen la Asociación patriótica?

En tercer lugar, en lo que se refiere a la llamada Conferencia episcopal china: ¿dicha organización, guiada por Beijing, continuará existiendo o no?

Si China y el Vaticano han de firmar un acuerdo referido al nombramiento de los obispos, nos encontramos ante dos graves problemas:

a)  Si tuviésemos que seguir el espíritu del acuerdo, deberíamos pertenecer y obedecer a los obispos de la iglesia oficial. Pero si aún siguiera existiendo la AP, la Oficina de asuntos religiosos del gobierno pedirá a los curas, que pertenecen a los obispos oficiales, que adhieran a la Asociación patriótica, apoyando la independencia, la autogestión y la autonomía de la Iglesia. Y nosotros, ¿qué hacemos?

b)  b) Si nosotros no pertenecemos a los obispos oficiales, entonces, ¿no seríamos doblemente ilegítimos?

Somos ilegítimos en la Iglesia, según la ley de la iglesia, dado que los sacerdotes no pueden existir sin una referencia (pertenencia) al obispo.

Somos ilegítimos desde el punto de vista del gobierno, (porque) nos negamos a registrarnos y esto, porque rechazamos adherir a la Asociación patriótica y recibir su carnet (con la registración del gobierno). De ese modo nosotros nos convertiríamos en lo que los nuevos reglamentos definen como «personal eclesiástico ilícito».

Frente a semejante delicada situación, nos preguntamos: ¿qué debemos hacer? ¿Tenemos que volver realmente a casa?

El Card. Zen dijo: «¡Dios no quiere un profeta exitoso, sino un profeta fiel!»

El p. Zhang Bo Da, un sacerdote perseguido, muerto en la diócesis de Shanghái supo decir: «¡Prefiero ser un fiel que tiene un Papa, en vez de un obispo sin Papa»!

Quien nos ha precedido, nos dio un ejemplo que imitar. Gracias a la ayuda del Señor, nosotros seguiremos adelante, continuaremos marchando en el camino de la fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al Papa.

¡Mártires chinos, recen por la Iglesia de China!

¡Celestial Reina de China, reza por le Iglesia de China!

¡Virgen de Sheshan, ayuda de los cristianos, ruega por la Iglesia de China!

Padre Giuseppe

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