Presidente de Turquía rechaza el diálogo interreligioso

(ACI/InfoCatólica) El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en un discurso ante el Parlamento de Pakistán ha afirmado que el «El islam no puede dialogar con otras religiones», en oposición directa a la actitud del líder religioso Fethullah Gülen, partidario de una profunda reforma del islam.

Erdogan, quien acusó a Gülen de instigar el intento de golpe de Estado en su contra, el pasado 15 de julio, ha denunciado que éste se «proponía establecer un diálogo con el Vaticano» y ha continuado diciendo: «¿Pero cómo es posible dialogar con otras confesiones? ¿De qué manera puede el islam dialogar con otras religiones? Esta persona dice que se puede, pero ¿es realmente posible?».

Es de recordar que Erdogan tuvo un tenso desencuentro con la Santa Sede en abril de 2015, luego de que el Papa Francisco denunciara el genocidio armenio perpetrado por turcos otomanos a inicios del siglo XX y reiteradamente negado por las autoridades turcas. Como consecuencia, el Ministro de Exteriores de Turquía convocó al Nuncio Apostólico en ese país para protestar por la condena del Papa.

Además, en su discurso ante los parlamentarios pakistaníes, Erdogan acusó a la Unión Europea y a Occidente de financiar y apoyar a organizaciones terroristas como Al Qaeda, Estado Islámico o el kurdo PKK. «En nuestra lucha contra estos grupos terroristas, hemos comprobado que las armas que usan tienen su origen en Occidente», denunció. «Quieren desestabilizar Turquía y al mundo musulmán».

Estas acusaciones contrastan con la actitud que, desde el comienzo de la guerra, ha mantenido Turquía en relación a Siria y al auge del Estado Islámico. Las autoridades turcas han sido acusadas de permitir en Siria la entrada de yihadistas provenientes de diferentes lugares del mundo, además de facilitar la financiación de Daesh mediante la venta de petróleo y otras actividades que beneficiaban a éste y otros grupos salafistas.

Según sus críticos, el gobierno turco habría favorecido a grupos rebeldes en Siria para derrocar el régimen de Bashar al Asad e instaurar un régimen afín a sus intereses.

Por otro lado, tras el fracasado golpe de estado del 15 de julio, Turquía ha emprendido una carrera represiva contra opositores y funcionarios con algún tipo de vínculo con el movimiento de Fethullah Gülen.

Hasta el momento, han sido apartados de sus puestos 20.000 miembros de las Fuerzas Armadas y 110.000 jueces, profesores, policías y funcionarios. Además, se ha procedido a la detención de más de 36.000 personas.

La Unión Europea ha condenado tanto esta oleada represiva en Turquía como la posterior deriva autoritaria del gobierno turco. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, en declaraciones a la prensa alemana, señaló que Turquía se estaba alejando de Europa, y no descartó imponer sanciones económicas.

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