(Diócesis Alcalá de Henares) La ponencia que ofrecemos a continuación bajo el título «Edificar la Iglesia doméstica. Prácticas familiares para habitar en la Iglesia» fue dictada en italiano por Mons. Juan Antonio Reig Pla el pasado 28 de junio en Roma. La conferencia tuvo lugar en el Seminario de Estudio «Famiglia e dimora: edificare, generare, abitare» en el contexto del Consejo Internacional del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y familia celebrado en la Sede Central del Instituto los días 27 y 28 de junio.
La ponencia de Mons. Reig se distribuye en los siguientes apartados: 1) Edificar la casa; 2) Edificar requiere de fe; 3) Madurar la propia identidad; 4) Ser una sola carne; 5) El amor que promete una vida; 6) Ser más como introducción en una cultura; 7) La oración en familia; 8) El perdón; 9) La fiesta, el domingo y el Año Litúrgico; 10) El camino de la belleza como práctica familiar; y 11) Edificar el hogar de la misericordia.
Hubo un tiempo en que se acuciaba a la Iglesia con la pregunta por la racionalidad de la fe. Ahora la desafección eclesial viene motivada en gran medida por su propuesta moral. En esta conferencia Mons. Reig responde a la pregunta: «¿Es la Iglesia habitable?». Es una pregunta que muchos se hacen ante el rechazo que les causa una institución que se presenta como poco adecuada al estilo actual de vida. Para comprender el tema que se nos propone hemos de partir de que lo verdaderamente difícil no es una Iglesia habitable, sino la habitabilidad del mundo. La Iglesia puede serlo en la medida en que hace más habitable el mundo y es principio de renovación del mismo: lumen gentium.
En este contexto Mons. Reig explica que sólo la familia, la comunidad cristiana y la escuela, como minorías creativas, son capaces de generar, con la ayuda de la gracia, una cultura y unas prácticas que sitúen a la persona donde le corresponde: en el centro del corazón de Dios que ha creado al hombre a su «imagen y semejanza» y lo llama a conocer el Amor. Sólo el amor, cuya fuente está en Dios, hace habitable la Iglesia y el mundo.
El Obispo de Alcalá de Henares - y Vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II (Sección Española) -, al constatar que entre los sufrimientos que más desgarran a la persona está el no reconocer la propia identidad o la dificultad de acogerla como un don de Dios, explica que en el contexto de las «ideologías colonizadoras», nos encontramos con el nuevo reto de proponer la fe sobre la creación y la redención de la «carne»: ayudar a madurar en la masculinidad y en la feminidad como lógica ineludible del don. Esta maduración requiere procesos y ritos.
La cultura actual presenta a la pastoral familiar otro reto formidable: que el esposo y la esposa aprendan a donarse integralmente con la belleza del lenguaje del cuerpo. Hay que recordar que estamos hablando de un sacramento, de una «liturgia». El instrumento que con frecuencia sirve de modelo pedagógico para muchos jóvenes y adultos es la pornografía cuyas consecuencias están siendo devastadoras. No se trata de ofrecer «técnicas» o «recetas» sino criteriosprecisos que sirvan a los esposos de guía en todo lo que se refiere al lenguaje del cuerpo y el contexto requerido: criteriosque les permitan discernir cómo llevar a cabo, en cada circunstancia, las expresiones de afecto, cómo cuidar la belleza del propio hogar y del tálamo-altar nupcial y las exigencias de caridad, justicia, verdad, bien y belleza del abrazo conyugal.
Por otra parte es indispensable recordar la «primacía de la gracia» y la importancia de la oración como práctica familiar. Como nos recuerda Benedicto XVI, «un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha» (Spe salvi, n. 32). La oración edifica la familia.
Unido a otras prácticas familiares de la iglesia doméstica, que aborda Mons. Reig en su intervención, la ponencia destaca la del perdón. Es aquí donde se revela el amor más fuerte, la auténtica roca firme donde edificar una casa (cfr. Mt 7,22). La imagen del padre misericordioso que nos enseña la parábola (Lc 15,11-31), es esencial para la edificación familiar, porque se trata de regenerar a las personas en un amor originario que no pasa.
Otro aspecto interesante de la conferencia tiene que ver con el camino de la belleza como práctica familiar. Como enseña el Papa Francisco, hemos de prestar «una especial atención al «camino de la belleza» (via pulchritudinis). Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas» (Amoris laetitia, 167).Desde esta convicción es necesario propiciar las «prácticas familiares» ordinarias desde la vía de la belleza y siempre con sencillez: recuperar la belleza del lenguaje y de la comunicación familiar; recuperar la belleza de la lectura y de las lecturas; recuperar la belleza de la educación y del atuendo; recuperar la belleza del hogar y demás espacios que se comparten; recuperar la belleza de las actividades en familia y con otras familias; recuperar la belleza de la hospitalidad; un caso particular de la hospitalidad que merece especial atención tiene que ver con la belleza de la adopción y de la acogida a menores, ancianos, enfermos, personas con discapacidad o necesitadas.
Volviendo al título de esta aportación, «edificar la Iglesia doméstica» significa «edificar el hogar de la misericordia» y las «prácticas familiares para habitar en la Iglesia» tienen que ver, explica Mons. Reig, con las «obras de misericordia» ejemplarizadas en la parábola del «buen samaritano». No es ajeno al caso que el Papa Francisco haya ofrecido a toda la Iglesia la gracia del Jubileo de la Misericordia y que con vehemencia nos exhorte diciendo: «Verdad y misericordia: no las separemos. ¡Jamás!» (Discurso a la 66 Asamblea general de la Conferencia Episcopal Italiana, 19-V-2014). Estamos, por así decirlo, en un tiempo en el que varones y mujeres heridos - cada miembro de la familia - necesitan que se les anuncie el kerygma, conocer que Dios les ama y experimentar su misericordia. La familia, junto con la comunidad cristiana están llamadas a ser el hogar donde se hace visible la gracia de la conversión, del cambio de vida, el perdón y la regeneración. La Palabra de Dios y los sacramentos desvelan el designio de Dios sobre la persona y ofrecen la arquitectura que hace el mundo habitable. La Iglesia es el hogar de la misericordia en el que el Padre dice a su hijo (Cf. Lc 15): «vuelve, vuelve, ¡es hora de volver a casa!» (Papa Francisco, Meditación diaria, 28-III-2014).
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