(Zenit) El Papa manifestó la alegría de conocer personalmente a los nuevos obispos de la Iglesia, y de profundizar la gracia y la responsabilidad del ministerio que recibieron.
Los prelados se reunieron con el Pontífice luego de haber participado en Roma en el curso de formación para los nuevos obispos, promovido por la Congregación para los Obispos.
Así Santo Padre profundizó con ellos el tema del discernimiento espiritual y pastoral necesario para que el pueblo llegue al conocimiento y realización de la voluntad de Dios.
El Espíritu Santo es el protagonista de todo discernimiento auténtico. «No hace mucho tiempo, la Iglesia invocó sobre ustedes el «Spiritus Principalis» el «Pneuma hegemonikon», la fuerza que el Padre donó al Hijo y que Él transmitió a los santos apóstoles, o sea, el Espíritu que sostiene y guía.
«Sólo quien es guiado por Dios tiene título y credibilidad para ser propuesto como guía de los demás. Puede enseñar y hacer crecer en el discernimiento solamente quien tiene familiaridad con ese maestro interior que, como una brújula, ofrece los criterios para distinguir, para sí y para los demás, los tiempos de Dios y su gracia; para reconocer su paso y el camino de su salvación; para indicar los medios concretos, agradables a Dios, a fin de realizar el bien que Él predispone en su plan misterioso de amor para cada uno y para todos».
«Esta sabiduría es la sabiduría práctica de la Cruz, que incluso incluyendo la razón y su prudencia, las sobrepasa, porque conduce a la fuente de vida que no muere, o sea, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y el que Él envió, Jesucristo», dijo.
El Sucesor de Pedro señaló que «un obispo no puede dar por seguro la posesión de un don tan elevado y trascendente, como si fuera un derecho adquirido, sin caer en un ministerio infecundo. Es necesario implorarlo continuamente como primera condición para iluminar toda sabiduría humana, existencial, psicológica, sociológica y moral que puede servirnos en la tarea de discernir los caminos de Dios para la salvación de aquellos que nos han sido confiados».
«El discernimiento –prosiguió el Santo Padre– nace del corazón y en la mente del obispo a través de su oración, cuando pone en contacto a las personas y las situaciones confiadas a él con la Palabra divina proferida por el Espíritu. Es en esa intimidad que el Pastor madura la libertad interior que lo hace firme en sus decisiones y en sus comportamientos personales y eclesiales. Sólo en el silencio de la oración es posible escuchar la voz de Dios, encontrar los rasgos de su lenguaje y tener acceso a su verdad».
Precisó así que «el discernimiento es un don del Espíritu a la Iglesia al que se responde con la escucha». Porque «el Obispo está llamado a vivir el propio discernimiento de Pastor como miembro del Pueblo de Dios, en una dinámica siempre eclesial, al servicio de la koinonìa(comunión).
El obispo no es un padre padrón autosuficiente y ni un pastor solitario amedrentado y aislado, dijo e indicó que «el discernimiento del obispo es siempre una acción comunitaria que no prescinde de la riqueza de la opinión de sus presbíteros y diáconos, del parecer del Pueblo de Dios y de todos aquellos que pueden ofrecerle una contribución útil».
El Papa añadió: «En el diálogo sereno, no tiene miedo de compartir y a veces modificar, el propio discernimiento con los demás: con los hermanos en el episcopado, con los propios sacerdotes, y con los fieles».
Francisco invitó así a los obispos «a cultivar el comportamiento de escucha, creciendo en la libertad de renunciar al propio punto de vista para asumir el punto de vista de Dios».
«La misión que los espera –dijo el Papa– no es la de traer ideas y proyectos propios, ni soluciones abstractamente creadas por quien considera a la Iglesia un patio de su casa, pero humildemente, sin protagonismos o narcisismos, ofrecer su testimonio concreto de unión con Dios, sirviendo el Evangelio que debe ser cultivado y ayudado a crecer en esa situación específica».
«Discernir significa, por lo tanto, humildad y obediencia. Humildad en relación a los propios proyectos. Obediencia en relación al Evangelio, al Magisterio, a las normas de la Iglesia universal y a la situación concreta de las personas».
Para Francisco, «el discernimiento es un remedio contra la inmovilidad del ‘siempre se ha hecho así’ o de ‘ganar tiempo’. Es un proceso creativo que no se limita a aplicar esquemas. Es un antídoto contra la rigidez, pues las mismas soluciones no son válidas en todas partes.
El Papa invitó así a los obispos a tener una delicadeza especial con la cultura y la religiosidad del pueblo, cuidar y dialogar con el pueblo.
«Debemos esforzarnos para crecer en un discernimiento encarnado e inclusivo, que dialogue con la conciencia de los fieles que debe ser formada y no sustituida, en un proceso de acompañamiento paciente y valeroso, para que pueda madurar la capacidad de cada uno, fieles, familias, presbíteros comunidades y sociedad, llamados a progresar en la libertad de elegir y realizar el bien que Dios quiere».
«La actividad de discernir no está reservada a los sabios, a los perspicaces ya los perfectos. Al contrario, Dios muchas veces resiste a los soberbios y se muestra a los humildes», indicó.
«El pastor sabe que Dios es el camino y confía en su compañía. Por eso, el discernimiento auténtico es un proceso siempre abierto y necesario que puede ser completado y enriquecido».
«Una condición esencial –concluyó el Papa– para progresar en el discernimiento es educarse a la paciencia de Dios y a sus tiempos que no son los nuestros. Nos corresponde a nosotros acoger todos los días de Dios la esperanza que nos preserva de toda abstracción, pues nos permite descubrir la gracia escondida en el presente sin perder de vista la longanimidad de su designio de amor que va más allá de nosotros».
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